25.7.06

Gloria a Morrissey

En este verano triste, pero también hermoso, vuelven a sonar las canciones de Morrissey; por debajo, el zumbido del ventilador. Es como si las mismas canciones se animaran, “suscitando fresca brisa”. Cuando el sábado leí en el periódico que iban a retransmitir en directo su concierto desde Benicàssim, fui a buscar una cinta para grabarlo. Por un gozoso azar, la primera que encontré fue una con grabaciones de La Edad de Oro que hice durante su reposición de este invierno. La última era precisamente la del concierto de los Smiths en Madrid en abril de 1985. Ahora pongo la cinta y ahí está el Morrissey joven, espigado y con gafas, abriéndose la camisa roja y retorciéndose en aquella primavera, y a los diez segundos ya está el Morrissey maduro y fondón de veintiún años después, con su camisa amarilla, más trágico pero aún guapo, pisando el tiempo con una mezcla solemne de autoparodia y afirmación, en este verano de nuestro descontento. El efecto, contra lo que pudiera parecer, es feliz. Se ve a aquel chico trabajado ya por la vida. El sufrimiento y la dicha se le han marcado en el cuerpo y en el rostro. Los años no han pasado impunemente: hay decadencia, pero también hay esplendor. Y al otro lado del televisor estamos nosotros, como él: bellos y heridos. La vida, como dice en su última canción, es una pocilga. Pero aquí seguimos, cantándola. Como fondo del escenario había un enorme retrato de Oscar Wilde. Hace poco he leído una bonita reflexión de Borges sobre Wilde. Decía que, cuando le citamos, celebramos su brillantez pero solemos olvidar una cosa: que casi siempre tiene razón. Es cierto. Y quizá ese fue su gesto estético supremo, envolver su razón (también) en brillos frívolos. Durante el concierto, que empezó a las nueve, se fue poniendo el sol. Los últimos rayos alumbraron la camisa amarilla mientras Morrissey cantaba Let me kiss you ("Close your eyes / and think of someone you physically admire / and let me kiss you..."). Luego la arrojó al público y se puso una celeste. Otro crespúsculo y la noche. Nuestra vida entera. Felicidad.