20.7.11

Dos de oros

Ayer me hice una radiografía. Acudí con cierta ilusión, porque no me habían mandado ninguna desde adolescente y hace poco leí la preciosa escena de la radiografía de La montaña mágica. Acudí con ilusión y también con preocupación: ¡a ver qué iba a salir! Me la dieron en mano al momento, pero no la miré hasta que no llegué a mi cuarto. Había dos manchitas blancas, circulares, una encima de la otra, justo en la zona en la que me ha estado doliendo. No soy hipocondríaco, pero me inquieté. Guardé la radiografía y no la saqué más. Por la tarde salí a mis asuntos, y cuando se ponía el sol encontré una carta en la acera, bocabajo. La levanté, como hago siempre desde que vi El rayo verde de Rohmer: era el dos de oros.

Esta mañana he ido a llevarle la radiografía al médico. La ha puesto en el panel fluorescente y la ha observado. "Parece que todo está bien". ¿Y las manchas de abajo? Se ha apartado entonces y he podido verla de nuevo. Las dos manchitas, que en mi cabeza las venía visualizando redondas y amenazantes, nítidas, eran apenas dos borrones desvaídos, ni siquiera blancos. No eran nada.