24.3.10

Odisea rutinaria

Se han juntado tres cosas: que me he puesto a leer la Odisea; que Losada me mandó unas fotos de mi portal de Madrid; y que buscando sobre Juan García Hortelano, del que vi su A fondo, me enteré de que la calle Serrano Jover se llamaba antes Ronda del Conde Duque... Por ella bajaba yo casi todas las tardes en mis paseos. Siempre he paseado mucho por Madrid, por todas partes; pero en 2003 tenía un circuito decantado, destilado, y ya no lo abandoné hasta que regresé a Málaga en 2005. Salía de mi Ítaca, Santa Cruz de Marcenado 33, y emprendía una odisea sin sorpresas, reconfortante; la rutina como sedación. Bajaba por Serrano Jover y Quintana hasta Rosales. Subía al templo de Debod. Merodeaba entre los árboles, hasta el estanque, observaba el surtidor, me asomaba a la barandilla que da a la Casa de Campo, donde uno siempre espera encontrarse el mar. Seguía hacia los Jardines de Sabatini, entraba en ellos por la puerta que hay frente al Senado, miraba las fuentes, subía al Palacio Real, andaba por Bailén hasta Vistillas, me metía por las callejas del Seminario y salía al parque desangelado que queda detrás de la basílica de San Francisco el Grande. Un día supe su nombre y me gustó: Parque de la Cornisa. Contemplaba desde el borde la ciudad, en hondonada; a lo lejos, hacia el oeste, los puntitos del teleférico en su hilo de luz. Salía después a Latina, iba a la plaza de la Paja y entraba en el Jardín del Príncipe de Anglona, donde descansaba fumándome un purito. (Allí, en noviembre de 2004, encontré mi totémico hipopótamo. Alguien había colocado animales de goma, de pie, encima de los pretiles con los nombres de las plantas, un elefante, una cebra, un dinosaurio, un león, un cocodrilo, un hipopótamo... Entendí que sólo podía llevarme uno y elegí el dinosaurio; pero me arrepentí, lo devolví a su lugar y cogí el hipopótamo, que tengo en mi escritorio desde entonces.) Salía a la calle del Nuncio, o bien tomaba Segovia; llegaba a la plaza Mayor, por Toledo, bajaba a Sol, subía Preciados y entraba un rato en la Fnac a mirar libros. Después bajaba por Gran Vía hasta la Plaza de España, y subía Princesa y Serrano Jover, hasta mi calle, a la derecha. Mi edificio era el primero. Desaparecía en mi portal.