14.9.20

Dos viejos debates

Qué experiencia para los de mi generación volver a ver antiguos programas de la tele. Aquellos que vimos sin ninguna duda, puesto que los vimos todos. Nuestra vida iba por dos cauces, el de la vida y el de la tele: que no se mermaban entre sí, puesto que los dos iban a tope y en los dos estábamos. Teníamos todo el tiempo para los dos. 

Entonces había que verlos cuando los emitían, y por lo general solo los emitían una vez. Por eso los volvemos a ver ahora con la certeza de que la experiencia anterior estuvo en un momento concreto de nuestra vida. Es como meterse en nuestros ojos de tal día concreto. Y, por extensión, del momento histórico, el que corría alrededor de la pantalla. 

En YouTube se pueden ver muchas cosas (¡a veces me pongo Colombo!), pero no hay nada como el formidable almacén de RTVE A la Carta. Los más ilustrativos son los programas de conversación. Por ejemplo, el de la tertulia que tuvo en 1981 Fernando Fernán-Gómez: está entera la época en aquellas charlas. Si los jóvenes se asoman, se harán una idea. 

Este verano me he puesto dos debates que recordaba bien, aunque con las filtraciones de la memoria. Revivirlos ha sido bastante espectacular. 

El primero es el dedicado a El compromiso de los intelectuales en 1987, moderado por Victoria Prego y con la participación de (¡agárrense!) Octavio Paz, Jorge Semprún, Mario Vargas Llosa, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo y Fernando Savater. Todos hombres, sí, pero los tiempos eran falócratas. Lo cual tenía también sus cosas buenas. Los falos se conjugaban con los cerebros, que estaban engrasados. Hoy, sencillamente, no podríamos ver un programa así: no por los falos, sino por los cerebros. (Hasta Vázquez Montalbán está aceptable.) 

El segundo es la discusión que tuvieron en el Querido Pirulí de Fernando García Tola, en 1988, Savater y Javier Sádaba (a partir del 22:42). La revisitación aquí me produjo un sobresalto: ¡Sádaba es un proto-Zapatero! La misma carita edulcorada, la misma retórica curil, la misma estrategia pasivo-agresiva, estrictamente inquisitorial. El burreo al que lo somete Savater es épico: la inteligencia afilada y sin grasa (¡rápida, chispeante!) de Savater frente a la paquidérmica maquinaria neuronal de Sádaba, que echa la caña a su cerebro a ver si se le engancha alguna ideílla, siempre mala... 

Sádaba no era proetarra, pero era de los que alimentaban la sopa boba del etarrismo. Habla de “la paz” de manera untuosa. Mientras que ETA había asesinado diez días antes y volvería a asesinar nueve días después. Y aún es lo suficientemente miserable como para soltarle a Savater (además de que se le entiende “como se entiende a la policía”, 44:45) que si tiene problemas en Zorroaga “tú sabrás por qué” (49:25). 

De modo que a mi edad he vuelto a exaltarme ante la pantalla como a mis veintiún años, con la irritación añadida de que el sabadismo es lo que impera hoy. Por lo demás, los viejos dinosaurios falócratas fueron abatidos, junto con sus cerebros. Quedan Vargas Llosa y Savater, a los que llaman “fachas”. 

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