5.6.25

Tsevan Rabtan, caballero en la estepa legal

Cuando Tsevan Rabtan, nuestro mongol ilustrado, guardia civil de la lógica, publicó su primer libro, Atlas del bien y del mal (GeoPlaneta), que era un catálogo de anomalías históricas, monstruosidades, violencia y caos, escribí: "Yo encuentro una coherencia estricta entre esto y su pasión por la ley, de la que el abogado Tsevan Rabtan es su mayor defensor. La ley, al cabo, intenta contener, ordenar un poco esa realidad que sin ella sería –justamente– más monstruosa, caótica y violenta". En su nuevo libro, Anatomía de la ley (Deusto), se ocupa de esa pasión suya, con igual perspicacia e inteligencia. Y con la misma regocijada erudición: entre sus razonamientos introduce ejemplos apetitosos de todo el mundo, del Ártico a la China o la India, pasando por Grecia, Roma, Egipto y Bizancio.

Tiene gracia que ahora utilice su nombre artístico o de guerra no para correrías aberrantes sino para su contención. Posee un encanto doble, porque el caudillo mongol va esta vez por la estepa como un caballero andante en defensa de la ley. En el Nickjournal donde lo conocimos, por cierto, tuvo un semejante que también combinaba la barbarie con la Ilustración: el inolvidable Gengis Kant. Otro amigo de entonces, Manuel Toscano, escribe el prólogo de Anatomía de la ley: tan bueno, que el libro va con la mejor reseña incorporada. Al comentarista le queda poco más que recomendar el libro y recomendar el prólogo.

Añadiré, sin embargo, algunas palabras de actualidad. La pertinencia de Anatomía de la ley se ha vuelto acuciante estos días. Menciono dos muestras. Al término de mi lectura del libro el pasado fin de semana, se filtró ya que la ponencia del Tribunal Constitucional avalará la ley de amnistía, lo que estaba cantado porque se trata de un Tribunal de parte. La noticia, con el libro fresco, resultaba para el Estado de derecho aún más catastrófica.

Por su lado, Luis García Montero escribía en El País: "Más que en los partidos, el problema está en los jueces que se salen de su decencia profesional para sustituir a la voluntad del pueblo encarnada en la política. […] Si este tipo de jueces consigue convertir su soberbia en costumbre jurídica, un poder judicial autopoderoso se convertirá en el problema más grave de la democracia. Después de que el CGPJ quedara bloqueado, el único contrapoder que puede enfrentarse a la soberbia judicial es la Fiscalía. Ahora comprendo por qué soportamos en España una desmedida persecución mediática contra el fiscal general. Hay quien no quiere justicia, sino soberbia sin límites dispuesta a borrar cualquier otro tipo de poder democrático". Este la fontanería la hace al aire libre, su cloaca es a campo abierto; y con un embadurne relamido que nos recuerda que, en fin de cuentas, es poeta.

El lector de Anatomía de la ley no dejará de percibir la aberración que supone esa queja de que "los jueces" sustituyan (¡sustituyan!) "a la voluntad del pueblo encarnada en la política". Como afirma Tsevan Rabtan, sin ley sencillamente no hay democracia. Hay, todo lo más, "democracia plebiscitaria": expresión que en La emboscadura de Ernst Jünger aparece como sinónimo de dictadura.

Tsevan Rabtan rastrea las razones históricas del derecho y la ley, y las argumenta con una claridad que no excluye el zigzagueo del ensayo. Analiza la situación de la administración de justicia en España (comatoso). Y proyecta el pensamiento hacia el futuro, en que la Justicia tendrá que vérselas con la IA. Aunque el presente sea malo, ya sabemos que podría ser peor. Tsevan Rabtan aboga por que no decaiga el intento. Termina el libro con Maquiavelo, con su célebre distinción entre la virtù (o esfuerzo) y la fortuna. A pesar de todo, hay que hacer algo: porque la fortuna "muestra su poder donde no se han tomado medidas para resistirla y dirige su furia hacia donde sabe que no se han hecho diques ni barreras para contenerla".

Antes de leer está ya imprescindible Anatomía de la ley, recomiendo la entrevista que le hizo Ricardo Cayuela al autor aquí

* * *