14.9.08

Un Holmes asesino

La perfección es intransitiva, exclusivista, exterminadora. Así el Holmes de Brett. Me he dado cuenta de que ya no me gustan (¡ya no admito!) otros Holmes que no sean Brett. El Holmes de Brett es un asesino: el asesino de todos los demás Holmes. He estado revisitando algunos y ya no funcionan. Por el momento me he reservado a Rathbone; pero cometí la imprudencia de ponerme el de La vida privada de Sherlock Holmes, que tanto me gustaba, y me ha costado trabajo digerir su careto. Al final se ha impuesto, porque la película de Billy Wilder es maravillosa, y Robert Stephens en sí es un correcto profesional. Todo lo contrario del insufrible (¡y espeso!) Joaquim de Almeida, el Antonio Banderas portugués, en O Xangô de Baker Street, una película brasileña que lleva a Holmes al Río de Janeiro del siglo XIX (de manera bastante insufrible y espesa también, aunque con ciertos guiños simpáticos para los brasileñistas: como cuando se ve a Holmes con el coco en la mano como si fuese su pipa, o la secuencia en que Watson inventa la caipirinha; por no hablar de la mulata luminosa Thalma de Freitas). ¿No le da vergüenza a Almeida hacer eso después de Brett? ¿Y no les da vergüenza a los demás haberlo hecho antes? Todo Holmes que no sea Brett es un impostor. Y todas las películas y series de Holmes sin Brett son una estafa. Por fortuna, quedan las del propio Brett. Hay nuevas iluminaciones. Curro me manda este artículo magnífico sobre el arte de Jeremy Brett. Y Andújar me habla de su “mímica chiquitista”. ¡Es verdad! ¡Ciertos espasmos de Brett recuerdan a los de Chiquito de la Calzada! Sí, queda el propio Brett, para revisitaciones infinitas. Por lo pronto yo, cuando termine de ver la serie doblada, volveré a verla en versión original. Hay momentos inolvidables. Como cuando van a visitar el club Diógenes y Watson le pregunta a Holmes cuáles son sus requisitos. “¡Silencio y misantropía!”, contesta el detective. Eso es: ¡silencio y misantropía!

Pero volvió a conquistarme, pese a todo, la hermosura de La vida privada de Sherlock Holmes. Es una película que le pasa lo que a Encadenados, de Alfred Hitchcock: con todos sus demás atractivos (¡deliciosos, irrenunciables!), gana densidad y hondura si se la ve fundamentalmente como una historia de amor. Me quedé con ganas de más y me puse Avanti! Hará cinco años que la vi por última vez y sigue ganando con el tiempo. ¡Purita delicia! (Al final el romanticismo del cínico Wilder es uno de los pocos que sobrevive: porque lleva la dosis justa de pimienta para que no apeste el corazón.)