21.3.18

Revisitando a Almodóvar

He estado este marzo lluvioso revisitando películas de Pedro Almodóvar. Uso revisitar porque me gusta el modismo: es moloncete. Y tiene sus enemigos puntillosos, que es lo que le da vidilla al molar. Aquí viene especialmente a cuento, porque me gusta Almodóvar por algo parecido.

He visto (¡revisitado!) ocho, por este orden: La flor de mi secreto (1995), Kika (1993), Todo sobre mi madre (1999), Carne trémula (1997), Los abrazos rotos (2009), Hable con ella (2002), Volver (2006) y La piel que habito (2011).

Menos Kika, que es irrecuperable, todas han mejorado con el tiempo. Incluso dos que me gustaron menos en su día: Carne trémula y Los abrazos rotos. Y La piel que habito, que me pareció deplorable en su primera parte (pero que iba mejorando hasta llegar a ser muy buena), me parece ahora buena entera. Casi perfecta. Como Todo sobre mi madre y Volver. Las perfectas, sin casi, son Hable con ella y La flor de mi secreto.

Cuando un amigo me dijo que mi gusto por Almodóvar era generacional, caí en que siempre han estado ahí sus detractores, incluso en los ochenta. Mi afición ha tenido un trasfondo de risitas. Sus detractores de ahora no descubren nada. Lo que no sé (eso lo reconozco) es si habrá almodovarianos nuevos...

Vistas ahora, con la época ya en contra, se han vuelto un poco raras; yo creo que con ganancia artística (para quienes las sepan mirar). Destilan una subversión sutil, y no hacia esas gentes de derechas que las rechazaron y que tampoco van a acogerlas hoy. Es una subversión hacia cierto progresismo, en el que Almodóvar nominalmente se inserta. Por eso es un artista libre.

Su mundo es el de un “laberinto de pasiones” sin corrección política. Utiliza el arte a la vieja usanza, para conjurar demonios. Sus mujeres, las famosas mujeres de Almodóvar, son fuertes (y frágiles), intensas, torturadas, pasionales, rebeldes, algo guarras y gamberras: se toman unas licencias que hoy estarían mal vistas. Como sus gays (y sus lesbianas y sus transexuales).

En su día nos descubrieron un mundo. Nos mostraron una cierta cotidianeidad desvalida, hipersensible. Era nuevo para España. Esa Marisa Paredes que baja a la calle a que alguien le quite los botines, esos botines que le aprietan y que se ha puesto por amor, ¿dónde la habíamos visto antes?

Un hombre de La Mancha salió de su pueblo a enseñarnos un modo de vivir en la ciudad; y lo que es más bonito, un modo también de regresar al pueblo.

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The The Objective.