7.7.15

La alegría de los resentidos

La izquierda, cierta izquierda (¡yo también soy de izquierdas!), está metida en una película rara. A las prosaicas realidades del mundo se ha puesto a echarles toneladas de retórica (de retórica lírico-épica), como si se aburriera y hubiese decidido montarse en una noria. El último episodio ha sido el del referéndum de Grecia. A la realidad, poco lucida, de un país en quiebra que no paga lo que debe ni tiene para mantenerse, por errores sobre todo suyos, esa izquierda ha emanado toda una leyenda de buenos y malos, de dignidades ofendidas, de "los banqueros" contra "la gente". La complejidad de una situación desoladora la han simplificado en un pastel que los propios griegos han comprado, por más que los beneficiarios no vayan a ser ellos sino los pijos ideológicos, cuyo narcisismo se refuerza.

Es extraña la alegría en estos contextos trágicos. Sin embargo, la ha habido. Hubo fiesta en Atenas para celebrar el triunfo del no, y en España se ha desencadenado la euforia en esa izquierda que anda metida en la película: a Varoufakis lo han llamado "jefazo" o "héroe griego". Al final, es una alegría contaminada de resentimiento. Una alegría sucia. El ejemplo más transparente quizá haya sido el de Isaac Rosa. Su artículo, notablemente señoritil, "Cuando ya no temes ni al corralito", lo termina: "Será que saben [los griegos] que su corralito provoca más terror en Berlín, París o Madrid que en Atenas". La ruina de "la gente" da al cabo igual si "los malos" van a estar más jodidos (como se piensa el señorito Rosa que van a estar, desde su cómoda empanada).

Es lo que tiene venir de la tradición marxista. El marxismo es una prolongación del hilo judeocristiano del resentimiento: pura religión ideológica, por más que sus creyentes se autoperciban como ateos y nos den la brasa de su presunción (en el asalto a la famosa capilla de la Complutense, había más beatería en Rita Maestre –aun en tetas– que en el cura). Entre las tareas liberadoras de Nietzsche, estuvo la de diseccionar ese resentimiento. El pasaje más memorable de La genealogía de la moral no es suyo, sino de Santo Tomás de Aquino: es una cita de la Suma Teológica. En ella se dice (suplemento, cuestión 94, artículo 1): "Los bienaventurados verán en el reino celestial las penas de los condenados, para que su bienaventuranza les satisfaga más".

Es una felicidad que se alimenta, pues, de la desgracia de "los condenados", lo que prueba su origen espurio: no ha nacido de la nobleza, sino de eso que Spinoza llamaba "pasiones tristes". Es lo que está implícito en lemas de Podemos como "El miedo va a cambiar de bando" o "Su odio, nuestra sonrisa". Resulta significativo el frentismo, que se sacan ellos de la manga: proyectan el odio efectivo que ellos sienten en un supuesto odio que sienten "los otros". Como prestidigitadores que ni se toman la molestia de currarse el truco, se fabrican a la vista de todos una coartada para odiar. El propio Pablo Iglesias lo ilustra, en una exhibición de resentimiento equivalente a la del Aquinate: "Yo creo que a la izquierda le iría mejor si en lugar de prometer paraísos para los parias de la tierra, prometiera un buen infierno rojo para los ricos". (Al final de este vídeo).

Esta gente se ha metido en una guerra chunga ella sola, en un delirio peliculero que enturbia la percepción de la realidad y la entorpece. Dicen que vienen a resolver los problemas y los van a empeorar todos. De hecho, han empezado por añadir un nuevo problema a los que ya teníamos: ellos mismos; su aparición y la propagación de su resentimiento.

[Publicado en Zoom News]