10.8.06

Lanzarote

Me he leído esta tarde un librito delicioso: el Lanzarote de Houellebecq, que me dejó Hervás. Ha sido una comprobación involuntaria de que es posible la inteligencia en Lanzarote. Después de Saramago y sus Cuadernos de Lanzarote, y después de las vacaciones de ZP en Lanzarote, uno ya había desestimado la idea de asociar Lanzarote a algo que no fuese sub-inteligencia y cursilería. Pero quedaba Houellebecq. Curiosa mi relación con Houellebecq: no he podido con sus novelas, pero me bebí El mundo como supermercado y ahora me he bebido éste. Son como licores rápidos, digestivos. Uno nota una cierta apertura en el esófago, y de paso se le ventilan los pulmones con una refrescante nada contemporánea. Estamos en un páramo pero eso no es una catástrofe, viene a ser la lección. Queda resumida exactamente así: "Se puede vivir muy bien sin esperar nada de la vida; es lo más corriente, incluso. En general, la gente se queda en casa, se alegran de que su teléfono no suene nunca; y cuando suena, dejan conectado el contestador automático. No hay noticias..., buena noticia. En general, la gente es así; y yo también".

Luego, con cierta culpa, me he puesto a repasar los Cadernos de Lanzarote. Siempre me queda el complejo de haber sido injusto con Saramago. Pero a la quinta línea, ya mejoro: es un idiota sin remisión. Lo cual, por cierto, no lo invalida como novelista. Al contrario. Ya he dicho otras veces que El año de la muerte de Ricardo Reis es una de las cuatro o cinco novelas con las que más he disfrutado en mi vida. Pero es que el novelista ha de ser un poco tonto. Sólo así puede funcionar en esa idiotez de fondo que es, en verdad, toda novela. A los de inteligencia abrasiva, como Azúa, les resulta imposible escribir novelas: no pueden, o les salen malas. Se percibe demasiado el esfuerzo que hacen por estupidizarse. Sólo logran textos equiparables cuando meten a la inteligencia de personaje principal, como en la Historia de un idiota contada por él mismo. Pero su género es el ensayo, y preferentemente el ensayo corto: el latigazo. El auténtico novelista es siempre un cómplice de la vida, y por eso debe tener algo de necio, como la vida misma.

Pero algo subyugante sí que tienen los Cuadernos de Lanzarote: reflejan un viaje por el Infierno, el Infierno de la vida del "escritor consagrado". Sale uno molido de tanta presentación y feria del libro, de tanto congreso y conferencia, de tanto curso de verano, de tanta entrevista, de tanta cena efusiva con amigos escritores y gente importante en general, de tanta carta de lector arrobado y tanto aplauso, de tanta exploración en busca de elogios por periódicos de la Cochinchina... Pero Saramago lo cuenta con orgullo y presumiendo, feliz de poderse pasear por el Infierno en first class. Y su felicidad le viene, claro, aparte de su bobería invencible, de que su acompañante no es Virgilio, sino Beatriz misma. Es lo bueno de los amores maduros... y de que para cuando conoció a su Beatriz, este Dante ya estaba bien instalado en un estatus.