22.2.07

Fernandisco!!!

Este es, sin duda ninguna, el tipo que más asco me ha dado en la vida, al que más he detestado, por encima incluso de terroristas y dictadores. De Juana Chaos, al fin y al cabo, aún tendría una oportunidad conmigo: lejana, microscópica, estadísticamente insignificante, pero la tendría. Fernandisco, en cambio, no. Creo que a nadie (¡ni a Milikito siquiera, a quien en realidad adoro!) he odiado con tanta viscosidad, con tanta persistencia. Nadie me ha puesto de mala hostia a las cinco de la madrugada con sólo pasar fugazmente por mi imaginación. Únicamente Fernandisco. Fernandisco. Sólo Fernandisco. Si alguna vez estalla la masacre nuclear, me dará pena por la vida en sí, por el ser humano y eso... pero, dentro de lo malo, sin duda pensaré que al menos ha sido aniquilado igualmente Fernandisco. Y no sólo Fernandisco: sino también todos aquellos que guardan (¡guardaban! ¡gloriosamente se podrá ya hablar en pasado!) en su memoria atisbos, aromas (¡pestilentes!) de Fernandisco, y quedarían destruidos también todos los vestigios (¡grabaciones, fotos, retratos al óleo, caricaturas a la cera o al carbón!) de Fernandisco. Créanme: he llegado a detestar a Fernandisco lo máximo que a un ser humano (¡en este caso yo!) le es dado fisiológica, metafísicamente detestar. Para los que tengan la fortuna (¡a punto de acabarse!) de no saber quién es, o de no recordarlo, he aquí al pollo en acción. Estoy segurísimo de que pasarán a formar parte inmediatamente de la manada de detestadores furibundos e irreconciliables de Fernandisco.