10.9.11

Una experiencia sexual

Ayer decidí desperezarme. Me puse ropa deportiva y bajé a dar vueltas por la pista de atletismo. Yo aún no puedo correr, porque se me resienten las rodillas, pero caminando a paso rápido se sale con la sensación de haber hecho deporte. Además tuve una experiencia sexual. Cada cierto tiempo me cruzaba con tres chicas que hacían footing en sentido contrario. Andarían rozando los dieciocho, no sé si por arriba o por abajo; es posible que el boing-boing de algunas de esas seis tetas fuese ilegal. Pero la experiencia vino después. Las fui viendo cada vez más cansadas, y al final esprintaron, justo en el último de sus cruces conmigo. Después sentí sus jadeos muy cerca de mi cogote. Caminaban detrás, recuperándose, tan reventadas que se mantuvieron sin adelantarme un montón de segundos. Fue uno de esos extraños acompasamientos que se producen a veces. Me llegaban sus alientos cerquísima, con sonido, tacto y temperatura; yo, por no ser soso, incorporé una erección a esa especie de cama vertical que componíamos. Así avanzamos unos pasos más, hasta que la conjunción se deshizo y regresé a mi condición de caminante solitario. (Es una lástima que esto lo esté escribiendo yo y no Atleta Sexual; este, para redondear la entradilla, no hubiera dudado, ya puestos, en intentarlo en el salto con pértiga.)