9.8.06

George Duke y el Pan de Azúcar

Para calmar la saudade, que sigue, me he puesto a leer también O Rio de todos os Brasis, del economista Carlos Lessa. El Río de todos los Brasiles. La fecha es esta vez la del 9-III-2001. Se conserva la etiqueta de Sodiler, que era la librería del aeropuerto. Sí, lo recuerdo: compré ese libro poco antes de embarcar. Pensaba que volvería pronto y ya han pasado cinco años y cinco meses. Justo hoy. Pero ahora sólo quiero anotar una sensación. Mi tema favorito de A Brazilian love affair, el disco de George Duke que conocí por Losada, es "Sugar Loaf Mountain". Tiene un ritmo trepidante, perfecto para conducir; de hecho, le da un aire a la sintonía de Starsky y Hutch. Lo que yo no entendía es qué diablos tenía que ver con el Pan de Azúcar. Hasta que conocí los autobuses de Río de Janeiro. Viajar en ônibus es una de las experiencias más intensas que puede vivirse en la ciudad. Hay un trayecto irresistible, el que va de Ipanema a la Barra da Tijuca, con el autobús a toda pastilla por el borde de los acantilados de la Avenida Niemeyer, que es una locura de montaña rusa a pelo, sin raíles. Uno sale con la adrenalina a tope, maravillado. Sin duda, con la alegría del superviviente. Pero hay otro trayecto más sentimental: el de Copacabana al Centro. Resulta igualmente trepidante, pero la ausencia de acantilados le resta un poco de montañarrusismo. Se me olvidaba indicar que las frenadas secas, en las paradas y semáforos, y los abruptos acelerones para reanudar la marcha (que dejan tambaleándose en el pasillo a los pasajeros que acaban de entrar) son un ingrediente indispensable en la diversión. Diversión que yo no dudaría en calificar de dionisíaca. El caso es que el autobús ha dejado atrás Leme y el túnel y ha desembocado en la Bahía de Guanabara. Ya tenemos ahí el Pan de Azúcar. A lo largo de Botafogo y de Flamengo, le veremos bailar entre los trompicones. Aparecerá, desaparecerá, resurgirá entero, se quebrará, se exhibirá con perspectiva, esquinado, recatado, obsceno, de frente, de perfil, en calma, nervioso, doméstico, salvaje... y ni medio minuto seguido retendremos la misma visión. Es una postal caleidoscópica y sincopada, y si uno escucha entonces el tema de George Duke, comprobará que encaja a la perfección —en sus encajes y desencajes.