Popurrí libresco, ahora que está la Feria del Libro de Madrid, que no pienso pisar pero que espío por internet, mareantemente. El año pasado me tocó firmar (¡por única vez!) el peor día de mi vida: aparezco en la foto como velando un cadáver, mi propio cadáver. Pero ha pasado un año y aquí sigo. Eso sí, de lejos.
Lo más divertido es que hayan coincidido en Madrid Vivian Solnit y Rebecca Gornick (¿o Vivian Gornick y Rebecca Solnit?), que es como coincidir en una fiesta con el mismo vestido. Son dos autoras que me interesaban en principio. Aunque no las he leído, los elogios que se les prodigaba me las hacían apetecibles. Me ha bastado una hora con cada, la de sus respectivos streamings, para que en mi cráneo rebotara, cuervescamente: ¡Nunca más! Qué soporíferas son, con la adocenada beatería que predican. La beatería del momento, claro está: ¡la de lo woke! Gornick hizo un canto a la política "que emerge de las emociones". Ni se daba cuenta de que estaba cantando de paso el trumpismo, por no decir el nazismo. En cuanto a Solnit, escuchaba embobada a su presentadora Marta Peirano cuando le contaba que con el apagón los españoles volvimos a ser niños. ¡Toma, como con Franco! ¡Nostalgia por la preilustrada minoría de edad!
También debió de ser divertida, aunque no la pillé, la charla entre Sergio del Molino y Guillermo Altares sobre "la amenaza autoritaria". Sospecho que hablarían a favor, puesto que son dos verdugos voluntarios de Sánchez (Del Molino, verdugo por omisión; Altares, verdugo por acción).
Los de Jot Down, por su parte, denuncian que la directora de la Feria, Eva Orúe, mandó retirar sus revistas de la caseta. Según la normativa, solo se pueden exponer "productos" con ISBN, el identificador que llevan los libros y no las revistas. Pero resulta que Jot Down edita además libros (¡entre ellos mi Inspiración para leer!) y los números de la revista Jot Down suelen contener más calidad literaria que el 95% de los "productos" con ISBN.
He tenido una corresponsal a pie de obra: mi amiga Dolores. De entre las historias de la Feria que me cuenta, me decanto por la del dependiente que intentó encasquetarle un libro de las Sinsombrero. Ella que no, y él venga insistir. Y fue que no, claro. Le hago la bromita de que los del 98 deberían ser conocidos, equivalentemente, como los Sinsostén y los del 27 como los Simbragas (aquí me viene un chistecillo, pero no quiero que se me echen encima Gornick y Solnit). Me quedo pensando en el triste destino de las Sinsombrero: han pasado del ostracismo a la saturación sin un minuto siquiera de normalidad.
Igual que Manuel Chaves Nogales, por cierto, que es el foco de una polémica tremenda a cuenta de la publicación en la editorial El Paseo, a cargo de Yolanda Morató, de sus llamados (el título es una de las disputas) Diarios de la Segunda Guerra Mundial. Han participado, que yo sepa, Juan Bonilla, Abelardo Linares, Andrés Trapiello y Ángel L. Fernández; en las páginas de Abc, El Mundo, Zenda y Jot Down. En todos los artículos que he leído se omite un parentesco importante: caballerosamente, pero hurtándole un dato supongo que decisivo al lector. Yo lo omito también (¡no voy a meterme en el fregao, para una vez que escapo a una polémica!). A lo que no me resisto es a transcribir el wasap que le mandé a un amigo sevillano (el gran Carlos Mármol): "¡Cómo vuelan las navajas en la Tercera España, quiyo! ¡La siguiente guerra civil la desatará Chaves Nogales!".
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En The Objective.