20.10.11

Gadafiana

Sigo sin ganas de escribir, pero la actualidad manda y ya tenía escrito algo apropiado sobre la gran noticia del día (la otra me la tomaré en serio cuando el primer escritor de San Sebastián, Fernando Savater, pueda darse un paseo sin escolta por su ciudad, gobernada por los correligionarios de los criminales que le obligan a llevar escolta). La siguiente "Gadafiana" la escribí hace casi cuatro años, el 16 de diciembre de 2007:

* * *
1. Repugnantísima la cena de Aznar con Gadafi. Gadafi: un tipejo que vale, él solito, por cien Josus Terneras... ¡Y Aznar cenando con él!

2. Abro los periódicos por la mañana, esperando encontrarme ásperas críticas contra Aznar por ello. ¡No las hay! Me malicio por qué y voilà! Es que mañana come también con ZP. (La prensa española chorrea mierda por todos sus flancos, sin remisión.)

3. Me entero luego por el telediario de que Gadafi se reunirá esta tarde igualmente con el SOC. ¡El SOC! ¡El Sindicato de Obreros del Campo, del repulsivo Diego Cañamero!

4. Leo además que Gadafi se pasea por Sevilla en un coche con cristales ahumados, de incógnito. ¿Para qué? Le hubiera bastado con que el Loco de la Colina le prestase alguna de sus ropas... y podría haber paseado por la ciudad tranquilamente, con todo el mundo pensando que era el mismo Jesús Quintero y no Gadafi.

* * *
(21-X) He encontrado una cita de Jünger aplicable. Está en el primer tomo de Radiaciones, en la entrada del 17 de julio de 1939:
Tras haber gobernado tiránicamente muchos años, [el emperador Andrónico] fue derrocado y dejado en manos del populacho de Bizancio; éste estuvo torturándolo a muerte muchos días, pero procurando ansiosamente conservar su vida y su consciencia, igual que se protege una luz de una corriente de aire demasiado fuerte. Los oprimidos arreglaban sus cuentas con el caído como lo haría un enjambre de insectos. Las últimas palabras de Andrónico: "Dios mío, ¿por qué permites que sigan pisoteando sin fin un tallo que ya está roto?". Luego pudo verse que se llevaba una mano a la boca, sin duda para chupar la sangre que allí brotaba de una herida.
El traductor Sánchez Pascual comenta a pie de página: "alusión secreta a Hitler. Jünger se imaginaba que el final de Hitler sería semejante al aquí descrito del emperador bizantino".