14.2.09

Beato autobús

El Bigotes, desde luego, es la Derecha: ¿pero es esto la Izquierda? Al final va a ser verdad la lucha de clases: están los que tienen y están los que no tienen; y las guerritas entre los primeros son, ante todo, guerritas por la tajada (por más que tiñan de azul o rojo sus escopetas). Pero hablemos hoy de teología, porque Félix de Azúa ha publicado un espléndido artículo. Vuelve Dios, sí: no sólo resucitado por el estólido y apergaminado Berlusconi, sino también por los autobuses ateos, tan beatos. ¿Sabrán estos tiernos espíritus clericales el servicio que le rinden a la Iglesia? Para ésta, el verdadero enemigo no es el ateo (ni el blasfemo ni el apóstata), sino el indiferente. La blasfemia no es más que el reverso mecánico de la oración: y esa simetría que mantiene (inversa, pero diáfana) supone una obediencia a su sintaxis. El blasfemo y el obispo hablan el mismo idioma: y se entienden. Cada vez que el obispo recibe una solicitud de apostasía, descorcha una botella de champán: porque el solicitante está reconociendo, en la práctica, su autoridad; y está contribuyendo a aplazar que la lengua de la Iglesia sea una lengua muerta. El obispo lo sabe, y concede apostasías y excomulga, tan ufano; y brama contra los autobuses. Y los monaguillos que los han fletado se ponen muy contentos, porque han recibido la bendición que anhelaban. Para mí está clarísimo: todo autobús ateo es, de facto, un Papamóvil.