3.10.06

El extranjero

Me hace mucha gracia a mí la matraca de "la integración de los inmigrantes". No hay problema alguno. Me refiero a problema de tipo espiritual, es decir, insalvable; el único problema de entrada es el económico, que es secundario. El inmigrante llega y al tercer día ya está con su camiseta del Barça o del Madrid, jaleando el fútbol en el bar aceitoso, enganchado al Carrusel, hurgándose en los dientes con el palillo, meándose en las esquinas, zurrándole a la parienta y sin abrir un libro, como cualquier español. Llega la Semana Santa o la Feria, y los inmigrantes están en la primera fila del fervor y del jolgorio. Se adaptan como nadie a nuestros festejos y no hay cotilleo del Tomate que no controlen. Aquí el único extranjero soy yo, que detesta el fútbol, la Semana Santa y la Feria, y que va por la calle con su camiseta del Gran Vidrio de Duchamp como un extraterrestre no sólo desintegrado, sino sin posibilidad alguna de integración (lo cual es, por cierto, la fuente de mi felicidad).