2.– Están también los biedmistas: tan bienintencionados, y hasta simpáticos, como chapuceros. Siempre me llamó la atención el abismo que hay entre los poemas de Gil de Biedma y los del noventa por ciento de sus seguidores. Entendí lo que pasaba cuando leí aquel librito de la correspondencia entre Gil de Biedma y Joan Ferraté, así como los diarios del poeta, en que se pormenorizaba la evolución de ciertos poemas, de los que se iba mostrando sus diferentes fases. Esas primeras fases de lo que ya conocíamos y admirábamos como poemas acabados, tenían (¡justamente!) el aspecto de los poemas que poblaban los libros de la inmensa mayoría de los biedmistas. Ahí estaba la explicación: los biedmistas publicaban como poemas lo que Gil de Biedma hubiese considerado meros borradores.
3.– Los poemas de Jaime Gil de Biedma, sí: cuantísimas veces leídos ya, desde hace años, y siempre con alguna sorpresita en cada nueva lectura. La de ahora me ha dejado alucinado. ¿Cómo es que nunca me había parado en ella, con la de veces que he leído "Pandémica y Celeste"? Pero ahí está, la impresionante imagen (el endecasílabo del sol hasta me lo sabía de memoria... pero nunca me había asaltado su grandeza):
Mi amor,
............íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.