27.11.13

Woody con chica (y palomitas)

Esta vez no he ido solo a ver la película de Woody Allen, ni he ido el día del estreno. El ritual roto de los últimos diez años. Una especie de melancolía por el alejamiento de la melancolía. Pero, claro, es mejor. En el cine importaba la presencia de A., a mi derecha; y el paquetón de palomitas compartido. Caricias, una respiración al lado y masticaciones. La película la vi bien, con entretenimiento; pero fue un factor secundario. Me gustó más hablar de ella que verla: hablar caminando con A. por el descampado que hay fuera de los multicines, después. Noche de invierno con frío. Y calor.

Cinematográficamente, Blue Jasmine es mejor que las anteriores de Woody. Pero con dos inconvenientes: carece del encanto de estas y su calidad no es tanta como para compensarlo. El problema es que es solo mejor: no buena. Se habla de la gran actuación de Cate Blanchett y es verdad: desde el primer minuto se pone a hacer una gran actuación, y ya no la deja hasta el final. Acaba uno hasta las narices. El problema es de dirección de actores. Le falta gradación, crescendo; se percibe que su último estallido, cuando ya está definitivamente derrotada, tendría que haber sido un clímax, pero no lo es: resulta ser el enésimo, porque toda la película ha ido de clímax en clímax. Una especie de Santa Teresa (neoyorquina, en San Francisco) que no hace más que levitar (en este caso, en el mal rollo), sin bajar nunca a los pucheros. La película de todas formas yo no recomendaría que se dejara de ver: está bien, y es de Woody. Porque algo sigue teniendo de Woody. En realidad, la luz, el tono, y la facilidad de las situaciones: ese ir directo, sin esforzarse mucho. Por ese deslavazadamiento se colaba un poquito de lo que me gusta. (Más tarde A., a la que la película le pareció mejor que a mí, cayó en que Blue Jasmine es una versión libre de Un tranvía llamado deseo. Aparte del esquema clarísimo para el que conoce la historia, hay pistas suficientes, empezando por el título).

Y de pronto recuerdo que sí hay un gran momento en la película. De buen cine íntimo. Cuando el nuevo hombre llama al fin a Blanchett y esta siente que su pesadilla se va a acabar, que todo va a arreglarse. Al colgar aliviada, llora. Ahí ha estado Woody. Emoción y un instante de suspenso en la ingestión de palomitas.