12.4.08

Un placer de tebeo

Esos ceporros que no pueden disfrutar con Bernhard piensan que uno lee a Bernhard por pedantería (como si no tuviera nada mejor que hacer). Ayer, a propósito de mis instrucciones para leer a Bernhard, me preguntó un Anónimo en el Nickjournal: "¿por qué su placer con Bernhard va a ser más placer que el de un ama de casa con Corín Tellado?". A lo que respondí esto:

Me siento en comunión, leyendo a Bernhard, con el ama de casa que lee a Corín Tellado. Si yo disfrutara como disfruto con Bernhard leyendo a Corín Tellado, leería sin duda (también, o quizá en exclusiva) a Corín Tellado. Yo estoy a favor del placer en la lectura. Si yo leo a Bernhard es porque disfruto con Bernhard. Yo leo a Bernhard porque ya no puedo disfrutar con Mortadelo y Filemón como disfrutaba con Mortadelo y Filemón de niño. De hecho, si leo a Bernhard es justo para disfrutar como disfrutaba con Mortadelo y Filemón de niño: porque ese placer (¡ése exactamente!) no lo obtengo ya con Mortadelo y Filemón sino con Bernhard.

Y no cito a Mortadelo y Filemón por boutade: es que la lectura de Bernhard me proporciona (¡exactamente!) un placer de tebeo. Bernhard tiene esa mecánica repetitiva de los tebeos, tiene ese engranaje repetitivo de los tebeos, que uno lee disfrutando y siempre pide más. Hay que citar una vez más la memorable frase de Ferlosio en su discurso del Cervantes: "El argumento se quedó parado y sobrevino la felicidad". Así Mortadelo y Filemón (así Corín Tellado). Así Bernhard.