Al mando de una compañía, es enviado al Muro Occidental, a orillas del Rin. Las abstractas y mecánicas casamatas de hierro y cemento provocan en él una repugnancia incluso física, y pronto se hace construir una barraca de cañas, barro y madera donde pasa sus días y sus noches.Pensé que era un buen sitio para dejarlo mientras leía a Uriarte. Mi idea era retomarlo en ese punto. Ha sido imposible. Después de la soltura y naturalidad de Uriarte, volver a Jünger era como someterse a la disciplina del uniforme alemán en el invierno bélico tras haber pasado un puente al sol con ropa cómoda. Así que ahí lo dejo sine die: en la barraca de las cañas. Sin embargo, no voy a regresar tampoco a Montaigne, que sería lo suyo; ando un poco crispado, y voy a buscar lecturas que satisfagan mi crispación.
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Mientras tanto, sobre estos Diarios II ha escrito Muñoz Molina.
(21-IX) Y también García Martín: "Ejercicios de inteligencia".