22.11.07

Enemigos de la ornamentación

Leo muy poco ahora: el trabajo apenas me deja tiempo. Sigo, pues, con Wittgenstein y Ricardo Reis. Están resultando ser una buena pareja. Tienen algo, ambos, de primitivos: en el rozarse personalmente con la realidad, sin intermediación erudita. En Ricardo Reis hay alusiones mitológicas, pero no estorban a ese fin. La realidad es atrapada en su esencia (con conciencia de lo que no se sabe), rehuyéndose el rodeo y la ornamentación. En Wittgenstein es explícita esa furia antiornamental. El biógrafo Monk explica que Wittgenstein detestaba el ornato porque era el signo de la decadencia austro-húngara. Hay una coherencia implacable en el extremismo antiornamental de Wittgenstein: lo mismo que le hace detestar los edificios y los muebles con volutas, es lo que le lleva a escribir el Tractatus. El propósito de ser claro, de hablar con claridad pero sin achicar la profundidad (la despiadada severidad) de lo que se dice. Ese cocktail seductor de Wittgenstein, de lógica y mística. En cuanto a Ricardo Reis: el hipérbaton latinista contribuye igualmente, aunque parezca paradójico, a ese "hablar con claridad" —con la sombra presionando desde el otro lado.