12.6.15

Zerolo en tres fases

Esta Montanoscopia amenaza con convertirse en una sección de peluquería, pero pensando estos días en Pedro Zerolo he visto que se puede hablar de él por su cabeza, por las tres fases capilares que le conocí. La segunda y la tercera son las conocidas, pero yo tuve ocasión de ver también la anterior: la de su pelo corto de abogado, que combinaba con su traje de abogado. Era un Zerolo de aspecto convencional, que acababa de ser nombrado presidente del antiguo Cogam (Colectivo Gay de Madrid) y al que sus amigos llamaban "el Felipe González gay".

Yo trabajaba entonces de guionista en Antena 3 TV, y mi compañero Fernando del Moral me llevaba al Corazón Negro, el añorado bar de la calle Colmenares en el que ponía copas David Delfín (antes de ser diseñador). Allí se juntaba con sus amigos del ambiente, entre los que estaba Leopoldo Alas, que ya también murió. Yo hablaba poco, porque casi no tenía nada que decir y porque me divertía escuchar. Alas acababa de publicar De la acera de enfrente, y según su propia clasificación yo era un "heterogay": heterosexual con pluma. Pero lo mejor era el capítulo dedicado a la mili, cuyo comienzo celebraba el grupito: "Dicen que en la mili uno se hace un hombre. Falso: yo me hice veintisiete".

Entre estas frases jocosas aparecía Zerolo, al que recuerdo llegando tarde, de trabajar, y más bien serio. Estaría cansado, sin duda, porque de él decía Ferny que tenía mucha gracia, y para confirmarlo repetía dichos suyos con acento canario. Pero con esa imagen seria de Zerolo, con el pelo corto y formal, me quedé hasta que años después lo volví a ver por la tele, ya con los rizos, la sonrisa y la manera de vestir colorida: el look de su faceta pública. Nunca supe a qué se debió el cambio, ni si fue gradual o de un día para otro. Confieso que entre las distintas opciones (todas plausibles), consideré la del cálculo político; al fin y al cabo parecía lo que más le convenía: el "activista gay" perfecto. No lo sé. En cualquier caso, su apariencia contribuía también a su lucha.

De esta fase me molestaba su retórica, pero a mí es fácil que la retórica de un político me moleste. Más me molestaba que fuese un componente del para mí nefasto zapaterismo. Aunque aquí hay una enorme salvedad: él fue el principal impulsor de algo que sí hizo bien Zapatero, la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo. Una ley valiente y justa que mejoró la vida concreta de muchos individuos y que dignificó (e incluso prestigió) a toda la sociedad. En este sentido, Zerolo ha sido indudablemente un benefactor. La retórica que me molestaba queda rebajada ante este reconocimiento.

Y de pronto llegó el final de su vida, que ha resultado tan trágico y triste como ejemplar. Del pelo corto y la melena de rizos pasó al cráneo mondado por la quimioterapia, que vimos porque él lo mostró. Como dijo en una entrevista: "He tenido que pelear mucho en mi vida y salir de muchos armarios, y ahora me ha tocado –y he querido– visibilizar mi cáncer". Su comportamiento durante este último episodio le ha dado quilates a su valentía. Y ha producido para su trayectoria entera una irradiación de elegancia.

Luis Antonio de Villena, del que se hablaba a veces en el Corazón Negro (iba con ellos al bar, pero yo nunca coincidí), suele citar esto de Petrarca: "Un bel morir tutta una vita onora". Se le podría aplicar a Pedro Zerolo, si no fuera porque su vida no necesitaba a la muerte para ser honorable.

[Publicado en Zoom News (Montanoscopia)]