2.5.25

Sin electricidad no tengo vida cultural (ni sexual)

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 2:33

Buenas noches. Con el apagón me di cuenta de que sin electricidad no tengo vida ni tengo nada. Vida de ningún tipo, ni siquiera vida sexual; aunque de esto prefiero no dar detalles. Ya que estamos en una sección más o menos cultural, que no cultureta, me ceñiré a mi vida cultural. La hago toda por el smartphone, que necesita batería. Me hacen gracia los apocalípticos de los móviles, porque nadie sabe en qué andas cuando estás con tu móvil. A veces detecto miradas censoras de los que van con su librito en el metro. Ignorantes de que yo estoy leyendo en formato electrónico tochazos como Guerra y paz (ahí fue cuando me di cuenta de que Tolstói es un piernas) o las Memorias de ultratumba de Chateaubriand. También dependo del smartphone para mis otras dos pasiones culturales: la música y el cine. Me río de los cinéfilos que dicen que las películas hay que verlas en pantalla grande. El móvil a veinte centímetros de mi cara es una pantalla grande, ¡es cinemascope! Y con una calidad de imagen perfecta. Solo es necesario ser miope para proyectarse peliculones tumbado en la cama con la habitación a oscuras, y sin nadie masticando palomitas. También en la cama llevo a cabo buena parte de mi vida cultural activa, que es la escritura. Los pobres Valle-Inclán y Proust, que escribían en la cama, necesitaban un aparatoso montaje de atriles y mesitas supletorias, si se les caía un papel estaban perdidos y además lo manchaban todo de tinta. Con el smartphone, en cambio, escribir es limpísimo y comodísimo. O sea que, aquí donde me ven, soy la envidia de Valle-Inclán y Proust. En fin, que sin electricidad no tengo vida cultural. Vida sexual tampoco, pero de esto ya dije que no entraría en detalles.