27.2.14

La guitarra emparedada

El debate del estado de la nación acabó como las juergas antiguas: al día siguiente y con guitarra. Ésta sonando en la cabeza de los espectadores, y quizá también en la de los políticos. Al fin y al cabo, desde por la mañana el estado era ya el de la nación que ha perdido a uno de sus grandes hombres, dicho sin exagerar por una vez. Hoy en la prensa quedará poco del debate y habrá mucho de Paco de Lucía. (En la prensa internacional lo mismo, aunque solo de lo segundo).

De pronto hubo una sensación de achicamiento del Congreso, y una relativización de lo sucedido estos dos días. El teatro de la política, no necesariamente en el sentido malo. ¿Qué se puede hacer si no? Pero fuera lo que excede a la política, aquello que marcha sin que la política logre hacer nada por impedirlo. Un hombre que se ha pasado la vida tocando y creciendo. Entregado a su arte, y no opinando de todo. Al contrario que los políticos y que nosotros, los columnistas; aunque opinar intenta ser nuestro arte (bajuno).

Y mañana toca Día de Andalucía. Una muerte emparedada. Nos acechan toneladas de grasa retórica sobre aquel que no se permitió ni un gramo en sus palabras ni en su música. Por otra parte está bien, y es inevitable que sea así. ¿Qué se va a hacer si no? Discursos, pompas, embalsamamiento. Subirse encima del fallecido ilustre por ver si así se asoma un poco...

Pero detrás de estos arañazos hay una inmensa espalda de silencio, como una playa de Cancún. Para tocar y jugar, que en inglés se juntan en play (que es casi playa). Para jugar y morir. Y en ese silencio, solo en él, para el que consiga meterse, seguirá sonando una guitarra.

[Publicado en Zoom News]

25.2.14

Salir de la crisis a martillazos

Cuando me matriculé en Periodismo, por uno de esos impulsos míos profesionalmente suicidas, decidí no leer periódicos, ni atender a los informativos de radio ni televisión. Volví a seguirlos más tarde, por supuesto, pero sostuve el capricho unos meses. En ellos descubrí que para las noticias importantes no hace falta la prensa: se entera uno de todas formas. Y casi esa podría ser la definición de “noticia importante”: aquella de la que uno se entera aun sin la prensa.

Nadie habría dejado de enterarse de la crisis en estos años. Y yo creo que me he enterado (¿en primicia?) de que la crisis se ha terminado, o se va a terminar. Ha sido por los martillazos. Son los primeros desde 2008, en mi edificio. Y en los alrededores del barrio hay dos solares que se han pasado todo este tiempo vacíos y en los que ya han empezado las obras. Las grúas y las hormigoneras parecen ahora dinosaurios o mamuts surgidos del deshielo.

Pero para mí, en casa, es una mala noticia. Mis vecinos, en cuanto les fluye el crédito, se ponen a hacer obras. El silencio de la albañilería a partir de 2008 me hizo calibrar la locura de sus estruendos de antes. La burbuja inmobiliaria no consistió solo en la edificación de pisos (y su compra y su venta), sino también en las reformas en que se embarcaba todo el mundo de puertas para adentro. Cada propietario se convirtió en el Calatrava o el Pocero de la república independiente de su casa. Era una moda, un delirio. Como si el dinero quemara en los bolsillos. Puede que también para que los vecinos supieran; porque, si se hace obra, los vecinos desde luego que saben.

Que me lo digan a mí, que por mi trabajo intelectual (¡permítanme la exageración!) necesito silencio. Silencio que, antes de 2008, era quebrantado por los martillazos con una frecuencia aterradora. Cada noche, uno podía consultar el pronóstico del tiempo del día siguiente, pero no el pronóstico de las tormentas domésticas. De pronto, con el desayuno, se desataban las mazas. Y el día ya estaba fastidiado.

Ahora han vuelto. Justo en unos días en que necesito silencio más que nunca, porque se me ha echado encima un plazo. Tecleo mientras escucho los porrazos, y maldigo la falta de civismo. Con qué desfachatez un individuo puede montar este jaleo, sin plantearse siquiera su atrocidad. Leí que en no sé qué país ultracivilizado, cuando alguien va a pintar su fachada, le pregunta al vecino de enfrente qué color prefiere: porque al fin y al cabo será el vecino de enfrente el que la vea todos los días. Algo que aquí es literalmente impensable.

Así que, señores, la crisis se ha terminado, o se va a terminar. La agencia Moody’s le ha subido la nota a España, según la prensa; pero yo lo estoy sufriendo en los nervios, en los oídos. Atruena el teletipo desquiciado de los martillazos.

[Publicado en Zoom News]

20.2.14

El Volk, qué yuyu

Hace dos semanas expresé aquí mi opinión (crítica) sobre Federico Jiménez Losantos. Hoy tengo que salir en su apoyo, porque no se puede dejar pasar la alucinante denuncia que ha interpuesto la Generalitat de Cataluña contra él, nada menos que “en representación y defensa del pueblo catalán”. El Volk, qué yuyu. El “pueblo” glorificado, y echado a perder, por una tradición que culmina en el nazismo. El Volk, en cuyo nombre se asesinó en masa y se destruyó Europa.

Ese abyecto y repulsivo y estólido Volk, se le añada “catalán” o lo que sea, se alza, otra vez, contra un individuo. El Volk cercenando la libertad de expresión, o decidido a hacerlo si le dejan: si no hay Estado de Derecho que se lo impida. Ese Volk al que, como dijo Artur Mas, “no pararán tribunales ni constituciones”.

El Volk autoerigiéndose en entidad sagrada –como trinchera, naturalmente, de los sacerdotes que la definen–, a la que no se puede cuestionar y que castigará a quien la cuestione. Una entidad sagrada a partir de la cual deben definirse sus miembros (que serán eso: miembros, y no sujetos soberanos) y acatarla, desindividualizados en la adoración.

Nuestros nacionalistas piden a gritos estar en la Unión Europea; que se mantenga en la Unión Europea la aberración reaccionaria que persiguen. Siendo así que ellos representan justo aquello de lo que la Unión Europea huye, aquello contra la Unión Europea, tras la catástrofe de las dos guerras mundiales, con el nazismo en medio, se constituyó.

Exagero, naturalmente. Pero la semilla está ahí, íntegra como ella sola. Y manifestándose ya en denuncias como esta; en amenazas e incumplimientos de la ley; en todas las apelaciones que van más allá de la aséptica ciudadanía democrática.

Desde que se ha puesto de moda la llamada ley de Godwin, que habla de la alta probabilidad de que se mencione a Hitler o a los nazis en las discusiones, hay muchas risitas cuando esto ocurre. Pero que no nos cohíba el esnobismo cuando resulte que, como es el caso, la mención pueda (y entonces deba) hacerse con todas las de la ley.

[Publicado en Zoom News]

18.2.14

Un mal chiste

Mi memoria para los chistes no es mala: es peor. Si fuese mala, los olvidaría todos, lo que no dejaría de ser bueno. Pero lo que hace la tía es mantenerme unos pocos en la cabeza, los muy malos. Son chistes que me acompañan prácticamente desde que era niño, y que ya no se me van a quitar nunca. Uno de ellos es el que sigue.

Adán, después de haber sido creado, se aburre en el Paraíso. Dios, para animarlo, promete (¿o jura?) concederle lo que le pida. Adán sin pensarlo dice que una mujer. “¿Una mujer? ¿Y qué es eso?”, le pregunta Dios. Adán se la describe, con detalles anatómicos en los que ha de recrearse el contador del chiste pero en los que yo no me voy a recrear. Oídos los cuales, Dios, con gesto cómplice, le da con el dedo a Adán en la barriga: “¡Pillín!”. Por eso, concluye el chiste, es por lo que tenemos ombligo.

No hace falta reírse. Yo no me río. Ni río ni olvido. Pero teniendo ese chiste en la cabeza, y habiendo en él un hombre, una mujer y un dedo, ha sido inevitable que lo asociara a Juan Manuel Moreno Bonilla y Susana Díaz, que son justo eso: un hombre, una mujer y un dedo; bueno, dos dedos. (Ninguno de frente). Solo que, según se han sucedido los acontecimientos, el chiste habría que contarlo de otro modo.

Susana Díaz, después de haber llegado al poder (a dedo), se aburre en el Paraíso andaluz, ya que no tiene oposición (aunque es cierto que por ahí anda una serpiente, en forma de jueza). Dios, para animarla, promete (¿o jura?) concederle lo que le pida. Pero ella quiere seguir aburriéndose, y pide alguien en la oposición a su imagen y semejanza. Alguien que sea igual en todo y además con un pecado original idéntico al suyo, para que dicho pecado quede inutilizado electoralmente. Así que Dios se tiene que repartir los dedos. Con uno le hace el “¡pillina!” a Díaz, y con el otro empuja el de Rajoy (cuyo cordón umbilical también es con un dedo) para que nombre a Moreno Bonilla.

Me temo que sigue sin tener gracia.

[Publicado en Zoom News]

13.2.14

Adiós, niña

Me impresionó el modo en que Marta Fernández, nuestra periodista pynchoniana, se despidió de Shirley Temple. “Adiós, niña”, puso solo. Y añadió una foto de entonces, de cuando la anciana que ahora ha muerto con ochenta y cinco años era una niña de poquitos. “Mientras más tiempo se tiene, menos queda”, le dijo precisamente una niña a Ernst Jünger en su centenario, y este lo repetía luego como el regalo más bonito. Aunque era algo que el escritor, aficionado a los relojes de arena, ya sabía.

Se ha muerto una niña, pues, pero los niños se están muriendo siempre. Todos llevamos el cadáver de un niño encima, y con frecuencia el adulto no es más que un niño derrotado . Aunque a veces ese niño vive. Asoma en los ojos, en un deje de la voz, en alguna travesura incontrolada o incluso en el regusto travieso por alguna antitravesura. Porque el niño es también el serio. Como escribió Nietzsche: “Madurez del adulto: significa haber reencontrado la seriedad que teníamos los niños al jugar”.

Al jugar, o al cantar y bailar. Hoy traen los periódicos biografías completas de Shirley Temple, pero la mujer que siguió se queda solo para su vida, como un epílogo demasiado largo. No para ella, sino para nosotros. Al verla niña y muerta, casi podemos solapar sus edades como lo hacía Quevedo, al que se le presentaban seguidos “pañales y mortaja”. Thomas Bernhard, el misántropo, venía a repetirlo así: “Una madre se cree que ha tenido un bebé, pero no ha tenido un bebé: ha tenido un octogenario que va meándose por los rincones”.

Aunque en medio hay algo, y si la ansiedad nos deja se puede hasta saborear. Ese día a día que va cayendo como la arena de los relojes; ese día a día del que menos nos queda cuanto más tenemos, y en el que resucita una niña si se pone un vídeo.



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11.2.14

El contagio del cine español

La noche del domingo la pasé trabajando, que es como hay que pasar las noches de los domingos. Pero dejé abiertas dos ventanitas, a las que me asomaba de vez en cuando. Una daba a la retransmisión de los Goya; la otra a Twitter, donde se comentaba mayormente la retransmisión de los Goya. De la primera ya se ha dicho todo, aunque habrá que volver a decirlo (¡y lo diré, en el último párrafo!). De Twitter, en cambio, se ha hablado menos, porque suele ser Twitter el que habla.

Había tres grandes tipos de tuits. El primero, minoritario, era el de los que se tomaban en serio la ceremonia, celebraban los premios en serio y sentían un aprecio (¡en serio!) por el cine español: unos extraterrestres que se estaban tragando la película. El segundo (el mío, o el que quiero mío; aunque esta vez no puse nada), el de la fiesta dionisíaca de la ingeniosidad y el sarcasmo, el de la trituradora humorística, que por lo general se ríe pero que discrimina (se trata de una trituradora con algo de estilete) y, cuando la ocasión lo reclama, no renuncia a las caídas sentimentales. Y el tercero, el de los sectarios del anticine español. Entre estos hay algunos divertidos (¡y amigos míos!), pero casi todos son de una ramplonería, de una quejumbre, de una obediencia a los tópicos, de una falta de imaginación, de brillo y de verosimilitud, que parecieran haberse contagiado irremisiblemente del cine español.

En cuanto a la ceremonia: pues eso, lo de siempre. Los españoles no parecemos dotados para el espectáculo, y la peculiaridad de los Goya es que quienes lo confirman son los españoles que han escogido dedicarse al espectáculo. Este año los malos de la película fueron la Coca-cola y el ausente Wert. Sin que llegaran a erigirse en buenos la Pepsi ni los anti-Wert. Al final lo mejor fue la frase que David Trueba recordó del gasolinero de Almería, que llevaba el aroma de cuando en el cine español se colaba el pueblo: “Este es un país rico, porque llevan cuatrocientos años robando y no se ha acabado”. Y lo peor, que Juan Diego Botto se quedase sin premio y sin hablar. Ahí España entera tuvo un gatillazo, apostaría que hasta Wert.

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6.2.14

Limitación de Losantos

Para muchos Federico Jiménez Losantos es el mal, y eso me lo hace simpático. Pero en ocasiones incluso para mí es el mal, y entonces se me hace antipático. Así que le sigo y le des-sigo, por temporadas, en general intensas pero cada vez más espaciadas; entre la atracción y la repulsión. (No deja indiferente a nadie, pero esto es un mareo; de vez en cuando apetecen aguas más tranquilitas).

Yo llevaba meses des-siguiéndole, cuando en el mundillo de los fans de Arcadi Espada (por el que deambulo) han caído las ayatoladas que le lanzó la mañana del viernes por la radio. “Lo siento, Arcadi, pero es de lo más asqueroso que he leído en mi vida, de lo más repugante” (m. 01:46); dijo a propósito del artículo Los vencidos, que salió el jueves. En él Espada cuestionaba las prioridades del nuevo partido Vox, en un tono sensato y plausible. Pero vino a meterse en el avispero de la derecha, que está ahora en pleno ping-pong de navajas. La derecha estalinista, con su navaja multiusos que va en las dos direcciones.

La otra noche pusieron pingando a Vidal-Quadras en El cascabel por haber dejado el PP por Vox. Y ahora Losantos va a por Espada por no haberse plegado a este. “Te estás poniendo al nivel de Bolinaga” (m. 04:55), concluye una retahíla en que simplifica y tergiversa lo que escribe Espada sobre Ortega Lara, y sobre Vox en sí. Malas artes. Parece que la cabeza visible del liberalismo español no tolera en exceso la disidencia, y le nace como un impulso de aplastarla. Como si su formación fuese maoísta.

Y esa es, en verdad, la limitación de Losantos. Soy consciente de la osadía del sintagma, porque si Losantos está limitado cómo estaré yo. En cualquier debate me haría papilla, como al Tuerka. Pero por debajo de sus capacidades y de su cultura, por debajo incluso de su potencia y de su valentía, está la condición –que lo lastra– de ser un convencido, y de ponerlo todo, de manera absolutista, al servicio de su convencimiento.

A él le gusta repetir que es un intelectual, y lo es. Pero solo un intelectual estratégico, de combate. Con todo su intelecto en escuadrón en aras del objetivo fijado. Asistir a su despliegue, desde esta premisa, causa admiración cuantitativa y técnica; pero también una pereza fundamental.

[Publicado en Zoom News]

4.2.14

La 'plasmación' definitiva

La verdad es que los partidos políticos tienen un psicoanálisis muy fácil. Eso de “dime de qué presumes y te diré de qué careces”, que en la vida no siempre es real (porque en la vida existe el juego), se da con una precisión matemática en la política. Sobre todo en actos de reafirmación como los de la convención del PP en Valladolid.

Aquí la dialéctica se cumple como si se la acabara de inventar Hegel: la afirmación se busca mediante negaciones; negaciones que dibujan, con exactitud de guante, la verdad. Desmintiendo lo afirmado. De manera que ese tú-Rubalcaba al que interpeló Rajoy (cargándose el último patrimonio que le quedaba a la derecha: el usted) era también un tú-Rajoy, en diálogo (en oposición) consigo mismo. Algo perfectamente lógico, porque a estas alturas la herencia recibida de Rajoy es el propio Rajoy.

El escenógrafo del PP (cuyo nombre ignoro pero que ha sido el protagonista secreto de las jornadas) ha entendido el drama de manera exquisita. La colocación de una enorme pantalla a la derecha del orador (a la izquierda para los espectadores, en un prodigioso juego transversal que pretenderá robarle votos a UPyD) ha resaltado esa dualidad esencial. En este PP dividido, en el que se oyen voces (plural de Vox), cada interviniente estaba a su vez dividido, o desdoblado; como un PP a pequeña escala, fractal.

A la vez, le hacían un homenaje al presidente, probando de su propia medicina: protagonizando lo que más se le ha criticado, que es desvanecerse en favor de una pantalla. No sé si sería de plasma, pero funcionaba igual a efectos simbólicos. Allí estaban en su versión carne, pero empequeñecidos por la imagen de ellos mismos en la pantalla; como exponiéndose a demostrar que lo que cuenta es la representación electrónica. Y de paso que les separa de la calle un simple clic.

En cuanto al propio presidente, se trataba de un ejercicio personal, más que se reafirmación, de fuerza (o de recochineo). Luis Cernuda solía repetir: “Aquello que te censuren, cultívalo, porque eso eres tú”. Y Rajoy ha querido cultivar lo que es, colocándose a sí mismo de mascota de una pantalla gigante que evocaba sus comparecencias ectoplasmáticas. Como en aquella imitación que hacía Pedro Ruiz de Alfonso Guerra, podría decir: “¡Estoy plasmao, estoy plasmao!”.

Lo ocurrido en Valladolid ha sido, pues, la plasmación definitiva de este PP que va a lo suyo. No sabemos si en la buena dirección, pero sí con la ventanilla cerrada. Y dejándose piezas por el camino.

[Publicado en Zoom News]