14.5.13

Mérito por renuncia

En el rinconcito un poco extraño en que ahora publica Fernando Savater en El País (mi impresión es que lo tienen medio escondido), apareció la semana pasada una fórmula precisa, que convendría retener. Explica algunas cosas de nuestra actualidad política; y también de la delictiva. Fue en esta alusión a ETA y a Bildu, en el contexto más amplio (y ciertamente adecuado) de las mafias: “es el modus operandi habitual de los gánsteres, una generalización intimidatoria que hemos conocido en los más diversos campos (incluido el periodístico) en el País Vasco y que ahora tratan de minimizar o convertir en mérito por renuncia los matones reciclados en gobernantes”. La fórmula a la que me refiero es la de mérito por renuncia.

Justo eso es lo que exhiben –lo que intentan rentabilizar– los proetarras y sus correligionarios: el “mérito” de haber renunciado a la violencia. Es un mérito espúreo, puesto que se pavonea de haberse situado en el lugar en el que estábamos los demás antes, sin habernos beneficiado de ello; y sin que lo consideráramos mérito, puesto que nos limitábamos a cumplir la ley. Nosotros cumplíamos la ley gratis: ellos pretenden hacerlo cobrando. Con la metáfora económica se transparenta el truco: ellos disponen de un capitalito que a nosotros nos falta, puesto que ese capitalito consiste en dejar de matar y extorsionar. Los que no podemos dejar de matar y extorsionar porque nunca hemos matado ni extorsionado, nos encontramos con los bolsillos vacíos. A esa manera de obtener ventaja solo le cabe un nombre: chantaje.

La situación es sangrante (valga el adjetivo, tratándose de ETA) porque esa metáfora económica adonde se ha trasladado realmente ha sido al plano político, e incluso al sentimental. Los proetarras y sus correligionarios van por ahí montados en ese mérito tramposo, obteniendo comprensión y apoyo, e incluso suscitando emociones; mientras que quienes señalamos la trampa y denunciamos su rendimiento, quedamos como cenizos. Por no haber matado ni extorsionado, no solo tenemos los bolsillos vacíos, sino que aún deberemos pagar el pato.

[Publicado en Zoom News]