11.6.11

Indignado

El hecho es que mi escritor favorito, Fernando Savater, hace años que tiene que llevar escolta y hay días, muchos días, en que no me lo recuerdo. Hoy sí: ha llegado a alcalde de su ciudad un amigo de los que lo amenazan. Los donostiarras lo han votado, haciendo gala de abyección. Resulta incómodo pensar que uno se da un agradabilísimo paseo por San Sebastián y se está cruzando con un montón de nazis, disfrazados de sonrientes transeúntes. Pocas ciudades hay más bonitas que esta mezcla de París y Río vigorizada por el Cantábrico. Pero está podrida. Yo pasé en ella dos días maravillosos, en el verano de 2002. En la cabeza tenía a Savater, cuyo libro sobre San Sebastián llevaba encima, y el ciclista por el que más pasión he sentido, Pello Ruiz Cabestany (pasión de una magnitud inversamente proporcional a las alegrías que me dio). Al minuto uno de pisarla ya aprendí, por impregnación, que quienes no se metían en líos vivían de putísima madre. Y casi todos vivían de putísima madre. Yo mismo, de ser de allí, probablemente viviría de putísima madre. Me di mis buenos paseos, con gran disfrute; pero no quise quitarme de dentro ese resquemor.