5.2.13

Un pez llamado Rajoy

La pasividad le fue útil a Rajoy para conseguir el poder. Y le está siendo útil también para perderlo. Hay que reconocerle, en este sentido, no solo coherencia en la estrategia, sino también ecuanimidad: de igual modo que dejó que se pudriera Zapatero, está dejándose pudrir él mismo. Ha mantenido idéntica marcheta, sin importarle que ahora el perjudicado sea él. Lo malo es que con él vamos los demás.

En una columna anterior manifesté la sospecha de que nos estaba gobernando un cadáver. Encuentro una inquietante simetría con el relato de Poe La verdad sobre el caso del señor Valdemar. En él se hipnotiza a un hombre, el señor Valdemar, en el momento de su muerte, y se mantiene durante meses un hilo de comunicación con el muerto. La corrupción natural del cadáver queda aplazada durante ese periodo, hasta que al fin, cuando la hipnosis cesa: “bruscamente su cuerpo, en el espacio de un minuto, se encogió, se deshizo... se pudrió entre mis manos. Sobre el lecho, ante todos los presentes, no quedó más que una masa casi líquida de repugnante, de abominable putrefacción”.

La sensación es que Rajoy está aproximándose peligrosamente a ese momento; como digo, junto con todo el país. El propio Financial Times hablaba, según tradujeron mis compañeros de Zoom News, de “putrefacción”. Algo huele a podrido, y Rajoy no está alejándose precisamente de ello, por su empeño en asimilarse a un pescado. No digo yo que esté envuelto en los papeles de Bárcenas (eso tendrá que determinarlo la Justicia), pero hay corrupciones inmediatas, que no necesitan más demostración porque se dan ante nuestros ojos. Lo de comparecer sin permitir preguntas, por ejemplo. Y encima (sus asesores de imagen se han lucido) por circuito cerrado de televisión; es decir, metido en una pecera.

[Publicado en Zoom News]