5.12.13

Insultos a la patria

España es una cloaca sin cultura ni alma. España rocía con su inmunda pestilencia a toda Europa. España es un teatrucho podrido, putrefacto y en ruinas. España está representada por una caterva de sinvergüenzas que se odian entre sí. No quiero, ni vivo ni muerto, tener relación alguna con el Gobierno o el Estado español. Prohíbo que el Estado español me mancille con sus pezuñas chabacanas. En España no he encontrado nunca un hogar. Quiero denigrar a España hasta mi último suspiro.

Las anteriores palabras no las digo yo, sino que las dijo Fernando Arrabal. Aunque tampoco las dijo Fernando Arrabal, sino Thomas Bernhard. Y ni siquiera refiriéndose a España, sino a Austria. El 25 de febrero de 1989, poco después de la muerte del escritor austriaco, Arrabal publicó en El País el artículo “Insultos a la patria”, en que tomaba esas frases de Bernhard, pero cambiando Austria por España para que tuvieran un mayor efecto entre nosotros. Yo he hecho lo mismo, dejándolas incluso sin entrecomillar.

Al lector quizá le ha extrañado un poco, pero sin exagerar. Y, más que “sentirse ofendido” como español, habrá pensado que se me ha ido algo la pinza. Recuerdo que, con escasas excepciones, la reacción en 1989 fue parecida. No se resaltará lo suficiente que, tras el empacho franquista (y gracias a la Constitución que se conmemora desganadamente, y no por todos, mañana), en España hemos vivido años y años de una reconfortante relajación patriótica. Salvo en el País Vasco, Cataluña y un poco Galicia, en que se cambió un nacionalismo por otro, España ha sido una nación sin nacionalismo. Digan lo que digan esos fabricantes de nacionalistas que son los nacionalistas.

La gran ventaja que ha tenido España sobre las Españitas, que era como el libertario Agustín García Calvo llamaba a nuestras regiones autonómicas, es que se la ha podido insultar y se ha podido hacer mofa de ella con absoluta impunidad. Y eso ha resultado socialmente higiénico, oxigenante y liberador. Al contrario de lo que ha pasado con las Españitas, que te metías con ellas y te llovían palos por todas partes, uno ha podido meterse con España sin problema.

Era una cosa que estaba bien. Muy bien, incluso. Y ahora ha venido el Gobierno del PP a estropearla, con esa aberrante ley de Seguridad Ciudadana (anteproyecto por ahora) que, al multar “las ofensas o ultrajes” a España, le quita a España su maravilloso y lujosísimo hecho diferencial. No hay nada que no sea empeorable. Y con el presidente Rajoy y el ministro del Interior Fernández Díaz, a España va a pasarle lo peor que le podía pasar: convertirse en una plasta, en un peñazo. Como una autonomía cualquiera.

[Publicado en Zoom News]