26.6.14

Lucha de derechos

Se tiene de las bicicletas una visión idílica. Se presentan como la gran solución ecológica para las ciudades, y los políticos cuyas barrigas se lo permiten no dudan en dejarse filmar montados en una. Las políticas también. Ahora vuelve a hablarse de ellas por el recién inaugurado servicio BiciMad de Madrid, que en dos días ya ha pinchado simbólicamente las dos ruedas (una y otra). Algo por otra parte previsible, puesto que Ana Botella y los munícipes del PP parecían Verano azul en su vueltecita inaugural. Y ya se sabe lo que pasó después de la muerte de Chanquete: prácticamente, solo se salvó el Piraña.

Pero todo lo idílico cuesta. Lo que se vende como paraíso deriva de inmediato en lucha darwinista: esa ha sido, al fin y al cabo, la ley de la naturaleza, a la que se añora volver. La suelta de ciclistas en Madrid, como las sueltas de vaquillas, traerá conflictos. Habrá una pugna inevitable por el espacio, una guerra soterrada entre ciclistas, conductores y peatones, hasta que cada uno entienda cuál es su sitio y, entre esta conciencia y la costumbre (hecha de repeticiones y escarmientos), se imponga una cotidianeidad llevadera.

En Málaga ha pasado algo parecido, aunque después de varios años nos mantenemos en la fase de pugna. Yo he estado observándola, porque es muy interesante ver cómo luchan los derechos entre sí, cuando irrumpe uno nuevo. El uso más visible que tuvo aquí el Plan E de Zapatero fue la construcción de carriles bici, por lo general robándoles sitio a las aceras y no a las calzadas. Este origen parece haberse incrustado en el cerebro de los ciclistas, que suelen ir como locos: abusando de los peatones como los coches abusaron de ellos (y siguen abusando en las carreteras). No hay compasión: el hombre es un lobo para el hombre, y aprovecha en lo que vaya montado. La cosa está siempre entre Hobbes y Cioran, quien dijo: “Por las víctimas hay que tener una piedad sin esperanza”.

Ahora, con el equivalente malagueño del BiciMad, el MálagaBici, hay más ciclistas aún. Y yo, que amo el ciclismo, me he pasado estos años maldiciéndolos. Pero hace unos meses volví a meterme en la piel de uno y probé también su perspectiva. Mi cuñado tuvo una caída cerca de casa y dejó aquí su bici. Tuve que atravesar la ciudad para llevársela, unos días después. En un paseo de media hora me pasó de todo: peatones que se cruzaban, carritos de bebé, ancianas que se lo tomaban como una alfombra por la que caminar, y hasta un taxista que estaba parado encima del carril con su taxi... A este lo increpé y él me increpó: “¡Que ya está bien la que estáis montando!”. Yo me volví entonces y le dije: “¡Eh, eh, pero si yo soy de estos! ¡A mí también me tienen frito!”.

Fue como meter el brazo en una olla de alacranes: un ámbito caliente, sin duda. Como en los primeros tiempos del Far West. Se percibe cómo detrás de todo derecho hay una conquista por la que se ha tenido que sudar, y que de la lucha entre los derechos han salido los equilibrios, siempre inestables.

[Publicado en Zoom News]