5.2.18

La gala del 'No al cine'

Ha sido ver en EL ESPAÑOL la foto de Willy Toledo y Alberto San Juan en la gala de los Goya 2003, la del No a la guerra, y que regresase como una bofetada el bochorno de aquella noche. Hace quince años y el bochorno sigue fresquísimo: es un pescado podrido que se mantiene oloroso. El añadido es la mitologización –el falseamiento– de la historia. Parece que a los que hemos vivido ya los años suficientes no nos queda otra que salir de vez en cuando a señalar en plan aguafiestas: “No fue así, no fue así”.

No fue una cuestión de bloques. No fueron los puros angelitos de la izquierda contra los impuros demonios de la derecha. La realidad es más complicada. En mi entorno de izquierda, o al menos de no votantes del PP, la gala resultó patética. Una amiga que detestaba a Aznar dijo sobre el papelón de los actores: “Esos no saben quién paga”. Y se quejó de lo feo y soez que había sido. Yo mismo estaba en contra de la guerra y dos semanas después asistí a la manifestación. Pero daba grima cómo tenía uno que andar frotándose con facciones antidemocráticas (castristas, nacionalistas, proterroristas) cuando mi razón era prioritariamente la democrática. Como dije después: “Estuve en la manifestación haciendo bulto pero también haciendo chistes”.

La gala fue un exabrupto de abusones ideológicos, de niñatos revenidos. Malversaron la causa que decían defender y perjudicaron gravemente la industria en la que trabajaban, que no era solo de ellos. Fue ante todo una gala de No al cine. Echaron a patadas a la mitad de los espectadores posibles. Estos, ciertamente, pasaron a odiarlos. Pero en respuesta al odio anterior de ellos. Me hace mucha gracia esa mentalidad victimista y aprovechona de quejarse solo del odio de los otros, como si este hubiera surgido por generación espontánea y no espoleado por un odio primero, propio, que ahora se escamotea. El truco del que se apresura a pasar por bueno para que el prójimo cargue con toda la maldad.

En cuanto a la rentabilidad de la pegatina, me fijé en Santiago Segura. Se dice que en los días de asfixiante calor hay que mirar dónde se coloca el perro de la casa, porque ese será el lugar más fresco. En cuestiones de beneficio también hay que mirar qué hace Santiago Segura, genio de los negocios. Recuerdo que en la gala no llevó la pegatina. Pero a partir de la gala se la puso y ya no se la quitó durante meses. Y con eso está todo dicho.

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En El Español.