11.5.20

Histerismo anti-Cs

Para mí no tuvo especial relevancia que Inés Arrimadas votara a favor de la nueva prórroga del estado de alarma que solicitó Pedro Sánchez. Hizo lo correcto y punto (allá los que votaran lo incorrecto). Lo relevante ha sido la relevancia que se le ha dado.

Hay ya (oficialmente) 26.621 muertos por coronavirus en España cuando escribo estas líneas. Pero el miedo de algunos es que vuelva Ciudadanos. Habría que tranquilizarlos, porque Ciudadanos no va a volver. Perdió su ocasión, y no creo que la recupere.

El histerismo desatado en contra nos hace ver una vez más la fuerza de que llegó a disponer Albert Rivera. Lo potente que fue lo que tuvo: cincuenta y siete diputados para combatir a los histéricos; para forzar a Sánchez a tomar el camino verdaderamente progresista o desenmascararlo. Tenía nitroglicerina y la tiró a la basura (sin que ni siquiera explosionase la basura; solo implosionó su partido).

Ahora Arrimadas hace lo que puede con sus diez escaños. Y está bien que, al menos testimonialmente, haga lo correcto. Lo correcto esta vez era votar la prórroga, porque no había otra opción sensata, y no callar las críticas al Gobierno: por su lamentable gestión de la crisis sanitaria y por su politiqueo cortoplacista. Lo correcto era hacer las dos cosas, en su aparente (solo aparente) contradicción.

Este juego más o menos complejo y decididamente antisectario es lo que nunca se le ha perdonado a Cs. Para llevarlo a cabo en España hace falta muchísima energía y no poco talento. Así dijo Manuel Alcántara de Manuel Chaves Nogales: “Hace falta tener talento para que te quieran fusilar los dos bandos”. Cuando Rivera incurrió a su vez en el sectarismo (sin alcanzar nunca, por cierto, el de sus rivales) solo quiso descansar.

Es muy trabajoso soportar tanto odio. El odio a Cs es probablemente el hecho más relevante, más sintomático, de la política española. Es un odio que, como dije en otro momento, no tiene que ver con sus defectos, sino con sus virtudes. Además de su antisectarismo, está su antinacionalismo fundacional. Denunciar el carácter reaccionario del nacionalismo y propugnar una España de ciudadanos libres e iguales ofende, en su progresismo, a los que se dicen progresistas pero se apoyan en la reacción (¡un saludo, Carmen Calvo!).

Siempre estuvo claro que la moción de censura contra Mariano Rajoy era en realidad contra Ciudadanos, que iba por entonces primero en las encuestas. Los nacionalistas y los populistas nunca ocultaron este propósito, ni tampoco la parte podrida del PSOE (que me temo ya que alcanza a casi todo el partido).

Ahora los de ERC y los del PNV se han echado a temblar y han amenazado con sus vetos (¡ellos, los del meloso “diálogo”!) por un simple gesto de Arrimadas. Imagínense si tuviera cincuenta y siete escaños.

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En El Español.