23.6.09

Bayón en Irán, 1979

Hace treinta años Félix Bayón se encontraba en Teherán, cubriendo la revolución islámica de Jomeini para el diario El País. En estos días de nuevas agitaciones iraníes es un gusto releer aquellas crónicas. Copio tres:

Un general de la policía, linchado en Teherán

FELIX BAYON ENVIADO ESPECIAL - Teherán
EL PAÍS - Internacional - 30-01-1979

El general Latiffi, jefe de las fuerzas policiales de Teherán, fue linchado y después degollado ayer por los manifestantes frente a la Universidad de la capital después de que éstos le reconocieran como el responsable de la matanza del domingo, en la que unas cuarenta personas resultaron muertas por los disparos del Ejército y la policía. El abortado diálogo Bajtiar-Jomeini hace entrar a Irán en una crisis que puede ser definitiva. Ayer por la mañana, el primer ministro, Shapur Bajtiar, declaró a todos los periodistas presentes en Teherán que «por el momento», no irá a Francia a entrevistarse con el ayatollah Jomeini.

El primer ministro se reunió ayer con la prensa en una amplia sala cercana a su residencia. Testigos mudos de la reunión eran un busto y dos retratos del sha y otro de Farah Diva. Pudorosamente, poco antes del inicio de la conferencia de prensa, el retrato del sha que estaba situado justo detrás del sillón que habría de ocupar Bajtiar fue cubierto con una pantalla de proyección cinematográfica. Shapur Bajtiar trató de dar una imagen relajada y optimista. Abundó en las extrapolaciones de procesos políticos de otros países aplicados a Irán y utilizó con generosidad, y casi exclusivamente, la primera persona.

Sobre los disturbios de los últimos días, Bajtiar afirmó «que están provocados por gentes que no quieren la libertad, sino la anarquía». Añadió que eran «una provocación llevada a cabo por gentes entrenadas y venidas de fuera de Irán». «Si no hay provocaciones, no habrá más muertos», dijo.

En un duro ataque a sus adversarios, Bajtiar afirmó que, además de la Savak (policía política del sha), que está en trace de disolución, existen dos savak más: «Una religiosa y otra más, que es el poder rojo

Sobre la posibilidad de que Jomeini regrese a Irán dijo: «Le he dicho varias veces al ayatollah que es libre de volver.» Más adelante aclaró: «Un tema que previamente habría que arreglar es ver quién establece las medidas de seguridad, si el Gobierno o los partidarios de Jomeini.»

Jomeini puede volver hoy

Hoy, al amanecer, está previsto que se abra el aeropuerto. Es posible que Jomeini trate de entrar en el país. Ayer noche, sus partidarios, con cierto sigilo, tomaban contacto con algunos periodistas extranjeros para ir repartiendo los asientos de los autobuses en los que los informadores acreditados habrían de acudir al aeropuerto.

Mientras tanto sigue aumentanto la violencia y se confirman los indicios de fuertes divisiones en el Ejército: 172 técnicos de la aviación militar han sido detenidos el pasado fin de semana.

Un nueva ola de xenofobia se ha desatado. Aumentan los casos de ciudadanos extranjeros atacados. La exigua colonia española que ha continuado aquí después de la evacuación se encuentra perfectamente. La noticia publicada el domingo por El Periódico, de Madrid y Barcelona, y reproducida por Journal de Tehenjan y Ettela At, en la que se hablaba de venta de armas de España a Irán, han producido cierta inquietud. De no aclararse pronto esta cuestión, se teme que los españoles y sus intereses en Teherán puedan correr peligro.

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Teherán recobra una calma desconocida durante meses

FÉLIX BAYÓN ENVIADO ESPECIAL - Teherán
EL PAÍS - Internacional - 03-02-1979

Ayer, un día después de la vuelta de Jomeini, Teherán estaba en completa calma. Sólo ocasionalmente se veía un helicóptero en el cielo o un camión militar en las calles. Tras semanas de tensión, la ciudad parecía sumida en un profundo relax. Las anchas avenidas estaban desiertas.

Sin embargo, en un humilde barrio del sureste se vivía una auténtica kermesse tercermundista. Las estrechas calles estaban llenas de gente y cualquier excusa era buena para formar un corro: un niño que hace una pintada sobre un muro, o alguien que pregunta una dirección. Por todos lados, carteles, pancartas, guirnaldas de flores y grandes retratos del líder recién llegado. En este pequeño barrio de casas bajas vive Jomeini estos días. La primera jornada de Jomeini en Teherán ha sido muy sencilla. Por la mañana dirigió las preces de las mujeres. Entretanto, se sentó sobre un tapiz, en el rincón de una gran habitación vacía de muebles, y dejó pasar ante sí a varios miles de sus seguidores.

Fuera del edificio que alberga la escuela coránica que habita el líder chiita está la camioneta Chevrolet que le condujo desde el aeropuerto a la ciudad. Tiene varios cristales rotos, la carrocería completamente abollada y los dos retrovisores exteriores arrancados. Todo ello producto del fervor de sus seguidores.

Frente a la escuela, colgados de la alambrada que rodea un solar, una serie de mensajes de bienvenida emitidos por diferentes grupos y organizaciones. Por todos lados, niños que corren y cantan: «Jomeini es el imán, Jomeini es el imán...»

Ayer, el líder del Frente Nacional, Sandjabi, atacó al primer ministro, Bajtiar, quien hasta hace pocos meses había sido su correligionario. Sandjabi vino a decir: «El recibimiento a Jomeini fue un voto de confianza de la nación hacia su líder. Si Bajtiar es tan demócrata como dice, tendrá que dimitir.»

Administración paralela

El día anterior a las declaraciones de Sandjabi, Bajtiar había mostrado nuevamente sus deseos de entrevistarse con Jomeini. Pero esta vez, el primer ministro iraní parece empeñado en que la iniciativa parta del propio líder chiita, cosa, en cualquier caso, bastante improbable. Mientras Bajtiar se encuentra a la cabeza de una Administración paralizada por las huelgas, los seguidores de Jomeini organizan toda una Administración paralela que, por el momento, funciona mejor que la otra. Al servicio de orden de las manifestaciones se le llama ya «policía islámica». El sistema de telecomunicaciones, por ejemplo, se arregla instantáneamente en cuanto los chiitas se empeñan.

Durante todas estas semanas, el problema de las transmisiones fue el drama de todos los enviados especiales en Teherán: los télex no funcionaban y era casi imposible llamar desde Teherán al extranjero. El día de la llegada de Jomeini, inesperadamente, los periodistas radiofónicos pudieron improvisar relatos en directo desde el aeropuerto, y todos, al llegar al cementerio en el que Jomeini se dirigió a sus fieles, quedamos absolutamente sorprendidos con algo que parecía irreal: en pleno cementerio había sido instalada una batería de doce télex que funcionaban perfectamente.

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Los hombres que juraron dar la vida por el sha se entregan sin disparar un tiro

FELIX BAYON ENVIADO ESPECIAL - Teherán
EL PAÍS - Última - 13-02-1979

Al palacio de Niavaran (residencia del sha) los ruidos llegan muy amortiguados y llenos de ecos. Todavía se escuchan los disparos de las últimas escaramuzas: cada vez las ráfagas son más breves y distantes. En primer plano queda el piar de los pájaros, el graznido de los cuervos y el ruido constante de las acequias y fuentes del jardín. Los hombres del sha se han entregado.

Las montañas de Tuchal están muy cerca y aún se puede ver la nieve cuidadosamente amontonada a los lados de los senderos que llevan a palacio. Dentro todo está intacto. Trescientos inmortales de la Guardia Imperial han esperado durante semanas la vuelta del sha. La residencia del emperador fue uno de los últimos objetivos de los guerrilleros. La rendición sin resistencia estaba decidida ya el domingo por la noche. Quedaban por negociar las formas. Ayer, al amanecer, había banderas blancas en los cañones de los tanques que protegían el palacio. A las nueve de la mañana, el mullah de la mezquita más próxima, Mohammed Hakim, ha entrado en el recinto con un Mercedes negro para concluir las conversaciones. Han bastado dos horas.

Poco después, los inmortales formaban en la explanada de la fachada principal. La edad media alcanza unos veinticinco años, pero hay también algún soldado barbilampiño. Son las tropas de élite, los hombres que habían jurado dar la vida por el sha, el último recurso del emperador. No ha habido combate. Sus uniformes están impecables. Sólo alguno tiene las hombreras rasgadas: los galones han desaparecido para ocultar los rangos.

En la negociación se ha decidido dejarles libres y proveerles de ropas civiles para que puedan marcharse en paz. De pronto, un soldado rompe a llorar y a dar gritos: «¡Hemos jurado dar la vida por el palacio!, ¡es nuestra casa!» Inmediatamente, los gritos se contagian y los inmortales van rompiendo la formación. Alguno se abraza a un árbol, otro se golpea la cabeza con los puños. Todavía no se han hecho cargo de su situación y hay incluso palabras severas para un periodista: «¡Aquí no quiero fotos!, ¿eh?»

La rendición de los "hermanos"

Un oficial se dirige a la tropa, tratando de contener el torrente de lágrimas: «No debéis llorar. No somos prisioneros. Los que esperan fuera son vuestros hermanos.» Al otro lado de la verja algunos guerrilleros contemplan la escena con los ojos enrojecidos. Sobre el escudo imperial de la gran puerta hay ya una foto del ayatollah Jomeini. Quinientos metros más allá, al otro lado de las barricadas, un viejo prepara un brasero con incienso, que han de aspirar los inmortales. «Es para alejar los diablos», dice. El coronel Yusefi Neyat trata de no ver la escena. Espera conseguir una comunicación telefónica en la oficina del cuerpo de guardia. Es un hombre bronceado y deportivo de foulard al cuello y mirada altiva. Durante muchos años Neyat dio las novedades diariamente al emperador. Era, pues, un hombre clave de la sociedad de Teherán. Entre los guerrilleros hay también gente de su casta. Mezclado con los desheredados se encuentra un joven que recoge su guerrera con un cinturón de Jean Courreges, calza finas botas italianas y habla un inglés de acento refinado. Otro, que no ha conseguido una metralleta, lleva como únicas defensas un palo de golf y un casco de rugby.

Por fin, Neyat consigue hablar con el exterior: «Estoy bien. Ahora vamos a salir. Voy para casa.» En la oficina del cuerpo de guardia están todavía los retratos del sha, de la emperatriz y de su hijo mayor. En un armario funcionan aún los monitores de televisión de rayos infrarrojos que vigilaban el palacio. Sobre un sillón ha quedado una revista deportiva. En el suelo hay papeles destrozados: los inmortales han sentido de pronto la necesidad de romper su reciente pasado.

En medio, los guerrilleros posan divertidos para un fotógrafo. Neyat lleva aún su pistola al cinto: continúa fingiendo que no se ha rendido, sino que, simplemente, ha hecho la paz con sus hermanos.
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PS. Ignacio Martínez ha puesto en su blog una entrevista de Bayón a Jomeini (noviembre de 1979).