24.11.07

De todas las historias de la Historia

De todas las historias de la Historia, sin duda la más triste es la de España... porque termina de un modo que ni se imaginó el poeta: cuando de pronto parecía haberse llegado a un final aceptablemente feliz y nuestro ceporrismo congénito se retiraba; cuando el país al fin lograba meterse en la democracia y vivía treinta años más o menos prósperos y modernos... va y se suicida (con una sonrisa de prime time). Nos queda el consuelo de saber cuál ha sido el principal error: el cuartelillo que se les dio a los nazionalistas vascos y catalanes durante la transición democrática. España logró salir de la dictadura. Ésta se apoyaba en una idea asfixiante y estólida de España. Tal fue el motivo por el que se dio por hecho, sin más consideraciones, que todo lo que se opusiera a esa idea de España (y, en la práctica, a toda idea de España) era ya democrático. La novatada va a pagarla España, probablemente, con la vida. Lo que ocurrió fue justo lo contrario: en los nazionalismos siguió anidando la peste de la dictadura; el virus se conservó en ellos como en una cepa blindada, y ahora son ya el cáncer imparable que conocemos. La deslealtad institucional al estado español que han tenido los nazionalistas vascos y catalanes en estos treinta años ha sido uno de los episodios más bellacos (e imbéciles) de la reciente historia de Europa. No sé qué solución puede tener esto. Yo no le veo ninguna. Porque ese cáncer ha coincidido, en el tiempo, con otra catástrofe que aniquila el horizonte: el hecho de que los partidos políticos no parezcan ser hoy otra cosa que el refugio profesional de los individuos más mediocres, ignorantes y obedientes de la población.