12.12.25

Jorge Ilegal contra los cantautores

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 2:42

Buenas noches. Entre tantos muertos, el mío es Jorge Ilegal, probablemente el único español que quedaba que no fuese un funcionario. El anterior, según mis cálculos, fue Poch, el cantante de Derribos Arias, que murió en 1998. Derribos Arias e Ilegales tuvieron las mejores letras de la Movida. Poch cantaba: "Branquias bajo el agua es el baile de actualidad, / branquias bajo el agua: ideales go-gós". Y Jorge Ilegal: "Tengo un problema, un problema sexual, / un serio problema, problema sexual: / soy una bicicleta". Estas genialidades vanguardistas devolvieron la modernidad a España tras el franquismo, mientras que los lloriqueantes cantautores arrastraban su peñazo: en realidad, suponían una continuación del régimen. Siempre he sostenido que en los ochenta España progresó estéticamente contra los cantautores. El propio Jorge Ilegal tiene un vídeo memorable en que se ríe de los ripios de Serrat y cuenta cómo los parodiaba. Y compárense los versos citados antes con las ramplonerías de Víctor Manuel, tipo: "Hey, solo pienso en ti, / juntos de la mano se les ve por el jardín". Los que "cuidaban" las letras, contra lo que suele decirse, no eran los adocenados Víctor Manuel y Serrat, sino los indómitos Jorge Ilegal y Poch. La democracia y la alegría de vivir vinieron con estos, contra aquellos. La Movida traía el espíritu de la democracia. Los cantautores, mezcla de tunos y de monaguillos posconciliares, prolongaban la pesadez del franquismo. En fin, no renuncio a mi teoría, pero la vida te da sorpresas y, por la extraordinaria necrológica de Jorge Ilegal que ha escrito Carlos Marcos en El País, me entero de que el primer disco de Ilegales salió gracias a la ayuda precisamente de Víctor Manuel, que los recomendó al ver el potencial del grupo. A veces me digo que no tendría que ser tan ultramontano. ¡Pero así funciono!

11.12.25

El corazón de las tinieblas

La sentencia del Tribunal Supremo en contra del Gobierno es la mejor noticia para el Gobierno. Que Sánchez mantuviese a su dependiente García Ortiz daba un poco lo mismo. Se quita un fiscal general del Estado y se pone otro u otra. Lo importante es el lío, el desprestigio de la institución. De toda institución. Así que el Gobierno ha ganado una vez más.

Lo importante es que algunos ministros, con el presidente incluso, y toda la prensa del régimen, encabezada desde la televisión pública por la torturadora de la verdad Intxaurrondo, hablen de lawfare, de golpismo judicial, de la vuelta al franquismo con el PP y Vox, de la pérdida de derechos, del fin de la democracia. Y esto se promueve mejor con sentencias adversas que con sentencias favorables. Salvo que las sentencias favorables socaven igualmente la institucionalidad, como las de Conde-Pumpido al mando de la Constitución.

Antes de escribir El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad escribió Una avanzada del progreso, novela corta que de algún modo la prologa. La palabra "progreso" está empleada ahí con ironía: la avanzada (en el Congo) es de explotación, de devastación.

También cuando Sánchez habla de "Gobierno de progreso" hay que entender la palabra "progreso" con ironía. Nada hay más progresista que el Estado de derecho. De manera que si lo violentas, lo desnaturalizas o lo mangoneas, serás todo menos "progresista". Yo podría haberle puesto a esta columna el título (naturalmente irónico), referido al Gobierno Sánchez, de Una avanzada del progreso. Pero tiene más pegada, y más pertinencia aún, El corazón de las tinieblas. Sin ironía, aunque tal vez con tremendismo.

Pero lo que está pasando es tremendo. Y tenebroso. Yo tengo miedo. Hablan del amor los que odian. "Somos los del amor", dicen (todos los lunes escribe variaciones sobre este tema el coplero del partido García Montero). La frase únicamente quiere significar: "Vosotros sois los del odio".

Hablan de "golpismo judicial" cuando casi son ellos los que lo están practicando. Hablan (¡un saludo, Iglesias!) de "reventar a la derecha". Hablan de meter en la cárcel a la oposición (¡otro saludo!). Hablan de no convocar elecciones porque las ganaría la derecha (y la extrema derecha). Gobiernan sin el Parlamento.

En su denodada lucha por la democracia están destruyendo la democracia. ¿Qué arbitrariedad, qué despotismo van a dejar que estrene la derecha?

El corazón de las tinieblas es lo que sustenta este discurso, esta política. ¿Qué hay detrás, o dentro? ¿Cuál es ese corazón? Es la idea de que el Estado de derecho no existe. La idea de que la Constitución no garantiza nada. La idea de que la democracia no vale si gobiernan los otros. Dado lo cual (es decir, dadas estas mentiras), se deduce que tiene que gobernar Sánchez. Porque el Estado de derecho no existe: el derecho lo otorga Sánchez. La Constitución no garantiza nada: lo garantiza Sánchez. La democracia solo es tal si gobierna Sánchez.

Si el Estado de derecho existiera, no sería catastrófico que gobernara la derecha o la ultraderecha, porque la legalidad democrática se mantendría. Lo mismo si la Constitución garantizara los derechos y si en la democracia pudieran gobernar unos y otros. La fortaleza de las instituciones haría prescindible a Sánchez. De ahí el empeño de Sánchez en debilitar las instituciones: Sánchez ha de ser imprescindible.+ Su política es la descomposición. Y ella será su legado. Porque también Sánchez pasará y lo que nos va a dejar es la descomposición del Estado de derecho, la Constitución y la democracia. Lo de menos será que el siguiente se comporte o no como Sánchez. ¡El horror! ¡El horror!

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7.12.25

El sueño vano del 'PSOE bueno'

[Montanoscopia] 

1. Yo era de los que escribían su articulito constitucional por estas fechas. Pero la Constitución se ha terminado para mí. ¿Qué Constitución puede haber cuando el presidente del Tribunal que supuestamente la garantiza actúa a las órdenes del Gobierno? Los que defendíamos el patriotismo constitucional hemos de reconocer que lo que hay en España, propiciado por la letra de la Constitución (aunque obviamente no por su espíritu), es un despotismo constitucional. Resulta patética la pelea anual en nombre de la "convivencia" que la Constitución propugna. La "convivencia" no se puede imponer. Ese empeño es ya la constatación de un fracaso. El fracaso de España, inútil siempre salvo en el paréntesis de la Transición. Esta, desengañémonos, no fue el producto de una súbita lucidez entre los españoles, sino el producto del miedo y el dolor histórico en las propias carnes. En cuanto las carnes han dejado de sentirlo, vuelta a las andadas. Lo peor es que ya no serán posibles Constituciones para todos, sino solo Constituciones de parte. Como siempre ocurrió en España. Constituciones de fracaso para una España de fracaso. 

2. Estuvo bien lo que dijo el exministro socialista Sevilla, contra Sánchez, en el programa de Alsina. Pero a estas alturas da igual que haya por ahí escondido un "PSOE bueno": porque ya tenemos el triste conocimiento de que sus votantes, y no digamos sus militantes, son malos. Es decir, seguidores a machamartillo del líder, haga lo que haga, sin crítica ni autocrítica; oscurantista, antiilustradamente. 

3. En Arcadi Espada es habitualmente loable su freno en la tendencia a la horda. Ante las acusaciones a Paco Salazar por acoso pide prudencia, por más apetecible que le resulte ese bocado al antisanchismo. Y señala que aquellos mismos que reclamaban precaución ante las denuncias a Plácido Domingo se lanzan ahora sin más trámite contra Salazar. Lo que me ha llamado la atención es su ingenuidad (confesada en su podcast) de pensar que un comportamiento como el que le achacan a Salazar, ese de salir del baño con la bragueta abierta y cerrársela a la altura de la boca de una de sus empleadas, es imposible. Me he acordado de aquel dictum de Borges: "No hay nadie que sea imposible". Al final, el desprecio por la ficción, como lo tiene Espada, limita la imaginación de la ciertamente inagotable realidad. 

4. Tampoco es imposible la mujer que denuncia falsamente a un hombre, disponiendo de ese arma proporcionada por la ley en su arsenal, en las cruentas batallas que se libran en algunas parejas. Constatar esto no es negar (no es ser "negacionista") de la violencia de hombres contra mujeres, como se le está acusando a Soto Ivars por haberse ocupado de las primeras en su libro Esto no existe. El histerismo inquisitorial que se ha desatado contra él ya es grave en sí; pero lo es más por cuanto se funda en imputaciones falsas. 

5. En mi ejemplar de La muerte únicamente de Villena tengo la dedicatoria que me puso hace cuarenta (¡cuarenta!) años. Nos citó a dos amigos y a mí en la barra del Café Gijón y luego fuimos al Nuevo Oliver, donde nos sentamos en unos sofás tras bajar la espiral dantesca: "He bajado las escaleras que he bajado / (muy en penumbra, a menudo)", decía en La vida escandalosa de Luis Antonio de Villena. Él tenía treinta y cuatro años y nosotros dieciocho y diecinueve. Pidió un "raf de Beefeater", cuando aún le llamábamos "cubalibre" o "pelotazo". Qué velada tan de época: se había estrenado la noche anterior Los abrazos del pulpo de Molina Foix en la Sala Olimpia, con Gurruchaga en el elenco, y los amigos y amigas que se acercaban a saludarlo destrozaban la obra, con la anuencia de Villena. Nos deslumbró con sus anécdotas de la Generación del 27, los Novísimos y todo lo demás. Y después volvimos a su poesía. Ahora he abierto el libro, en homenaje. "Las primeras ilusiones que se pierden / (y hablo de sentimientos) / mueven mucho aparato de tragedia". O: "Soy de los que ardientemente detestan la injusticia, / de los que creen que es indigno casi cualquier privilegio, / y al tiempo soy clasista y amo la diferencia". Y el que le dedica al final de Raymond Roussel: "El sol de Palermo después de tantos viajes, / el sabor helado del Pernod en un balcón abierto...". Con sus dos versos últimos: "Hay una sombra siempre detrás del espectáculo. / Y si no es nuevo morir, vivir tampoco es nuevo". 

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4.12.25

Escapada a Cádiz

 
Me disponía a hablar de la atosigante política, que embrutece fatalmente (y con el sanchismo rebaja, también a los antisanchistas), cuando me han venido los aires de Cádiz, y por ahí me escapo. Estuve hace un mes justo y no había escrito nada.
 
Cádiz lo conocía mal. La conexión con Málaga no es buena. La primera vez, hace veintiún años, fui con Marquitos, pero estuvimos solo una tarde y una mañana, más la noche de hotel (el Playa Victoria). La segunda fue una curiosa expedición. Berta González de Vega debía entrevistar a Elvira Lindo, que estaba allí con su marido por unas jornadas literarias, y nos agregamos en el coche Pepe Carleton, la viuda de Félix Bayón y yo. Tuvo algo de proustiano, porque Carleton conocía historias de los aristócratas de todo el recorrido. Tras la entrevista, se sumó Antonio Muñoz Molina, que había terminado La noche de los tiempos. Regresamos sin pisar la ciudad: fue un Cádiz apenas entrevisto desde el coche. Por último, el año pasado hice una excursión con Losada desde Sevilla. Nuestra idea era mirar el mar por la mañana y callejear por la tarde. Pero nos topamos con el chiringuito Tirabuzón y allí echamos todas las horas, hasta que el sol se puso en el Atlántico.
 
Esta vez tuve una semana libre y, en lugar de pasarla entera en Madrid, que ya me da un poco igual, se me ocurrió estar en Madrid solo el fin de semana y el lunes bajar a Cádiz. Necesitaba una inyección atlántica, esa es la verdad. La asociación con La Habana es correcta (aunque nunca he estado en La Habana), pero hay otra más cercana para mí: Salvador de Bahía (donde sí he estado). La aproximación en el tren fue una aproximación a la luz.
 
Al salir del hotel, que era el Parador (¡pillé una oferta!), no sabía para dónde tirar. Así que llamé a Mármol, que es de Sevilla pero pasa temporadas en Cádiz. "¿Pisha, Cai cómo funsiona?". Traté de camuflarme fonéticamente entre los indígenas, pero me temo que fui descubierto por los que pasaban a mi lado. Mármol me dio una lección magistral en cinco minutos y con ella me manejé toda la semana.
 
Una semana simple: noches de lectura (Cuadernística de Cristóbal Polo, las cartas de Cioran), desayunos con vista a la bahía, callejeo por la mañana, comidas en terrazas (salvo un día en el restaurante El Faro, donde me pusieron unas tortillitas de camarones de orfebrería) y tardes solo para el mar, caminando por su borde con el sol a mi derecha y la última hora tomando palo cortado de cara al mar, que se iba poniendo del color rojo de mi copa. Cacé un rayo verde el jueves. Los días fueron fantásticos de sol, para ir en manga corta a principios de noviembre; salvo el miércoles de temporal, con su belleza inhóspita. Esa tarde me tumbé en la cama del hotel con el ventanal abierto y el viento marítimo me llegaba a las sábanas con promesas de algo que no se cumplía. Había, no obstante, felicidad en la pura inminencia.
 
El sábado invité a Losada y el circuito lo hicimos juntos. Comimos y pasamos la tarde en el Tirabuzón. Cenamos en el Mentidero. En el hotel abrimos el Talisker que me trajo de regalo y bebimos mirando la piscina con iluminación azul y los fogonazos del faro, mientras sonaba Mtume. La mañana del domingo visitamos el faro, en el castillo de San Sebastián: enclave despojado, entre geométrico y decadente, al que iría a menudo si viviera en Cádiz.
 
Sí, viviría en Cádiz. Calles habitables, sin tensión en la gente, frecuentes placitas y jardines, la catedral, las iglesias, las librerías (en Quorum me compré la biografía de Pessoa que ha traducido nuestro Vidal-Folch), los edificios nobles comidos por la humedad y el mar por todos lados. Una tarde caminé hasta el confín, hasta la Cortadura. Pero fueron los paseos de todas las tardes, más largos que en Málaga, más agrestes por el Atlántico, más ensanchados. El sol continuo y las olas amplias, marcando un compás metafísico. Días para limpiarse. Y me limpié.
 
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