30.5.09

Subida al Vesubio

Qué bonito el Giro ayer. ¡La costa amalfitana! Los ciclistas subieron al Vesubio, pero para llegar al Vesubio atravesaron paisajes espléndidos (¡Ravello, Sorrento, Nápoles, Pompeya!). El volcán se veía a lo lejos y un comentarista de la RAI dijo: "Su perfil siempre me ha recordado al del Mont Ventoux". ¿Para qué quería más (yo)? En uno de los spots poéticos conmemorativos del centenario de la carrera, se recitó: "El ciclismo, cuando es bello, es de una belleza dolorosa". Arriba estaba el cráter. Evoqué a Empédocles, que se arrojó a otro ("ser fuego, fuego solo, fuego en la alta cumbre, sagrada y estéril, del Etna"). En el Facebook jugamos a hacer haikus; me decanté por este: "Volcán en calma. / Esfuerzo de ciclista. / Sube la lava". Al final ganó Sastre y quedó una estela de mar y voces en italiano.

28.5.09

Momento antifranquista

Sigo con las conferencias de la Fundación Juan March. Ahora estoy con las de Francisco Rico; pero he intercalado dos en las que participa Juan Benet, correspondientes a un ciclo sobre "novela española contemporánea" que tuvo lugar en 1975. En la primera, tras una extensa presentación del crítico Darío Villanueva, toma la palabra Benet (minuto 50:55). Cuando la escuchaba ayer, me llamó la atención una humorada antifranquista que suelta. No menciona el nombre de Franco, pero la alusión está clara. Tan clara, que los asistentes aplauden. Me resultó llamativo el descaro y comprobé la fecha: 4 de junio. Al dictador todavía le quedaban cinco meses largos de vida. Pero aquel era el ambiente social de España; al menos, el ambiente de cierto público cultural. A quienes les interese sólo ese momento (delicioso), que vayan directamente al minuto 61:08 y escuchen hasta que, justo después de los aplausos, Benet añade otra frasecita (61:48).

En la segunda, que he escuchado hoy en el autobús a Benalmádena, Benet interviene menos, porque son varios los participantes; pero las pocas veces que lo hace es el mejor, y el que tiene más gracia. De este coloquio, me ha llamado la atención el desdén con que hablan algunos (en especial Zamora Vicente) de la literatura hispanoamericana, que por entonces empezaba a triunfar entre los lectores españoles. A los de mi edad, que ya crecimos leyendo a esos autores, nos sorprende constatar aquella resistencia del principio. Quizá a los visitantes hispanoamericanos de este blog que lo escuchen les sorprenda también.

22.5.09

El mundo sigue

Insomnio anoche; uno de esos insomnios ásperos, semidepresivos, en que resulta imposible concentrarse para leer. Me levanté para trastear en el ordenador, pero tampoco. Vi un capítulo de A dos metros bajo tierra y seguía sin tener sueño. Entonces puse la película que le había copiado a Curro por la tarde, El mundo sigue, de Fernando Fernán-Gómez. ¡Asombro! Es de 1963, pero nadie la vio en su día. Junto con el disfrute (amargo, desasosegante) de la historia, no podía dejar de pensar en eso: el artista Fernán-Gómez, al que ya admirábamos pero del que desconocíamos su obra maestra. Como conjeturaba Antonio Muñoz Molina en el artículo que le dedicó el año pasado, debía de tener "el orgullo secreto de haber hecho El mundo sigue". Me acosté a las cuatro y al fin me dormí. Esta mañana guardaba una memoria extraña de lo visto: como si fuese imposible una película así en la España de aquel tiempo. Pero existió. La hizo Fernán-Gómez.

19.5.09

Orquídea negra

Tercer aniversario de este blog. Desde hace unos meses escucho con frecuencia el disco Uma tarde com Bud Shank e João Donato y he ido a buscar si había algo en YouTube, para ponerlo como conmemoración. Lo había. Pero con la noticia de que Shank murió el pasado 3 de abril. Ahora el tema suena a marcha fúnebre, pero sigue siendo fabuloso: "Black orchid".

* * *
Hoy, además, era mi cumpleaños. El blog lo inauguré el día de mis cuarenta. Nací por la tarde, a las siete.

18.5.09

Comienza un idilio



Ayer, después de comer, con el café y un purito, me puse al fin A dos metros bajo tierra. ¡Magnífica, magnífica! La gozosa sensación de que empezaba un idilio. Un idilio de, exactamente, sesenta y tres días: porque sesenta y tres son los episodios y sólo veré uno por jornada. He optado por sacarle placer al aplazamiento de la compulsividad. La serie me la mandó entera, en un pendrive, mi amiga Francis. ¡Estupendísimo regalo! Son horas de felicidad archivada... Muchos tienen a esta serie como su favorita de todos los tiempos (la tenía Bayón, por ejemplo, aunque sólo pudo ver dos temporadas; y la tiene Francis). No sé si en mi caso llegará a tanto, pero por el capítulo piloto sé que me va a enganchar.

17.5.09

Temprano

Me despierto temprano, con voces de niños. No son mis hijos, sino mis sobrinos, que han dormido esta noche en casa. Salgo a verlos. Mi sobrino me enseña un reloj futurista, donde mata marcianos. Mi sobrina dice: "A mí todavía nadie me ha quitado el pañal". Luego me meto en el cuarto a desayunar mientras repaso la prensa por internet. El ciclista Horrillo se despeñó ayer por un barranco de los Alpes. Mi fan Lindo escribe sobre una escuela de Harlem donde decidieron probar sin el papanatismo pedagógico que ahora se estila y el resultado ha sido calificado de milagro. Les dedico un sucio pensamiento a nuestros gobernantes, a quienes sólo se les ocurre un modo de luchar contra el "fracaso escolar": abaratar los títulos. Después empiezo a leer, en pantalla, Los enemigos del comercio. Encuentro que va a ser la lectura ideal para los desayunos, mientras dure. La prosa de Escohotado ha alcanzado una solidez jüngeriana; una tersura oracular pero límpida, y un punto vacilona. Me quedo por hoy en este párrafo de la introducción:
Ser occidental significa de alguna manera tener sitio en el corazón para un altar donde lo venerado es la igualdad humana, principal motivo de orgullo para nuestra cultura. Sin embargo, algunos limitamos ese principio inviolable a un trato no discriminatorio por parte de las leyes, y reclamamos una igualdad jurídica compatible con las más amplias libertades. Otros —a cuyos motivos e iniciativas se dedica este libro— llevan veinte siglos abogando por abolir compraventas y préstamos para defender a quienes obtuvieron peores cartas, son incapaces de autogobernarse o sencillamente no están dispuestos a tratar la vida como un juego, aunque sus reglas sean claras.
Este domingo volveré a coger la bicicleta. Pensaba hacerlo por la mañana, pero no: lo haré al atardecer. Mi verano lo puedo anticipar ya: trabajo y pedaleo. Del triángulo que me atenaza, sólo un vértice está en mi mano, sin aplazamiento: el de la escritura.

16.5.09

Los enemigos del comercio

No sé qué ha pasado con ese libro. Una tarde lo vi en la mesa de novedades. Lo hojeé. Me pareció impresionante; pero no llevaba dinero. Días después escuché una entrevista radiofónica con Antonio Escohotado: lúcida, intachable. Volví para comprar el libro y ya no estaba. Había desaparecido. ¿Se agotó, lo retiraron? El caso es que ahora puede leerse en la red, paradójicamente gratis, Los enemigos del comercio.

15.5.09

La mujer del maestro

Soy tan sinvergüenza, que no respeto ni a mis ídolos. También se puede decir que aligero mi devoción con chistes. En mi época de mayor veneración por Octavio Paz, le compuse un pareado jocoso. Yo releía constantemente su obra: sus ensayos y sus poemas. De entre estos, me gustaban en especial los eróticos, los carnales: aquellos que eran de una corporeidad analógica, que imantaba (electrificaba) el universo; los del signo cuerpo y el sexo como escritura. Esta estrofa de uno de mis poemas más queridos, "Pilares", perteneciente a Árbol adentro, lo resume bien:
Los cuerpos anudados
son el libro del alma:
con los ojos cerrados,
con mi tacto y mi lengua,
deletreo en tu cuerpo
la escritura del mundo.
Un saber ya sin nombres:
el sabor de esta tierra.
Un día, leyendo ese poema o algún otro equivalente, me invadió una sensación embarazosa: la de que ese cuerpo que yo saboreaba en los versos, el cuerpo que el poeta ponía en la página, no era otro que el de su mujer... Y, en vez de retirarme, perpetré la broma:
Deletrea el cuerpo de Marie-Jo
para que luego lo deletree yo.
(Lo cual, bien mirado, es una alegoría de la lectura.)

13.5.09

Paradoja del pesimista

No suelo leer a los popes del articulismo político español. ¿Para qué? Si nuestros políticos son abyectos, nuestros analistas políticos son abyectos al cuadrado: reduplicadores de la abyección. Unos son brillantes y otros opacos, unos inteligentes y otros más bien tontainas; pero (casi) todos, de izquierdas o de derechas, ejercen un pensamiento meramente estratégico, instrumental. El propósito de sus análisis no es desentrañar la verdad, sino proveer de argumentos y trucos al bando al que se adscriben o desacreditar los del contrario. Cada uno clavado (¡a machamartillo!) en su sectarismo correspondiente, que es el que le da de comer. Así que me digo: que le vendan la burra a su madre.

Esta mañana, sin embargo, me he fijado en el artículo de Javier Pradera en El País. No por lo político, sino por la paradoja del pesimismo que enuncia, a propósito del momento del debate de ayer en que Zapatero acusó a Rajoy de "jalear la crisis":
En el mundo de la política, las separaciones analíticas entre las previsiones de los acontecimientos —formuladas con una pretensión científica de rigor— y los deseos de que tales sucesos efectivamente tengan lugar [...] dejan de resultar teóricamente claras y terminan siendo borradas cuando las pasiones partidistas, los intereses materiales y las ganas personales de tener razón entran en juego.
Termina recordando las palabras del portavoz económico del PP, Montoro, que dijo en una rueda de prensa que los cinco millones de parados estaban "al alcance de la mano". Una frase sintomática y deplorable; en la línea (aunque sin muertos) del "¡han sío los moros!" con que se saludaron, esgrimiendo el signo de la victoria, dos miembros del PSOE cordobés al encontrarse después de los atentados del 11-M. Evidentemente, ni Montoro se alegra de los parados, ni los dos socialistas cordobeses se alegraron de las víctimas. La cosa es más simple: enfangados en la lucha partidista, ni siquiera los perciben. Ante el pastel de los beneficios propios, desaparecen (o se velan) los sufrimientos ajenos: no vaya a ser que, por un prurito perceptivo, se les amargue ese pastel.

Pero yo no estoy en la política, sino en la filosofía. De la tríada distorsionadora de Pradera —"las pasiones partidistas, los intereses materiales y las ganas personales de tener razón"— me interesa esta última. Es decir: la del pesimista sin partido ni interés. El Schopenhauer que celebra cada nueva atrocidad porque confirma su filosofía. Si se ha hecho pesimista, es porque en algún momento se horrorizó. Pero ahora señala las catástrofes regocijado: "¿lo veis, lo veis?". Es como si le estuviera dando puñetazos al mundo. Y si alguien le reprochara su actitud, podría replicarle: "¡Sí, pero el mundo empezó primero!".

11.5.09

Duchamp y los literatos



Me hace mucha gracia lo que cuenta Duchamp de Apollinaire –y de los "hombres de letras"– en sus Conversaciones con Cabanne (ed. Anagrama). Copio esto primero:
Cabanne: Apollinaire escribió que usted era el único pintor de la escuela moderna que se preocupa actualmente –lo dijo durante el otoño de 1912– del desnudo.
Duchamp: ¿Sabe una cosa? Apollinaire escribía lo que le pasaba por la cabeza. De todas formas me gusta lo que hizo porque carece del aspecto formal de ciertos críticos.
[...]
Cabanne: En esa época aparecen Los pintores cubistas de Apollinaire, donde se incluye esta sorprendende frase: "Tal vez le estará reservado a un artista tan carente de preocupaciones estéticas, tan lleno de energía como Marcel Duchamp reconciliar Arte y Pueblo".
Duchamp: Ya se lo he dicho: decía cualquier cosa. Nada podía impulsarle a escribir esa frase. Pongamos que algunas veces adivinó lo que yo iba a hacer, pero "reconciliar Arte y Pueblo" es una buena broma. Es algo típico de Apollinaire. En ese momento yo no era muy importante en el grupo y pensó: "Debo escribir algo sobre él, sobre su amistad con Picabia".Y escribió cualquier cosa; sin duda, en su forma de ver las cosas, era algo poético, pero en ello no había nada veraz ni de análisis correcto. Apollinaire tenía don de gentes, veía cosas, se imaginaba otras que están muy bien, pero ésa es una afirmación suya y no mía.
Pero lo mejor viene antes en el libro, y ahí se aprecia la actitud exacta que tenía Duchamp hacia los literatos (¡entre los que me incluyo, naturalmente!):
Cabanne: ¿Conoció usted a Apollinaire?
Duchamp: No mucho. Por otra parte, exceptuando a las personas que tenían más intimidad con él, era muy difícil conocerle. Era una mariposa. Si estaba con nosotros hablaba de cubismo y después, al día siguiente, leía a Victor Hugo en un salón. Lo divertido de los hombres de letras de esa época es que cuando uno los encontraba con otros dos hombres de letras no se podía pronunciar ni una palabra. Era toda una serie de fuegos artificiales, mentiras, todo ello insuperable, porque estaba dicho con un estilo que uno era incapaz de utilizar; así que uno se callaba. Un día fui con Picabia a comer con Max Jacob y Apollinaire. Fue algo increíble; nuestro espíritu dudaba entre la angustia y unas enormes ganas de estallar en carcajadas. Los dos seres vivían con la óptica de los hombres de letras de la época simbolista de la década de 1880.
A continuación, por cierto, se habla de la primera vez que expuso Duchamp, que fue en 1909: ¡hace ya cien años! Asumo mi situación: miro con desconfianza a los nocillas, mientras me refugio en lo que era novedad hace un siglo; pero eso es lo que hay (por el momento: mi actitud no es deliberada, ni programática; me limito a constatar). Una de las cosas más apabullantes que suele decirles Vicente Luis Mora a los que entran a gamberrear en su blog es: "¡Criticar es muy fácil! ¡Pero muestra tu discurso! ¿Dónde está tu discurso?". Yo participé algunas veces al principio, pero al encontrar esa frase (aunque no dirigida a mí) me quedé acojonado. ¿Cuál es mi discurso? ¿Dónde está mi discurso? Soy, me temo, una apollineriana mariposa –huyendo de Nabokov.

10.5.09

Cagarrutillas vs. 'bullshit'

Quizá les entretenga a mis fans este simpático intercambio de impresiones que he tenido en el blog de Ferré. He lanzado mis cagarrutillas contra el bullshit nocillesco. Y, como resultaba previsible, me han embadurnado. Soy un adolescente: me siguen divirtiendo estas cosas... (¡Ah, cuándo me llegará la ansiada madurez: les juro que la ansío!)

9.5.09

Menú de voces

El otro día oí por primera vez la voz de Duchamp, en las grabaciones que enlacé en mi post. Ahora he escuchado también las de José Emilio Pacheco y Roberto Bolaño. El YouTube es una mina. Busqué a Pacheco después de que le dieran el premio. Y, entre otras cosas, apareció una estupenda entrevista en una programa chileno, La belleza de pensar (en seis partes). A Bolaño lo vi al pasar de una a otra. Pinché y me impresionó: es un vídeo del mismo programa (en otras seis partes), y su voz se oye mal, como si fuera la de un fantasma; pero merece la pena. No soy lector de Bolaño. Me gustó mucho su libro de artículos, Entre paréntesis, y aplaudí sus andanadas contra el empalagoso y asfixiante Gabo; pero aún no me he puesto con ninguna de sus novelas. A Pacheco, en cambio, sí soy lo tengo entre mis poetas preferidos desde hace años. En este menú de voces que ha ido saliendo (con el aperitivo de Duchamp, el primer plato de Pacheco y el segundo de Bolaño), no podía faltar el postre. Nada mejor que Eduardo Mendoza. Su voz sí la conocía de alguna entrevista; pero no a su aire, disertando. En esta conferencia ("Teoría general de la novela: balance trimestral") hay momentos tronchantes. De algún modo, me ha recordado a Duchamp. Puede parecer raro, porque Mendoza despotrica contra las vanguardias. Pero es que Duchamp, con su actitud, también lo hacía. Nadie hay menos programático que Duchamp: capaz de escandalizar a los propios vanguardistas; los cubistas, de hecho, fueron los primeros en atacarle. Además, siempre fue muy atento, muy educado. En la biografía de Tomkins me sorprendió cómo no se perdía ni una celebración familiar (aunque él mismo, a la vez, se negase a fundar una familia). Al final de su libro de conversaciones, Cabanne quiere saber si hay algo que nunca le hayan preguntado en una entrevista. Y Duchamp, con esa habilidad suya para regresar a lo obvio, cuando ya lo obvio parecía haberse disipado, responde: "Sí: ¿Cómo está usted?".

7.5.09

Poder comenzar

El domingo, día de la madre, leí En el nombre de la madre, de Erri de Luca. El lunes nació la hija de Hervás y Paloma. El martes acompañé a Nadales a Sevilla y allí comimos con Jordá y Losada. Ayer miércoles estuve sentado con Curro en un chiringuito, viendo el mar y las carnes (top-less a tope ya). Y hoy jueves he empezado a tomarme las pastillas que me recomendó Nadales; una de ellas efervescente: el hechizo de las burbujitas anaranjadas en el vaso. El libro de Erri de Luca no está mal, pero me decepcionó. Lo bueno es que aproveché para leer otra vez el "Viaje de los Magos" de Eliot. Y después, con lo de "nacimiento y muerte", fui al pasaje sobre la filosofía de la natividad de Hannah Arendt, en Un maestro de Alemania. Martin Heidegger y su tiempo, de Safranski:
Hannah Arendt, en el segundo tomo del escrito póstumo Sobre la vida del espíritu, expresará la sospecha de que también Heidegger, con su "historia del ser", ha sucumbido a esta tentación, la de encontrar una auténtica lógica detrás del enredo del tiempo. En dicho texto sitúa a Heideger en la cercanía de aquellos "pensadores profesionales" que no se conforman con la libertad y su "inevitable azar", que no quieren "pagar el precio de la contingencia, aunque pongan así en peligro el bien de la espontaneidad, que a ellos les parece problemático".
.....Frente al "punto de vista de los hechos naturales" y de los "procesos automáticos que parecen determinar inequívocamente la marcha del mundo", la acción ocupa una posición especial "como algo curioso o prodigioso". Actuar significa poder tomar la iniciativa, poner un inicio, un comienzo.
.....Hannah Arendt, que había escapado al Holocausto, desarrolla en Vita activa [La condición humana] los diseños grandiosos de una filosofía del poder comenzar. Y precisamente esta filosofía lleva la huella de su amor por Heidegger. Cuando éste subió a su buhardilla en Marburgo, tenía en la pluma su filosofía del logro de la propiedad por el "precursar la muerte". Ella, que escapó a la muerte, responde complementariamente, como lo hacen los amantes, con una filosofía del correr hacia el principio, hacia el poder comenzar. "El milagro, que interrumpe siempre de nuevo la marcha del mundo y el curso de las cosas humanas, salvando de la perdición..., es en definitiva el hecho de la natalidad, el haber nacido... El 'milagro' consiste en que en general los hombres nacen y a la vez nace el nuevo comienzo que, gracias al nacimiento, ellos pueden realizar por la acción".
.....Esta impresionante respuesta a la filosofía heideggeriana de la mortalidad, esta filosofía de la natalidad conoce también la afección de la angustia, así como el júbilo por haber llegado al mundo.
De manera que ordeno mi escritorio y mi programa. Hago píos propósitos para los dos cuatrimestres que aún le quedan al año. Y me concentro en funcionar.

4.5.09

Contra la teocracia

El sábado por la noche me quedé viendo la conferencia de Arcadi Espada en el curso Democracia versus Teocracia, que está en tres partes de media hora cada una. Buenísima. Espada analiza el trípode teológico de la mentalidad común de la prensa española de hoy (con matices, o pleitesías inversas, en ciertos casos): el antiamericanismo, el catolicismo y el nacionalismo. No deja de regocijarme la incomodidad que ciertos bobos que presumen de ateos sienten ante Espada: es la incomodidad (la tartufería) de quienes son, en el fondo, unos beatos del copón.

2.5.09

La boutique ideológica

Leo esto sobre el cursi, engolado, pringoso y cargante Lluís Llach:
Malgrat confessar-se de tradició àcrata i de reconèixer que es mira les estructures estatals amb certa prevenció, va opinar que, si Catalunya vol continuar existint, ja no té espai dins l'Estat espanyol, sinó que se n'ha de construir un de propi.
Llach: he ahí a un pijo en la boutique ideológica. ¿Qué me sienta bien, con qué me veo guapo? Con lo de "ácrata". Lo compro y me lo pongo. Ah, pero aquí veo otro trapito: el "estado propio" catalán. ¡Lo compro y me lo pongo también!

Si el asunto fuese ideológico, podría achacársele una cierta contradicción. Pero no estamos en eso: estamos en una boutique. Lo importante es que se vea guapo y se sienta guay, con esto y con aquello. (En plan maniquí de poses ideológicas.)

1.5.09

La Montaña de la Muerte

Me he levantado con un poco de resaca, y tarde. Anoche estuvimos en un bar nuevo llamado Bajozero y que recuerda a los de Sexo en Nueva York. Pero nada de sexo: había malagueñas. Pasado el mediodía, con el desayuno, he repasado el largo prólogo de Yoel Hoffmann a Poemas japoneses a la muerte, que está muy bien. Copio dos párrafos referentes a las montañas, y así completo esta entrada perezosa:
Sin embargo, de todas las creencias del antiguo Japón sobre la muerte, la más persistente es la que la relaciona con las montañas. Desde un principio se las tuvo por morada de los dioses y, como tales, se las consideraba sagradas. En sus cimas se erigieron santuarios sintoístas y, después, templos budistas. ¿Acaso vieron en ellas los japoneses de aquel tiempo el punto de contacto entre los dioses, que nacen del sol, y los hombres, que viven en la tierra? La palabra japonesa para los dioses sintoístas es kami, que significa también "lo más alto" —algo que parece indicar que los dioses contemplan desde las cumbres montañosas las estrechas planicies habitadas por los hombres.
.....Pero los dioses del Sinto no rigen la muerte, sino la vida. En algunas zonas del norte de Japón se venera a las deidades de las montañas como dioses del nacimiento, y en la prefectura de Aomori, también en el norte, las ceremonias de acceso a la madurez se celebran en ellas. La literatura clásica da pruebas de que los esponsales se realizaban en lugares montañosos. En muchas partes del Japón se cree que, en primavera, los dioses de las montañas se convierten en dioses de los campos y bajan a proteger los cultivos, tarea que sólo abandonan en otoño, tras la cosecha; entonces regresan a su hogar en las cumbres. Ahí, donde habitan los dioses, habitan también los muertos, contemplando las moradas de los vivos. Ello explica la creencia, vigente aún entre los japoneses de hoy, de que por lo menos la primera parte del viaje de la muerte transcurre por las montañas. Hasta hace muy poco se calzaba a los difuntos con sandalias de paja para que pudieran caminar por "la Montaña de la Muerte" (shide no yama). Y, como muchas otras creencias, la que representa a la muerte como un viaje por las montañas tiene su reflejo en numerosos poemas de despedida.
Hago una pausa para el almuerzo, y con los garbanzos recuerdo una ráfaga de conversación de anoche, con Ferré. Tenemos unas charlas muy graciosas últimamente. Yo le suelto bromitas sobre (contra) los nocillas, y él lindezas del tipo: "Lo tuyo es mera pirotecnia verbal; pero lo significativo es lo que subyace: tus esquemas conservadores de vida y pensamiento". El otro día me definió también Adrede como "dubitativo y vagamente vienés". No, si al final va a resultar que soy algo. Qué bello es vivir.