31.12.07

Biedmianas

1.– Hay una especie particularmente risible de mentecatos, y es aquella de los que afirman que la poesía de Gil de Biedma es fría y cerebral, "sin alma". Lo divertido de estos estirados antibiedmistas es que han picado dócilmente el anzuelo que tendió el propio Biedma. Éste, en efecto, para protegerse, y para coquetear, y también para no resultar embarazoso (por pudor, por estilo; por educación), gustaba de presentar sus poemas como meros artefactos: sólo hablaba, al referirse a ellos, de elementos técnicos, de estructura, de trucos, de disposición de materiales, de juegos con la tradición... Y nuestros entrañables mentecatos se lo tragaron y se pusieron a soltar contra Gil de Biedma lo que Gil de Biedma decía (parcialmente) de sí mismo...

2.– Están también los biedmistas: tan bienintencionados, y hasta simpáticos, como chapuceros. Siempre me llamó la atención el abismo que hay entre los poemas de Gil de Biedma y los del noventa por ciento de sus seguidores. Entendí lo que pasaba cuando leí aquel librito de la correspondencia entre Gil de Biedma y Joan Ferraté, así como los diarios del poeta, en que se pormenorizaba la evolución de ciertos poemas, de los que se iba mostrando sus diferentes fases. Esas primeras fases de lo que ya conocíamos y admirábamos como poemas acabados, tenían (¡justamente!) el aspecto de los poemas que poblaban los libros de la inmensa mayoría de los biedmistas. Ahí estaba la explicación: los biedmistas publicaban como poemas lo que Gil de Biedma hubiese considerado meros borradores.

3.– Los poemas de Jaime Gil de Biedma, sí: cuantísimas veces leídos ya, desde hace años, y siempre con alguna sorpresita en cada nueva lectura. La de ahora me ha dejado alucinado. ¿Cómo es que nunca me había parado en ella, con la de veces que he leído "Pandémica y Celeste"? Pero ahí está, la impresionante imagen (el endecasílabo del sol hasta me lo sabía de memoria... pero nunca me había asaltado su grandeza):
Mi amor,
............íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.

29.12.07

Muchachito atónito

Delicioso librito de Luis Antonio de Villena: Retratos (con flash) de Jaime Gil de Biedma). A propósito de este poeta, contaré cómo supe su homosexualidad. Tiene su encanto, porque surgió de la lectura, espontáneamente. Yo había leído ya a mucho a Gil de Biedma, en aquella coqueta antología de Alianza, dando siempre por hecho que cuando hablaba de amor y erotismo se refería a mujeres. Era la lectura normal, por inercia. Y era ésa justamente, como dice Luis Antonio de Villena en su librito, y como decía también Dalmau en su biografía, la que pretendía el poeta que hicieran los no avisados. Pero Gil de Biedma disponía los elementos con mucha elegancia y sin traicionarse (con un poco de astucia, pero sin engaño): lo contrario de lo que hizo Aleixandre con su patético empleo del femenino (que ha corroído, a mi juicio, su obra; aunque la cobardía de Aleixandre mantiene una función poética: nos sirve para admirar más la valentía de Cernuda). Gil de Biedma no utiliza femeninos, sino expresiones ambiguas como "cuerpo", etcétera (esto lo señala Villena en sus Retratos). Cuando utiliza el femenino, lo hace lícitamente: dice "loca" o "¡si no fueses tan puta!", que en su tiempo no tenían una connotación tan declarada como hoy, pero resultaban inequívocas en el guetto gay. Cuando yo era adolescente no tenía elementos para entender tales guiños, y esos femeninos, tomados al pie, junto con la mención de los famosos "pechitos de manzana" de Joaquina, me hicieron dar por hecho que sus poemas eran heterosexuales. Pronto me aficioné a otros poetas que sí eran explícitamente gays, como Cavafis, Cernuda o el propio Villena. En la poesía de éste, por cierto, puede decirse que tomé consciencia de los placeres del verano (el sol, el mar, la piel indolente): unos placeres demasiado usuales en un malagueño como para haberme parado alguna vez a considerarlos. El caso es que ya me había habituado a leer poemas sobre muchachitos, cuando volví a Gil de Biedma, sin sospechar aún que era homosexual. El descubrimiento se produjo con "Peeping Tom":
Ojos de solitario, muchachito atónito
que sorprendí mirándonos
en aquel pinarcillo, junto a la Facultad de Letras,
hace más de once años,

al ir a separarme,
todavía atontado de saliva y de arena,
después de revolcarnos los dos medio vestidos,
felices como bestias.

Tu recuerdo, es curioso
con qué reconcentrada intensidad de símbolo,
va unido a aquella historia,
mi primera experiencia de amor correspondido.

A veces me pregunto qué habrá sido de ti.
Y si ahora en tus noches junto a un cuerpo
vuelve la vieja escena
y todavía espías nuestros besos.

Así me vuelve a mí desde el pasado,
como un grito inconexo,
la imagen de tus ojos. Expresión
de mi propio deseo.

Este poema ya lo había leído yo innumerables veces, imaginándome siempre el revolcón con una chica. Pero en aquella ocasión, de pronto, vi que era con otro chico. No sé qué provocó esa iluminación: quizá la palabra "muchachito" me predispuso inconscientemente para el hallazgo; quizá el aire furtivo de la escena; quizá la rareza de la palabra "cuerpo"; o (volviendo al primer verso) le hecho de que el tal muchachito estuviese atónito. El caso es que me asaltó de golpe la verdad. Recuerdo mi estupor, entre morboso e incrédulo. Y lo más bonito: de pronto me sentí observado también por el muchachito atónito. Sí, el poema se completó milagrosamente: ese mismo muchachito que ha contemplado la escena, me ha cazado también en mi descubrimiento. Fue una sorpresa sobre la sorpresa. Me sentía impune en mi espionaje escabroso de la homosexualidad del poeta recién desvelada, cuando vi que el muchachito me estaba mirando a mí también, desde el poema.

22.12.07

Luces

Llueve, y el mundo se concentra en llover. Así lo escribió, para siempre, José Emilio Pacheco. Hoy no saldré de casa. Me han traído los periódicos y he desayunado asomado al sonido de la lluvia. La primera del invierno, que empezaba esta mañana y no ayer, pese a los auspicios de la hipopótama. El Málaga Hoy trae un hermoso artículo de Eduardo Jordá sobre la feliz coincidencia de Bayón y Connolly, que mencioné el otro día. Y el Babelia una inteligente crítica (que no veo on-line) sobre la exposición de Chema Cobo. La imagen con que ilustro esta entrada es, precisamente, la felicitación navideña que nos han mandado Chema y Rosa a los amigos. Luces. Ayer estuve un buen rato sentado frente al mar, fumando puritos y mirando la niebla. En el horizonte había un barco del que sólo se veía su silueta borrosa, con cuatro luces prendidas. El azul mediterráneo es perfecto y me encanta; pero también me gusta cuando este mar se pone cantábrico: las hosquedades del alma, con las olas revueltas y el azote de la brisa fuerte, encuentran al fin su correlato objetivo. (Y tampoco está mal que uno pueda amortizar la pelliza siquiera un par de semanas al año.) Saqué el libro que me acababa de comprar en una librería de viejo: A Sentimental Journey de Laurence Sterne. En una edicioncita preciosa de 1957. Perfecto para meterlo en el bolsillo (tiene el mismo tamaño que el moleskine). Lleva un prólogo de Virginia Woolf, que empieza con un estimulante canto a las virtudes del escritor de "mediana edad", a propósito de que Sterne hubiese escrito su Tristram Shandy ya con cuarenta y cinco años:

No young writer could have dared to take such liberties with grammar and syntax and sense and propriety and the long-standing tradition of how a novel should be written. It needed a strong dose of the assurance of middle age and its indifference to censure to run such risks of shocking the lettered by the unconventionality of one's style, and the respectable by the irregularity of one's morals.

Me recordó, de algún modo, a la también estimulante reseña de Rodrigo Fresán sobre la última novela de Douglas Coupland (que encontré en el blog de Manuel Jabois). Dice Fresán que "el verdadero desafío y la verdadera transgresión" pasa "por el escándalo de sensibilizar a los lectores más que por el horrorizarlos". Pues sí. Ese es uno de los temas de nuestro tiempo: ya no vale, para transgredir, ponerse a dar alaridos punks. Los punkies son también la tuna. Estas últimas semanas he estado escuchando muchísimo, otra vez, a João Gilberto. Y no he dejado de pensar en la proeza de este hombre: atado a la hermosura sutil, entre el estruendo, desde hace ya cincuenta años. Como dice Zuza Homem de Mello en su librito sobre el artista: "João sempre tratou a música com ternura, como a deusa de sua vida". A mí me gusta dar saltos de vez en cuando, y pegar voces. Pero sé que la auténtica transgresión, hoy, está más bien del lado del silencio. Esto sigue siendo lo insuperable.

20.12.07

La miseria cotidiana

En el País Vasco están los asesinos, que son quienes son y son sólo eso: asesinos. Y también están los demás nazionalistas, que no son asesinos (algo es algo) pero tampoco dejan de exhibirse cotidianamente como esa otra cosa que son: unos miserables. Enésimo ejemplo (de aquí):
[ANV, PNV, IU, EA y A] acaban de rechazar una propuesta socialista que pedía "todo el peso de la Ley" contra los asesinos de los dos guardias civiles de Capbreton.
.....—¡Todo el peso de la ley...! —le acaba de decir uno de los concejales del PNV a Francisco García, el portavoz socialista—. Eso es muy fuerte, ¿cómo vamos a apoyar nosotros eso?

19.12.07

El crepúsculo celta

Sabía que Cyril Connolly había frecuentado Málaga, y recuerdo haber visto una foto suya en Torremolinos. Pero ignoraba lo que me contó la semana pasada Jordá: que su lugar de residencia era La Cónsula, que pertenecía a la familia de su primera mujer. Aquella finca es hoy una prestigiosa escuela de hostelería. Y lo asombroso es que en su jardín están las cenizas de Félix Bayón. Fueron enterradas allí por motivos gastronómicos, y resulta que había también motivos literarios. No sé si Bayón leyó a Connolly, pero sin duda suscribiría esta frase: "El escritor debe ser un detector de mentiras que exponga las falacias en las palabras y los ideales antes de que maten a medio mundo". Pertenece a Enemigos de la promesa, donde se encuentra este otro párrafo intachable:
Es la sobremesa de un día sofocante. El almuerzo ha consistido en una tortilla, vichy y melocotones. La mesa está a la sombra de un plátano, y un gramófono suena en la habitación contigua. Siempre procuro escribir por la tarde, pues corre suficiente sangre irlandesa por mis venas para que tema el temperamento irlandés. La forma literaria que éste adopta, conocida como el crepúsculo celta, consiste en una adicción a la melancolía y un uso exagerado de palabras, y los buenos escritores irlandeses exorcizan al demonio disciplinándose en una cultura extranjera y más rigurosa. Yeats traducía del griego, mientras que Joyce, Synge y George Moore huyeron a París. En cuanto a mí, el latín de Augusto y el inglés neoclásico me parecen los mejores correctivos, pero no siempre dan el resultado apetecido y, si escribo cuando oscurece, las sombras del crepúsculo esparcen sus tonos purpúreos desde el principio hasta el fin de mi prosa.

15.12.07

El mal de Vila-Matas

Después de escribir ayer sobre Vanexxa, y sobre todo después de escribir lo de "acojonantemente buena", me acordé de un pasaje del diario de mi amigo Hervás (que está inédito y me parece, sí, acojonantemente bueno):
Cuando Vila-Matas habla de música lo percibo como un hombre viejo. ¿Pero qué dice el viejo este de Rosario Flores o Tom Waits —quien será, por cierto, más viejo que Vila-Matas? Las referencias musicales las puede hacer Ray Loriga, pero ¿Vila-Matas? En cambio es fantástico tropezarse con sus valoraciones futbolísticas.

Ese sería, propiamente, el mal de Vila-Matas. Su famoso libro, por otra parte, me regala un título perfecto para el día que me decida a escribir un tratado sobre ética: El bien de Montano.

14.12.07

Vanexxa

Hoy en día sólo hay una especie más baja que la de los cantautores españoles: la de los raperos españoles. El rap español es de una ramplonería y una mediocridad insufribles. Y es también, pese a ciertas proclamas pomposas, de una patética docilidad. El rap español no es más que la tuna en chándal. Sólo se había venido salvando esporádicamente hasta ahora cuando se aflamencaba (como, un poco, en La Mala Rodríguez). Este año, sin embargo, he empezado a escuchar a Vanexxa, que es buenísima y que demuestra que el problema no estaba en el género, sino en la falta de talento de los que lo han ejercido hasta ahora en España. Falta de talento que, por cierto, no es generacional: al tiempo que los raperos españoles se cuelgan del ripio, el topicazo y el adocenamiento, florecen espléndidos grupos indies de pop, con un nivel como no había habido antes por aquí. Vanexxa, en realidad, mezcla las dos cosas: el rap y el pop. Yo no entiendo de música, pero me gusta. Me parece acojonantemente buena. Y sus letras (y el modo de cantarlas y decirlas) son un prodigio de energía, sentimiento, ironía, chulería, ingenuidad, grito y contención. Se está empezando a hacer famosa y tal vez la conozcan ya. Para los rezagados, aquí va "Espejismo". El otro día la presentó en Radio 3 con mucha gracia: "Esta canción le está gustando a todo el mundo, porque habla del amor convencional". (Más en MySpace.)

13.12.07

El tiempo de las bicicletas

Cervezas ayer tarde con Curro en la plaza de Uncibay. Antes subimos un momento a su casa para que me dejara el libro de conversaciones sobre Cioran y Fiesta bajo las bombas de Elias Canetti. A Canetti siempre lo he detestado. Me ha pasado lo mismo que con Eliade (al que he detestado, sin embargo, un poco menos que a Canetti). A los dos les sucedió la misma desgracia conmigo: al abrir al azar el primer libro de cada uno que cayó en mis manos, me saltó un ataque a Nietzsche. Lo molesto, en ambos casos, no fue tanto el ataque como el poco talento y la medianía del ataque. Así murieron para mí, antes de nacer, esos dos autores. De Eliade llegué a leerme luego su diario portugués, en el que habla, por cierto, de una jornada que pasó en Málaga en los años treinta (recuerdo brochazos de sol y una deambulación nocturna por el puerto). Weil, que lo admira, me ha hablado mucho de él, y mientras me ha hablado Weil me ha gustado Eliade. Pero en cuanto se ha alejado Weil con su admiración por Eliade y me he quedado a solas, siempre he vuelto a detestar a Eliade. A Canetti ni me he planteado leerlo jamás (y eso que Weil también recomendó durante un tiempo Masa y poder, y otro amigo La lengua absuelta). Le he pedido el libro a Curro porque hace tres noches leí una referencia de Azúa a un texto cruel de Canetti sobre Iris Murdoch, con escabrosos detalles sexuales. Ese era el único que me interesaba y el único que leí anoche (y voy a leer) del libro de Canetti. El detalle sexual no era para tanto: consistía, básicamente, en la absoluta pasividad de Iris Murdoch mientras la penetraba Canetti. Lo escabroso es más bien que lo cuente Canetti. Es un texto bastante lacio, por lo demás, como ya me imaginaba que sería Canetti. Azúa hacía un atinado comentario sobre el diferente modo de odiar de Bernhard en comparación con Canetti: "También al austriaco le excitaba el odio, pero jamás se permitió un descenso a la abyecta prensa amarilla. Es la diferencia entre un gran artista y un malogrado, por más Premio Nobel que le cayera". Luego leí el libro de conversaciones sobre Cioran, del tirón, aunque expurgando. La mejor, desde luego, es la de Savater ("es un Savater un tanto extraño", me había advertido Curro, "un Savater metafísico pero que está muy bien"), y después la de la mujer de Cioran, Simone Boué, con Cioran ya muerto y poco antes de morir ella misma, "ahogada en una playa". Habla del tiempo de las bicicletas:
Teníamos unas bicicletas muy viejas y pensamos que para el viaje necesitábamos unas nuevas, pero en aquellos tiempos era muy difícil conseguir cualquier cosa. La única vía era el mercado negro. Finalmente, como si fuéramos niños, mi abuela nos consiguió dos bicicletas. [...] Recuerdo que entramos por Port Bou y un policía de la frontera no nos permitió pasar en bicicleta porque consideró que el camino era demasiado duro para una mujer. Nos obligó a ir hasta Figueras en autobús. Cuando llegamos a Figueras, cogimos nuestras bicicletas y volvimos a Port Bou; queríamos hacer todo el trayecto montados en ellas, bajando por la costa, era un reto que nos habíamos propuesto.

Dieron las doce y empezó Galilea. Dedicó el programa a Mônica Salmaso, que iba perfecta con Cioran. Una de las canciones era un poema de Pessoa, que yo ya conocía de A música em Pessoa: Na ribeira deste rio/ Ou na ribeira daquele/ passam meus dias a fio/ Nada me impede, me impele,/ Me dá calor ou dá frio...

11.12.07

Nihilismo

Un síntoma alarmante de nihilismo, de nihilismo mío y de nihilismo de la época (¡me agazapo aquí en el Zeitgeist!), es que lo que se me quedó de American Psycho (de la película, la novela no la leí) no fueron los horrendos crímenes, sino todo aquel maravilloso carrusel de las cremitas masculinas. Todo aquel ascetismo cosmético de samurai...

6.12.07

Orejudo

Nada, parece que esto de las vacaciones blogueras no va conmigo... Escribiré, pues: hasta que deje de escribir (¡no descarto socavones sin aviso previo!). Pero vamos al tomate (o antitomate, en este caso: porque hablaré de la televisión que no salpica). Hace un par de noches vi a Antonio Orejudo en El público lee, de Canal Sur 2, que es, sin duda, el mejor programa literario que ha habido en mucho tiempo en la tele. Tal vez deberían exportar la fórmula a TVE. Curiosamente, su éxito se debe a lo contrario que el del otro programa de libros que funcionaba, el francés Apostrophes. Éste se apoyaba en la brillantez del presentador Pivot; El público lee, en cambio, reposa en la humildad y bonhomía del presentador Vigorra.

Orejudo estuvo bien. Le habían puesto a tres lectores que rozaban ligeramente el frikismo. Uno de ellos era una especie de Jesulín de Ubrique estudiante de Filología Inglesa (lo pronunció todo en cerrado andaluz, salvo la expresión stream of consciousness, en perfecto inglés, yo diría que de Oxford). El chavalito, por lo demás, era portador de unas considerables orejas: se ve que el encargado del casting quiso jugar conceptualmente con el apellido del invitado... Junto con el orejudo en minúsculas estaban un joven matemático estirado y formalito, y una señora que podría ser calificada de espantosa. Era una mujer de cincuenta y muchos, estirada, pagada de sí misma (¡revenida!), y con un discurso mezcla de maruja andaluza y feminista de manual. Esta señora, como era de prever, proporcionó los mejores momentos del programa. Por ejemplo, cuando le afeó al autor algunos pasajes de Fabulosas narraciones por historias (que era la novela de que se hablaba, con motivo de su reedición). Le dijo la señora: "¿No podrías haber eliminado algunos grumillos? Es que la novela tiene algún que otro grumillo bien desagradable... ¿Qué trabajo te hubiera costado haber eliminado esos grumillos? Haberle pasado un poco de bechamel a esos grumillos, vamos...". Vigorra le pidió que leyera alguno de esos pasajes "con grumillos". La señora se azoró. Pero al final leyó uno que hablaba de qué feo que los hombres lleguen al mundo saliendo del "fandango" de la mujer. "He dicho fandango", especificó la señora, "pero lo que viene en el libro es una palabra muy desagradable, de cuatro letras". Orejudo salió bien del aprieto: "¡Justo por eso mismo me regañó mi madre!". Luego se vengó, poniéndole esta dedicatoria: "A Fulanita, que me dio miedo desde el principio".

Por lo demás, me cayó estupendamente Orejudo (descontando una tontuna fláccidamente progre que emitió) y me entraron ganas de leerme su libro, del que se mencionaron chanzas muy apetecibles sobre (¡contra!) la Generación del 27: esa generación en la que sólo hubo dos auténticos poetas, muy grandes, Cernuda y Lorca, rodeados de señoritos del verso.