29.2.12

El día más delgado

29 de febrero: el día más delgado de pasado; el día con menos efemérides. Uno pisa este día y divide entre cuatro el peso habitual, lo nota más ligero. Es una plataformita, una pestaña, que se le añade al calendario cuando toca. Cada año sobra un cuarto de día, y cada cuatro se monta uno nuevo con los restos. Sin esta fecha el calendario sería una nave imprecisa por las galaxias; nos hubiéramos salido ya de los solsticios y los equinoccios. Hoy es el día de ponerse al día: de acompasar el paso con las matemáticas.

28.2.12

Descanso sin bajarme del caballo

Saco de una puerta baja y honda del armario un montón de libros que tenía allí desde hacía mucho, y que no frecuentaba por la incomodidad. Entre ellos está mi primera edición del Museo de cera de José María Álvarez, publicado por La Gaya Ciencia en 1974 y que yo adquirí once años después, durante mi primer curso universitario. Lo encontré tras un recital memorable que Álvarez dio en Málaga, en el único bar civilizado que hemos tenido: El Cantor de Jazz. Museo de cera fue de mis libros favoritos, de los que más leí: en esa edición y en la voluminosa que apareció luego. Terminé aborreciéndolo, por exceso; quizá contribuyó el título. Se me ocurre que debería haber sido mejor Palacio de invierno, o algo así. Pero hoy lo he hojeado y los poemas han vuelto a gustarme. No se llega fácilmente al primero. Hay que pasar el título general, el título de parte, el título de capítulo y, tras cada uno de ellos, citas: de Villon, Peter Weiss, Melville, Virgilio, Michel Foucault, Hitchcock, Proust, Cavafis, Lowry; además de la implícita de Dylan Thomas en el título del poema ("Oh, hazme una máscara") y la dedicatoria a Josef von Sternberg. Entonces, solo entonces, aparecen los versos:
Descanso sin bajarme del caballo
El calor destroza cuanto se ve
Ante mí la Frontera
Una voz me dice no cruces nunca esa Frontera
Fumo un cigarro
Sacudo mi uniforme de 35 campañas
Indiferente como un caballero
Que lo ha perdido todo y no espera ganar nada
Cruzo el río.
* * *
Epílogo melancólico. Buscando en Google algún rastro de aquel recital en Málaga, encuentro la noticia de que el dueño de El Cantor de Jazz, cerrado unos años antes, murió abrasado en 2007. No sé qué pensaría Espada de estos artículos, pero lo cierto es que entre uno y otro componen una novela. Báez también lo habló en su blog, copiando un poema del fallecido que termina: "Acaso algún día descubriremos / por qué el cadáver mudo que arrastramos / nos mira, implorando que lo dejemos morir".

26.2.12

Contra el fatalismo

Últimamente me encuentro a los amigos en vídeo (y en prensa). Esta vez ha sido Weil, que organizó el otro día en su Yoga Sala Málaga la sesión "Meditadores ante la (así llamada) crisis". Yo no estuve, porque la verdad es que no me veo en esas cosas; aunque sí he asistido con asiduidad a sus clases de yoga y me ha ido muy bien. De esto de ahora me quedo con la llamada contra el fatalismo. Ha sido curioso leer el término, de repente. Me he dado cuenta de que sí que estábamos (¡estaba yo!) con un poso fatal.

* * *
(4.3) Otra mención en "¿Para qué sirve meditar?".

25.2.12

Las leyes

Hace poco, por razones que no vienen al caso, he tenido que estudiarme algunas leyes. La sorpresa es que me ha gustado hacerlo, al contrario de lo que me sucedió hace muchos años, en que tuve que estudiármelas también. Entonces las leyes eran barrotes que se interponían entre el mundo y yo; barrotes que me separaban de la experiencia y me asfixiaban. Ahora, en cambio, se aparecían más bien como la trama con que estaba hecho el mundo ya experimentado: asomándome a las leyes, lo comprendía mejor.

Es signo de madurez, quizá de conservadurismo: comprender la razón de lo que hay. Pero es una comprensión que en sí misma no es conservadora, porque se encuentra al término de un recorrido en que fue cuestionado todo. Y ahora mismo esa razón no se presenta como sustancial: no es un decreto metafísico, sino más bien un resultado, una sedimentación. Después de milenios, la cosa está así. No quieta, después de todo (literalmente después de todo), sino moviéndose. Lo que no hay es que ponerle cascabeles.

24.2.12

La impostación

Ahora los amigos se dividen en dos: aquellos con los que uno va naturalmente y aquellos con los que uno va, o se ve obligado a ir, con una cierta impostación. Casi me atrevería a decir que hay amigos de escenario y amigos de entre bambalinas. La ventaja de los primeros es que la función suele ser de mejor calidad, constriñe, pero el resultado tiende a resultar provechoso; la de los segundos, que es más relajado y divertido –aunque a veces se tienda a lo fácil–, y además cabe el análisis de las caretas.

23.2.12

Festival Losada

Tiene su gracia encontrarse a un amigo en YouTube. Eso me pasó la otra noche con Losada. Buscando no sé qué, caí en una entrevista de 2011 que le hicieron en Onda Mezquita, y ya me quedé con él a echar el rato. Luego he visto que la entrevista la había colgado en uno de sus blogs, así como otra de 2008. Recomiendo también lo último: su vindicación de Chiquito.

21.2.12

El fuego del poeta

Leo en el diario de Juan Malpartida una descripción detallada del incendio que se produjo en la casa de Octavio Paz, en diciembre de 1996. Aquí llegó en su día la noticia, pero yo ignoraba que hubiese sido tan grave. Me fijo ahora en esta frase del periódico: "El escritor mexicano [...] tuvo dificultades para escapar del incendio debido a la flebitis que padece". Malpartida lo dice más claro: Paz tenía puesta una sonda y tuvieron que sacarlo con ella. No se recuperó ya del golpe, su habitual gesto sosegado se le contrajo y murió un año y cuatro meses después.

Me he quedado pensando en el fuego, en el uso poético del fuego. Todo poeta lo ha mencionado profusamente en sus versos, y el propio Paz llegó a ponerle a una selección de su obra El fuego de cada día. El poema que le dedicó Luis Cernuda, "Limbo", termina: "Mejor la destrucción, el fuego". También me he acordado de esta anécdota que le sucedió al final de su vida a otro amigo de Paz (y del fuego), André Breton, según la cuenta el biógrafo Polizzotti:
Esta posteridad no era ilusión ni vanagloria, pues la posición del propio Breton, particularmente entre los jóvenes, era mayor que nunca... aun si a veces se manifestara en formas perversas. Uno de los homenajes más curiosos que se le hicieron durante este periodo ocurrió en enero de 1963, cuando unos jóvenes poetas (drogados, afirmaría Breton) se deslizaron dentro del 42 de la rue Fontaine a mitad de la noche y trataron de quemar la puerta de su departamento: muestra de afecto que habría sido cómica de no ser por el hecho de que los tubos de gas estaban justamente detrás de la pared y por pura buena fortuna no estalló todo el lugar. Después de este incidente, Breton quitó su nombre de la puerta e instaló un candado más grande.

20.2.12

Llegó

Estaba cantado que iba a llegar el día y ese día es hoy: Jabois salta al papel en El Mundo. O mejor: salta al periódico, que no se sabe cuánto tiempo seguirá en papel. Es poco probable que, en lo que le queda a este, se produzca otro acontecimiento así. Tiene algo de hermoso, y de justo: un joven columnista de la vieja tradición columnística incorporándose al papel para acariciarlo en su estertor. No eran tan frecuentes los grandes columnistas hoy: el papel (nuestro papel de prensa) va a despedirse con prestigio. Con prestigio y a la altura. Y luego Jabois seguirá, y los periódicos, y nosotros, en esta electrónica que también calentamos.

18.2.12

El apocalipsis es solo una melancolía



Pocos lectores de este blog no lo serán también del de Arcadi Espada y ya habrán visto enlazada allí la conferencia. La pongo para los despistados; y porque la conferencia lo merece. Quizá Espada sea, pese a sus Sebrelis, nuestro único periodista efectivamente nietzscheano; pues nietzscheano es –no en la retórica, sino en lo que vale– aquel capaz de combinar la frase con que he titulado el post con esta cita de Ferlosio:
Aristóteles, en su defensa del argumento, percibe claramente el achaque de la historia: su deficiencia en conexiones lógicas; pero al preferir el tipo de argumento que aporta la ficción, siempre mejor o peor trabado, y apagar la contingencia, parece buscar la paz del alma, eligiendo, frente a la turbadora turbulencia de los hechos, la limpia e inteligible consecuencia lógica. El amor a la consecuencia o congruencia se revela como un sedante estético: al estridente, rayante, chirriante, incomprensible, zumbido y frenesí de un mundo malo, todos prefieren la música.
Es decir, aquel capaz de combinar la conciencia del sinsentido con la acción; o con una actividad intelectual que no sea meramente estética o dadaísta. Aquel que no es aplastado, en un mundo así, y sin engañarse, ni por la melancolía ni por el apocalipsis. La pregunta que me acucia es: ¿puede conseguirse sin estar metido en el batiscafo del narcisismo? (Y que empleo una metáfora.)

Pero al final de la conferencia viene un sorpresón para nosotros, los espadistas: un guiño new age, el primero que le recuerdo. Espada se refiere al mindfulness sin tacharlo de magufo. E incluso haciendo suyos, para "el periodista moderno", sus propósitos:
La conciencia plena de nuestro lugar en el mundo. El conocimiento de los hechos que ocurran a nuestro alrededor sin juzgarlos. Y el dejar que las emociones que nos provocan esos hechos atraviesen nuestro cuerpo sin dañarlo demasiado.
Aquí se tiende un puente implícito, y curiosamente soslayado, con el primer intelectual (el primero de estos últimos tiempos españoles) que nos señaló la ciencia: Salvador Pániker. Se me abren un montón de asuntos que no tengo ganas de anotar ahora; lo haré otro día. Vuelvo al hilo, pero solo para terminar. Espada añade que no practica el mindfulness: pero puede que esa meditación (como otras de su género) sea el camino –deliberado, quizá esforzado– hacia lo que el narcisismo da de gracia.

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(19.2) Hay respuesta de Arcadi Espada. Buen botín: declaración de neurastenia por parte del maestro y vía expedita para nosotros, los espadistas, hacia una técnica orientalizante.

16.2.12

Una rubia entre nosotros

Nadie se parece menos al bruto de Camilo José Cela que la delicada Christina Rosenvinge, y sin embargo es de una frase de Cela de la que me he acordado al escuchar la entrevista a Rosenvinge en Disco Grande: "En España, quien resiste gana". Ahí hemos tenido a la rubia todo este tiempo, artística y discreta, haciendo su carrera elegante: aguantando. Y ahora algunos tratamos de olvidar que estuvimos entre quienes se mofaban de su reinvención, tras el "Chas". Puede que le hayan perjudicado sus novios: no a ella, sino a la imagen que teníamos de ella. Pero así funciona este mundo cruel. El caso es que ha resistido lo suficiente como para que nos dé vergüenza y reconozcamos nuestra estulticia. Lo asombroso (puestos a rectificar) es que ya estaba divina en el "Chas", como he comprobado en este vídeo (ofrezco además su canción del año):





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(17.2) Más Rosenvinge, en Hoy empieza todo.

13.2.12

Una ilusión

Ambición periodística no tengo; pero sí que tenía una ilusión: compartir espacio con Savater y Azúa. No contaba con que se cumpliera, pero de repente uno y otro se han descolgado en Jot Down (sumándose a Enric González, que lo hizo hace tiempo).

7.2.12

Rescate de tuits

Serrat-Sabina: el Dúo Estático.

Un Tàpies es un cuadro mágico: si usted lo descuelga de la pared, sigue habiendo un Tàpies.

Los grandes campeones del ciclismo español sólo son derrotados por extraños ídolos primitivos: Hautacam, Clembuterol...