17.2.15

Ola de suicidios en la política española

Hay quien ha echado a faltar, en estos años de crisis, el espectáculo de magnates arruinados y de corruptos echándose por las ventanas, como parece que ocurrió tras el Crack del 29. El ser humano ha ido a menos y el antirromanticismo también ha llegado ahí. Por aquellos suicidios se atisba que en los plutócratas todavía quedaba un resto de código que, llegado el caso, les llevaba a comportarse como samuráis: sin honor, no merecía la pena vivir. Con el tiempo han aprendido que no hay que tomarse las cosas tan a pecho.

Pero esa pulsión de muerte se ha mantenido, por no contradecir al último Freud, que consideraba que las dos grandes fuerzas eran Eros y Tánatos; tan fuertes, que si se reprimían de un sitio salían por otro. De Eros nos ocuparemos otro día (¡ojalá llegue!), hoy toca solo el impulso tanático. Esos suicidios que no se han producido en los individuos (por fortuna, que en el columnismo tampoco nos tomamos ya las cosas tan a pecho), han empezado a producirse, y de qué modo, en los partidos políticos.

Se trata de suicidios colegiados, en que las cúpulas de los partidos ejercen de orquesta del Titanic que, en vez de con instrumentos musicales, tocase con picos y taladradoras, y cuya música fuera la del agujereamiento del casco. O cúpulas que, como una actriz histérica, no dejan de dar mandobles por la muñeca del partido con una cuchilla de afeitar, por ver si le encuentran la vena a las siglas. De otro modo no se entiende lo que están haciendo los dirigentes del PSOE, IU, CiU, UPyD, casi Podemos ya y el PP incluso, este de un modo más enrevesado.

El PSOE con su deriva de almodovariana vaca sin cencerro, cuyo último episodio ha sido la pelea Sánchez-Gómez (españolísima a nivel apellidos). IU con el saltimbanqueo de Sánchez (la Sánchez: por estas cosas hay que ponerlas a veces el artículo), y con esa rabia de no haberse convertido en Podemos antes de Podemos, que es lo que quería Alberto Garzón. De Mas, ya se sabe: un puro truco de prestidigitación, en que se envuelve en la bandera, luego se desenrolla la bandera y ya no está él. UPyD con Gorriarán dándolo todo en Twitter, a coz por tuit, últimamente contra Ciudadanos (este, por cierto, quizá no se esté suicidando ahora porque lo intentó hace unos años y no le salió); ya hasta circula un chiste cuyo protagonista absoluto podría ser Gorriarán:

–Oiga, que se le ha caído un partido.
–No, no, si lo he tirado yo.

Podemos, por su parte, parece instalado ya en su techo electoral, como lamparón del sistema, tras haberse comprobado lo casta que es también (Errejón, Monedero, Alegre) y lo que se enfada en las tertulias (Iglesias). En vez de ofrecer una respuesta diferencial a sus problemas, ha optado por enrocarse, como un partido político español suicida cualquiera.

Lo del PP, como decía, es algo más enrevesado. El presidente Rajoy se ha decantado por ese pseudosuicidio, o suicidio provisional, que es la hibernación. Es nuestro Walt Disney, que no está muerto sino congelado. A cambio, para calmar a las fieras, sí se ha encargado de suicidar (casi personalmente) algunos trozos del partido: los de Cataluña y Andalucía, por ejemplo, que están a la moda de lo que se lleva ahora en la política nacional, como hemos visto.

El problema de esta política, para Rajoy, es que está un pelín caliente: es una política en fase de calentamiento, que puede ir derritiéndole el bloque de hielo hasta verse convertido en un charco. Aunque tal como van las cosas, ese charco (sumamente del gusto de Arriola, por lo demás, tan calladito) también ganaría las elecciones.

[Publicado en Zoom News]