9.3.08

Ruleta rusa



Me preguntan si me cabe alguna esperanza. Sí: la de equivocarme en mi catastrofismo. Lo deseo sinceramente: ojalá la realidad no me dé la razón. Todo estadio de civilización es sólo un descansillo (pasajero) en la gran escalinata del desastre. Pero hay que estar a favor del descansillo, no del desastre. Aunque uno atisbe un futuro negro, no debe fomentarlo sólo por obtener una victoria intelectual: que llegaría, por cierto, después de que todo lo demás hubiese fracasado... Así que, gane quien gane las elecciones, anhelo que no empeoren las cosas (y que mejoren, si fuese posible).

Mi voto lo terminé de decidir estos días; pero, ya que me había echado mi artículo por delante, como una alfombra de intenciones, me he metido en la cabina electoral. La cabina, propiamente, era sólo un mostradorcito con cortinillas a los lados y la parte de atrás libre (es la espalda del votante la que hace de cuarta pared). Tenía algo de probador partido por la mitad, y algo también de confesionario. Y de repisa de quinielas. He votado con el espíritu de un jugador de ruleta: sin identificarme del todo con mis fichas, pero deseando haberlas puesto en un lugar que produzca beneficios. Aunque consciente también de que la ruleta puede ser rusa.