6.12.12

Un respeto a la dama

Hoy me voy a poner sentimental y voy a dedicarle unos cariñitos a la Constitución. Al fin y al cabo, es nuestra gran mujer maltratada, a la que todo el mundo se siente con el derecho de golpear y de decirle lo mala que es. Yo soy un esteta como el que más y a mí tampoco me gusta, por supuesto. Tiene ya treinta y cuatro años, pero aparenta el doble. Nos hemos cansado de tenerla, nos aburre, solo le vemos fallos. Y sobre todo, como nuevos ricos de una pureza que nos arrogamos de repente, nos sentimos avergonzados de que naciera del apaño y no del heroísmo. Sin reconocer que ha sido justamente esto lo que ha posibilitado algo inédito en España: varios lustros razonables.

Aquí las que nos gustan son las mujeres guerreras e inútiles, como esa Pepa que sí celebramos sin tapujos, y que nos sirvió para soñar, pero no para vivir. El roce con la realidad es lo que nos desagrada; la negociación con lo que hay. En su Historia mínima de España (ed. Turner), Juan Pablo Fusi nos recuerda la complejidad de los problemas nacionales que no logramos resolver en varios siglos. La imperfección de la Constitución, su cualidad de apaño e incluso de chapuza, no es un capricho, sino un reflejo de esa complejidad. Es una Constitución sanchopancesca más que quijotesca. Pero habría que respetar un dato: el hecho históricamente contrastado de que, tras mucho darnos de cabezazos con lo segundo, solo nos ha funcionado lo primero. A los que en la actualidad reaparecen, pues, “cargados de razón”, deberían bajárseles los humos.

Por lo demás, hay algo que pasa inadvertido, entre tantas esplendideces: y es que, a lo largo de estos treinta y cuatro años, donde nos ha ido peor ha sido justo donde la Constitución se ha aplicado con tibieza, no se ha cumplido o se ha traicionado. Un respeto, pues, por esta dama: si ha envejecido más de la cuenta, es porque le hemos dado mala vida.

[Publicado en Zoom News]