25.7.08

Es la hora

He seguido releyendo ya mis subrayados de La vida plural de Fernando Pessoa, de Ángel Crespo. ¡Qué gran libro! Sólo afeado por sus espantosas traducciones rimadas de los poemas. Sus traducciones rimadas del italiano, las de Dante y Petrarca, funcionan a la perfección; pero las del portugués resultan horripilantes. Dejan a Pessoa convertido en un patán poético (o un poeta patán). (En cambio, su traducción en prosa del Libro del desasosiego me parece memorable: y fue en ella en la que leí por primera vez a Pessoa, con toda su sensibilidad y su música.) Y he seguido escuchando también el disco de Mensagem. Otro gran poema-canción es "Nevoeiro" [Niebla], que canta Gal Costa:
Nem rei nem lei, nem paz nem guerra,
Define com perfil e ser
Este fulgor baço da terra
Que é Portugal a entristecer —
Brilho sem luz e sem arder,
Como o que o fogo-fátuo encerra.

Ninguém sabe que coisa quer.
Ninguém conhece que alma tem,
Nem o que é mal nem o que é bem.
(Que ânsia distante perto chora?)
Tudo é incerto e derradeiro.
Tudo é disperso, nada é inteiro.
Ó Portugal, hoje és nevoeiro...

É a Hora!


[Ni rey ni ley, ni paz ni guerra,
define con perfil y ser
este fulgor mate de tierra
que es Portugal entristecido:
brillo sin luz y sin arder,
como el que el fuego fatuo encierra.

Nadie sabe qué es lo que quiere.
Nadie se conoce a sí mismo,
ni sabe qué es el mal o el bien.
(¿Qué ansia distante cerca llora?)
Todo es incierto y es postrero.
Todo es disperso, nada entero.
Oh Portugal, hoy eres niebla...

¡Es la Hora!]
Según la profecía sebastianista, el regreso del rey sería precedido por una densa niebla. La niebla a la que se refiere Pessoa es patriótica, pero también metafísica (y en esto último es donde, para mí, estriba su interés). Es curioso, pero también esa doble niebla patriótico-metafísica (tomado lo patriótico aquí con no poca ironía) era el eje del Poema de 2006, que compuse con palabras del blog de Arcadi Espada de aquel año (por la página enlazada puede accederse al "Prólogo" donde expliqué el procedimiento). Ocurrió algo interesante el día de la última estrofa, el 31 de diciembre de 2006: Espada incluía en su texto la frase "es la hora", y la escogí como cierre del Poema. Yo era plenamente consciente del guiño pessoano, pero sólo después, al releer "Nevoeiro", caí en que el verso "Tudo é disperso, nada é inteiro" definía el Poema y era ideal para encabezarlo. Se produjo así, espontáneamente, o por destino poético, un salto del final al principio: del 31 de diciembre al 1 de enero (o, justamente, a la nebulosa que precede al 1 de enero). El Poema de 2006, por cierto, sí que es la obra de un poeta patán: yo mismo, hipócrita ante el lector. Aun así, tiene su encanto. No es un poema para leer (aunque hacerlo seguido supone una experiencia monumental), sino para picotear en él. Funciona más que nada como objeto (artístico), o como almacén de frases e imágenes. A mí, aparte de la sensación general que desprende, de abrumador desconcierto, lo que me gusta son los pequeños hallazgos expresivos que hay por aquí y por allá: "raspas de laberinto", recuerdo ahora. Y también el conocimiento (extrapoético) de que cada frase está escrita con fuego y sangre. Por ejemplo, para que aparezca la simple palabra "Kampusch", tuvo que haber sido previamente secuestrada la chica, liberarse, etcétera. Es un Poema que contiene las vibraciones de todo un año. Por lo demás, si "todo poema, con el tiempo, es una elegía", como escribió Borges, más debe de serlo uno que lleva inscrita la fecha en su título. Entre él y sus lectores (o sus lecturas) va abriéndose una irreversible fosa de años. El destino del Poema de 2006 es el de ir perdiendo brillo con el tiempo, y a la vez ir ganando belleza. Y el de ir convirtiéndose, poco a poco, en un jeroglifo.