14.4.08

Narcisismo sin ego

Muy recomendable No Ficción, de Vicente Verdú, que acabé ayer. El hombre se mete a hablarnos sin remilgos de sus devaneos con el alcohol, la coca, las jovencitas, la acupuntura, los automóviles y los gelocatiles. Hace sociología de sí mismo, con instructivos resultados. La problemática relación con su cuerpo (o mejor dicho: la relación con su problemática salud) le agudiza el sentido para la reflexión fisiológica. A la vez, como considera que el cuerpo es una expresión de lo que se cuece en el espíritu, el discurso acerca de sus dolencias desemboca espontáneamente en un discurso sobre la culpa, la neurosis y la poca habilidad para vivir. El Vicente Verdú que aparece aquí es un poco menos inteligente, un poco más tonto, si se permite la franqueza, de como lo imaginábamos: pero no hay que perder de vista que esto es así porque él ha facilitado que se sepa; lo que realza el valor moral de su exposición. Y, en el fondo, es índice de una inteligencia de grado superior, por encima ya de ciertas batallas y presunciones. En este libro no hay ni exhibicionismo bukowskiano ni contrición julioalbertiana. Lo que hay es un narcisismo distanciado, por decirlo así: una suerte de narcisismo sin ego. Me ha recordado al Salvador Pániker de sus memorias. También estilísticamente: tiene una prosa sencilla pero un poco amanerada, con un esfuerzo metafórico centrado en términos abstractos y algo relamida cuando intenta atrapar sensaciones; en el caso particular de Verdú, no se puede dejar de señalar su uso nefasto de las comas (por omisión la mayoría de las veces). Es una escritura post-periodística, aunque se queda en pre-literaria. Le falta un hervor para que sea una obra con auténtico valor literario: pero es de esas que apetece leer más que, por ejemplo, otra novela al uso; y de las que se termina sacando más provecho (literario también).

Junto con el narcisismo con ego (que es lo habitual), y el narcisismo sin ego de Verdú o Pániker, está lo que podríamos llamar el ego sin narcisismo, que es el de la literatura autopunitiva, cuya manifestación más asfixiante y sórdida que conozco es el Auterretrato sin retoques de Jesús Pardo: una obra, ésta sí, de alto valor literario pero que no dudaría en calificar de infecta. Era un libro admirable pero desagradable; del que se salía sucio: la seca crueldad del autor para consigo mismo terminaba manchando al lector (y al mundo entero). Del de Verdú, en cambio, se sale reconciliado con la vida. Quizá con los humos bajados, pero con fuerza para seguir. Sus páginas son un buen ejemplo de asunción de imperfecciones: en este sentido, es una obra ejemplar. La lección de este libro es conocida y es sencilla, y la hemos leído mil veces en los manuales orientales. El propio Verdú la repitió este sábado en su artículo de El País: "Del mismo modo que llegamos a vivir mejor cuando atenuamos u olvidamos el ego, la vida sabe mejor, más genuinamente, cuando dejamos de buscarle sentido".