13.3.09

Anestesista Maeso

Hablando de multitudes, creo que fue el ministro Sebastián (o quizá haya que ir diciendo el pre-ex-ministro Sebastián) quien sugirió que con todas las estatuas de Franco que se están retirando podría montarse un ejército como el de los soldados chinos de terracota. Me parecería la mejor salida para el stock; y de paso el mejor monumento antifranquista posible: el dictador ridiculizado mediante su repetición ad nauseam. Quizá hasta podría patrocinarlo Naturhouse: un regimiento de gorditos camino de la dieta (¡del régimen!).

Pero la medida antifranquista más inquietante, por lo sutil, es la que han tomado en Sevilla. Resulta que a la calle José María Pemán le han puesto ahora calle Escritor José María Pemán. ¡Ahí ha habido un cerebro, alguien capaz de captar que la indicación del oficio del homenajeado supone una degradación! Al tiempo que se le homenajea, se transmite el mensaje de que nadie sabe, en realidad, quién diablos es. Hacer eso con alguien como Pemán, del que, aunque ya no se le lea, todavía se recuerda su profesión, es, literalmente, embalsamarlo en la plaquita... Pero cuando ni siquiera se sabe quién es el homenajeado, el efecto es atroz: ahí queda el cascarón, la carcasa del nombre, después de que su obra se haya perdido. De Málaga la calle que más me conmueve es Cómico Riquelme. Cada vez que puedo, paso por la calle Cómico Riquelme, que atravieso siempre aplastado por la melancolía: es una calle fea y la impregna una sombra de payaso triste y de penuria. Hay otra que conozco desde niño, la calle Compositor Lehnberg Ruiz, sin haber pensado jamás que, realmente, tales apellidos correspondían a uno que componía música. Por eso me sobresalté la otra tarde al escucharlos en Radio 2, donde emitieron una de sus composiciones (que no me pareció recordable). Al cabo, creo que sería más compasivo poner el nombre a secas: que el transeúnte sepa que fracasaste, pero no en qué.

En cambio otros sí deberían ir por siempre asociados a su oficio, como un baldón. Por ejemplo: calle Showman Milikito. O calle Caricato Wyoming. O calle Cantante Melódico Dyango. O calle Cantautor Víctor Manuel. O calle Rockero Mike Ríos. O calle Periodista Buruaga. O calle Superviviente Urdazi. O calle Intelectual De Toro. O calle Presentador Pepe Navarro. O calle Director de Cine Médem. O calle Escultor Lorenzo Quinn... Pero lo que más me gustaría sería una calle Anestesista Maeso. De hecho, debería haber en cada ciudad española una calle Anestesista Maeso. El Anestesista Maeso es, de hecho, el español más sintomático de nuestros días: un tristón panfilote que, por dejadez, por comodidad, por pereza, va y te mata. ¡Pido una calle Anestesista Maeso ya! ¡Hay que crear, una, mil calles Anestesista Maeso! ¡Que ninguna localidad española, por pequeña que sea, se quede sin su calle Anestesista Maeso! Y ya, de paso, que le erijan montones de estatuas (ecuestres o no), con vistas a retirarlas todas en el futuro y formar un ejército de Anestesistas Maesos de terracota... ¡El ejército de la muerte lacia!