19.6.08

Alusiones spinozianas

En primero de Filosofía un profesor neotomista nos confesó que su filósofo más odiado había sido Spinoza. Eso se me quedó grabado y la otra tarde Curro me dijo que a él también. Al tal profesor lo detestábamos, aunque con el tiempo fuimos admirando su inteligencia y reconociendo que, en la Facultad, era el único que merecía la pena: el único brillante. Ahora veo cómo hilaba fino el cabrón. No Montaigne, ni Hume, ni Voltaire, ni Schopenhauer, ni Nietzsche: Spinoza. Sí, siempre ha estado ahí. Tan refinado, que hemos tenido que pasar las tormentas adolescentes para mirarlo de verdad... Pero la simpatía, como dije, es antigua. Desde la primera clase de bachillerato, cuando apareció con su inquietante Deus sive Natura de infinitos atributos (de los cuales sólo conocemos dos: nos falta por conocer el infinito menos dos). Por aquellos tiempos de la Movida, Lou Reed nos dejó pasmados en su entrevista para La Edad de Oro: Paloma Chamorro le preguntaba de música y él hablaba de Spinoza. Después, las menciones frecuentes de Savater y Trías: en Invitación a la ética, sobre todo, y en Meditación sobre el poder. La pujante frase: "Nadie sabe lo que puede un cuerpo". O los versos finales de uno de los dos poemas que Borges le dedicó al filósofo: "El más pródigo amor le fue otorgado, / el amor que no espera ser amado". Y las adhesiones de Goethe y Nietzsche, por supuesto. Y su método geométrico, que nos evoca ahora (juguetonamente) a Duchamp... Volviendo a Savater: la historia de que leyó la Ética en sus días de cárcel, durante el franquismo. O el título del ensayito que le dedicó en Apóstatas razonables, como me recuerda Luna: "Spinoza o la alegría de lo necesario". Gamper me recomienda el Spinoza de Alain, que era el preferido de Borges. Estos días me han hablado además de la biografía de Steven Nadler, los estudios de Deleuze, La sinagoga vacía de Albiac... En principio estoy abierto a toda la bibliografía sobre Spinoza: ¡menos a los libros de Toni Negri! Admito incluso el estudio, indicado por Gengis, de Jonathan Bennett, en que refuta los errores lógicos de la Ética: ¡pero a mí a Negri no me lo cuelan ni loco! Me he acordado también de Antonio Damasio y su En busca de Spinoza. Y Nadales me dice que, en una visita en Amsterdam a la sinagoga de la que expulsaron a Spinoza, le ocurrió algo ciertamente spinoziano: pisó una lentilla de cristal.