4.10.06

Templos aún invisibles

Uno de los textos imprescindibles del siglo XX (para el XXI) es el prólogo de Ernst Jünger a sus Radiaciones. Combinándolo con las Seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino (recordémoslas: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia), tal vez tengamos las claves para la literatura del presente y del porvenir. Transcribo dos párrafos de Jünger:


Nosotros creemos que en la plasmación de un estilo nuevo está la sublime posibilidad de hacer soportable la vida. Sólo caminando hacia adelante se encontrará tal estilo. Las llamas han consumido las últimas ramas secas del romanticismo. Y asimismo ha quedado manifiesto el desconsolador vacío del clasicismo. La etapa museística es la etapa previa al mundo del fuego. Las pretensiones conservadoras, ya sea en el arte o en la política o en la religión, extienden cheques contra activos que ya no existen. Así Huysmans, santo padre de la Iglesia de los tropeles de creyentes a quienes el pánico empuja hoy hacia los altares.

Frente a esto el realismo promete menos, pero cumple más. El realismo renuncia a las especulaciones que no se rigen por el orden de la lógica y no paga con cheques contra fondos invisibles. Eso está bien —¿pero hemos agotado los secretos de las cosas visibles? Toscos segmentos, relieves superficiales, eso es lo único que el positivismo y el naturalismo han ofrecido. Ahí puede haber un punto de partida. En las cosas visibles están todas las indicaciones relativas al plan invisible. Y en los diseños, en las muestras es donde es preciso demostrar que tal plan existe. A eso tienden los ensayos de fusionar el lenguaje jeroglífico con el lenguaje de la razón. En este sentido la obra literaria crea estatuas que el espíritu coloca como ofrendas ante los templos aún invisibles.