12.1.08

El último romántico

El problema de los himnos es que se sitúan todos, sin excepción, entre lo abyecto, lo cursi, lo abominable y lo imbécil. Quizá hubo una época en que podía jugarse con ingenuidad a componerlos. Esa época ya ha pasado. Por eso, todo himno nuevo no puede sino nacer debilitado y pánfilo, estrictamente idiota. A la charanga de la, así llamada, "Marcha Real", lo que le encajaba como un guante era el denostado chunda-chunda, que al menos tenía algo de dadaísta. En España tenemos que dejarnos ya de gilipolleces pseudopatrióticas: esta insoportable resaca provocada por la bailoteante política de Zapatero. Es decir: menos himnos, y más banderas de España en esos balcones de ayuntamientos euskonazis y fasciocatalanes en los que la bandera de España significa libertad e ilustración y su ausencia sumisión y oscurantismo. O sea: apliquemos la ley (¡la ley democrática!) y dejemos todas las patochadas para el retrete.

Pero escucho ahora dos canciones que suenan bien como himnos: "Gente", como himno colectivo; y "O último romântico", como himno personal. Las cantaba Caetano Veloso en su show de 2002. Qué cosas dice la segunda: Faltava abandonar a velha escola/ Tomar o mundo feito coca-cola... ¡Así, sí! Aunque más que "tomar el mundo hecho cocacola", lo que yo quiero es tener a mi chica hecha pepsicola (pepsicoleando, vamos).