7.6.07

La higiénica verdad

El martes por la tarde me leí, mientras por la ventana del café relumbraba la primavera madrileña, el librito Sobre la verdad, de Harry G. Frankfurt (el mismo autor de On Bullshit). Es una de esas obras anglosajonas sencillas, diáfanas, que a primera vista parecen una redacción escolar, pero que enseguida seducen por su potencia higiénica. Eliminan mucho mundo (en plan navaja de Ockham), pero lo que queda es quizá el mundo que merece ser vivido. Anoto algunos pasajes:
En realidad no podemos vivir sin verdad. La necesitamos no sólo para comprender cómo vivir bien, sino para saber cómo sobrevivir. Por si fuera poco, es algo de lo que difícilmente podemos no darnos cuenta. Estamos obligados a reconocer, al menos de manera implícita, que la verdad es importante para nosotros; y, en consecuencia, también estamos obligados a comprender (de nuevo, al menos implícitamente) que la verdad no es una característica o una creencia ante la cual podemos permitirnos ser indiferentes. La indiferencia no sólo sería una cuestión de imprudencia negligente, sino que pronto se demostraría algo fatal. En la medida en que apreciemos que es importante para nosotros, entonces, razonablemente, nos podremos permitir abstenernos de querer la verdad sobre muchas cosas o de esforzarnos por poseerla.

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El problema con la ignorancia y el error estriba, por supuesto, en que no tenemos ninguna idea clara de nada. Si carecemos de las verdades necesarias, no tenemos más guía que nuestras propias e irresponsables especulaciones o fantasías y los persistentes y poco fidedignos consejos de los demás. En consecuencia, a la hora de planificar nuestra conducta, sólo podemos regirnos por nuestros poco informados supuestos y esperar, cruzando los dedos, que todo vaya bien. No sabemos dónde estamos. Actuamos a ciegas. Sólo podemos avanzar a tientas haciendo lo que buenamente podemos.
.....Esta forma de actuar puede funcionar bastante bien durante algún tiempo. Sin embargo, al final nos llevará, inexorablemente, a meternos en problemas. No sabemos muy bien cómo evitar o superar los obstáculos y peligros que se nos vienen encima. En realidad, estamos condenados a no darnos cuenta de ellos hasta que es demasiado tarde. Y, naturalmente, llegados a este punto, sólo aprenderemos de ellos si admitimos nuestra derrota.

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Lo peor de las mentiras es que éstas se las arreglan para interferir en (y perjudicar) nuestra tendencia natural a percatarnos del verdadero estado de las cosas. Su objetivo es impedir que nos demos cuenta de lo que está sucediendo en realidad. Al mentirnos, el mentiroso procura engañarnos para que creamos que las cosas son distintas de como son en realidad. Intenta imponernos su voluntad. Su objetivo es inducirnos a aceptar sus patrañas como si de una descripción exacta del mundo se tratase.
.....En la medida en que lo consiga, adquiriremos una visión del mundo cuya única fuente es su imaginación, y que no se fundamenta, de manera directa y fiable, en los hechos relevantes. El mundo en que vivimos, en la medida en que nuestra concepción del mismo se asienta en la mentira, es un mundo imaginario. Puede haber lugares peores para vivir, pero este mundo imaginario no nos sirve a ninguno de nosotros como residencia permanente.

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Las mentiras no tienen otro objetivo que perjudicar nuestra concepción de la realidad. Por ello, su objetivo es, de manera muy real, enloquecernos. Si nos las creemos, nuestro intelecto está ocupado y gobernado por las ficciones, fantasías e ilusiones que el mentiroso ha urdido para nosotros. Lo que aceptamos como real es un mundo que otros no pueden ver, tocar o experimentar de manera directa. En consecuencia, una persona que cree una mentira está obligada por ella a vivir "en su propio mundo", un mundo en el que los demás no pueden entrar y en el que ni siquiera el mentiroso reside de verdad. Así, la víctima de la mentira se encuentra, en función del grado de privación de verdad, expulsada del mundo de la experiencia común y aislada en un reino ilusorio en el que no hay ningún camino que los otros puedan encontrar o seguir.

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La incoherencia lógica también debilita la actividad intelectual. Cuando una línea de pensamiento genera una contradicción, su progresiva elaboración posterior se bloquea. El razonamiento puede avanzar en cualquier dirección, pero al final no le queda más remedio que retroceder: debe sostener lo que ya ha rechazado o debe negar lo que ya ha afirmado. (...) El pensamiento contradictorio es irracional porque se derrota a sí mismo.