13.6.25

Minioda a Ábalos

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 01:48
 
Buenas noches. Sin desmerecer a Cerdán, dueño de mi segundo apellido favorito (el primero es Pichardo), mi debilidad es Ábalos. Me terminó de conquistar con sus declaraciones en camiseta gris en el portal de su pisito de Valencia que registraba la UCO. Fui a decírselo personalmente, pero resulta que me tenía bloqueado en Twitter. ¿En qué momento le soltaría yo una fresca cuando gobernaba? Pero ya no gobierna y quisiera hacerle aquí una minioda. Los amantes de la palabra no tenemos más remedio que reconocer que Ábalos es el único político español que habla bien y tiene una dicción perfecta; el único que enlaza directamente con nuestro teatro del Siglo de Oro. El cerebro de Ábalos se asienta en la gramática española y el paso de la sangre por sus venas es sintáctico. Esto no ocurre ni con los escritores españoles, a los que supera en habla y dicción. Además, en su pisito hay "un arsenal de libros". Ya es mala suerte (¿o buena suerte?) que este exponente máximo de la palabra sea también (presuntamente) un corrupto. Me ha recordado a cuando Ernst Jünger recomienda en Radiaciones la lectura de Léon Bloy advirtiendo: "Igual que la luz, tampoco la verdad cae siempre en el lugar agradable". Así, la palabra ha venido a arraigar, en esta su menguada época, en un individuo como Ábalos. Por otra parte, qué espléndido uso le dio al dinero (presuntamente) apañado: ¡mujeres y vidorra, como en los viejos tiempos hedonistas, en que no primaba la predicación sino el disfrute! Y qué cumbre biográfica, según se cuenta, lo de destrozar una habitación de parador nacional con drogas y orgías, como un rolling stone. Solo un artista es capaz de tales explosiones, porque la palabra es un fuego que busca salir como un volcán. ¡A sus pies, maestro!