22.6.25

Escenificaciones pornográficas

[Montanoscopia]  
 
1. Cuando saltó el escándalo de la fontanera del PSOE me asomé a la web de El País. Era la noticia número dieciséis. Al día siguiente me volví a asomar: era la cuarenta y tantos. Luego la subieron porque el PSOE le abrió un expediente a esa mujer que a los lectores de El País casi no les constaba. Durante años, noticias contrarias al Gobierno solo se han asomado al periódico en la columna de opinión de Gascón; más recientemente, también en la de Garrocho. Entonces quitaron a la directora Pepa y pusieron al director Jan (o Bueno y Ahrens). Este parece haberles metido guindillas per angostam viam a sus periodistas, que de repente están que trinan contra Sánchez. O lo estuvieron en los pocos días que mediaron entre la publicación de los audios de Koldo y la reafirmación de Sánchez en su discursito del lunes. Ahí algunos periodistas empezaron a regurgitar las guindillas per angostam viam y volvieron a lo suyo. Ahrens no debe consentirlo: tiene que dejar las guindillas atadas y bien atadas.  
 
2. Una subtrama es la de las novelistas del régimen tratando de dotar a Sánchez de un psicologismo barato, muy propio de la novelística española. ¿Por qué no se creyó Sánchez las acusaciones contra Cerdán? Porque pensaba que formaban parte de los bulos que trataban de hacerle daño. Los guionistas de Dexter se lo curraban un poquito mejor.  
3. Está siendo divertidísimo el espectáculo del reposicionamiento. Los que llevamos años con la crítica al sanchismo no hemos necesitado enfatizar ahora. Los parvenus del antisanchismo sí. Han necesitado, como acto inaugural que exorcice su silencio, ejecutar escenificaciones de cabreo en las que hay más pornografía que en los tejemanejes con putas del trío del Peugeot.  
 
4. A propósito de las irrefrenables pulsiones sexuales de Ábalos, me he acordado de un gran verraco que hubo en el PSOE malagueño de los ochenta. Al genial Romero Esteo, autor de teatro y profesor, le gustaba contar, con su exagerado histrionismo de siempre, que un dirigente local del partido convocó al verraco y le soltó más o menos esta parrafada: "Tengo que trasladarte un malestar que existe en la agrupación, compañero. Ya sabemos que eres el Kennedy de Málaga y que necesitas copular cinco o seis veces al día. En eso no entramos, porque entendemos que el cuerpo te lo pide y no tienes más remedio. ¡Pero no te tires a nuestras mujeres, cabrón! ¡No te tires a nuestras mujeres!". 
 
 5. En el ítem anterior he puesto "copular" por no ser grosero. El verbo original era otro. Pero la actualidad sí es grosera. Ha salido un nuevo personaje: Jordi el Niño Polla, actor porno con el que la última amiguita de Ábalos, Anaís, ha rodado películas. Sin embargo, otro actor porno español, más fino, acude en mi rescate con el nombre de batalla que utiliza: Francis Ford Coppula.  
 
6. Con esto del proxenetismo han vuelto a mentar al suegro de Sánchez, que fue dueño de la Sauna Adán. Yo pasaba mucho por delante, porque estaba junto a la librería Fuentetaja. Una vez entré literariamente en ella: por la novela Mansos de Bop Pop (Roberto Enríquez), que está ambientada allí. La novela es buena, por cierto. Hay una escena formidable, de la que sale el título. Cuando "el prostituto negro" está penetrando per angostam viam al narrador, le dice a este: "¡Qué mansos os volvéis cuando os follamos!". Una alegoría exacta del sanchismo.  
 
7. Millás en su última columna: "Uno preferiría que a la humanidad no se le hubiera ocurrido el porno". Y que lo diga, padre: sobre todo el político. 
 
* * * 

19.6.25

Ricardo Reis, el mejor


Otra manera de combatir al Quemasangre, al sujeto que pertenece a la estirpe de los instigadores de enfrentamientos civiles, al embrutecedor y envilecedor y abaratador, es ocuparse de lo que lo excluye. Así hoy de Ricardo Reis, que es el heterónimo más pulcro de Fernando Pessoa. "Siéntate al sol. Abdica / y sé rey de ti mismo", dice en una oda. Una invitación a dignificarse.
 
Se acaba de publicar en Pre-Textos un volumen majestuoso, las Obras completas de Ricardo Reis, con las últimas correcciones de Pessoa, escondidas hasta 2008 en revistas que poseía su sobrina-heredera, y la ordenación cronológica de los textos. La única pega para mí es la traducción de los poemas, fallida; pero por fortuna se incluyen los originales, y además está la prosa, que ocupa la mitad del libro. Merece la pena pues.
 
Los lectores de Pessoa hemos ido cambiando de preferencias heterónimas según las épocas anímicas, o tal vez la simple edad. Dejando a un lado el Libro del desasosiego de Bernardo Soares (semiheterónimo), el primer impacto suele producirlo Álvaro de Campos con esta célebre fulminación: "No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. / Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo". El lector-artista adolescente pasa después a la limpieza pacificadora de Alberto Caeiro: "Yo no tengo filosofía: tengo sentidos", o "Bastante metafísica hay en no pensar en nada". Y a la autoconciencia extrañada del Pessoa ortónimo: "El poeta es un fingidor. / Finge tan completamente / que hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente".
 
Con paciencia aguardaba en nuestra vida Ricardo Reis, menos seductor y más difícil al principio, pero que se impone al final. Es el mejor, el más sutil, el más concentrado. Su esmero por la forma deja piedras poéticas (¡diamantes!) que atraviesan el tiempo sin apenas erosión.
 
Ricardo Reis fue, según la biografía que le concibe Pessoa, médico y latinista, librepensador y monárquico, pagano, con un exilio voluntario en Brasil. Acepto la carne (literaria) que le dio José Saramago en El año de la muerte de Ricardo Reis, una de las grandes felicidades lectoras de mi vida (¡aunque detesto al autor!). La cita inicial de la novela era un verso de Reis, fatalista y contemplativo: "Sabio el que se contenta con el espectáculo del mundo".
 
Para Reis la obra de arte ha de ser también filosófica: emoción y pensamiento van juntos. Su tono está entre el estoicismo al que aspira (adustez, disciplina, aceptación) y el "epicureísmo triste" que le diagnostica su hermano. Defiende el paganismo frente al cristianismo, aunque considera que la alegría y la sensualidad están más en el segundo que en el primero, que es, también, "una religión triste". Lo que define al paganismo para Reis es la objetividad, un criterio de realidad y verdad. La ausencia de pecado. Y la fe en los dioses. Propugna el regreso de los mismos, que consistiría en una operación de la mirada: "Los dioses no han muerto: lo que murió fue nuestro modo de verlos. No se han ido: dejamos de verlos". Su ideal, a diferencia del de Nietzsche, es apolíneo.
 
Sus odas, latinizantes, parten de las de Horacio, pero con esta vuelta enriquecedora: se trataría de un "Horacio griego que escribe en portugués". Pese a sus toques arcaizantes, es una poesía plenamente moderna. Mário de Sá-Carneiro le escribió a su amigo Pessoa al leerla: "Ha conseguido realizar una novedad clásica, horaciana. [...] Horacio multiplicado por alma, ¿no podríamos llamar así a Ricardinho Reis?".
 
Tengo desde hace años como libro de cabecera las Odas de Ricardo Reis en la antigua edición (también de Pre-Textos) de Ángel Campos Pámpano. De ella son los versos que cito. Últimamente me impresionan estos, en glorioso hipérbaton: "Cuidas, intransitable, que cumples, apretando / tus infecundos, trabajosos días / en haces de yerta leña / sin ilusión la vida. / Tu leña es tan solo peso que llevas / a donde no hay fuego que te caliente". Son poemas del tiempo que se escapa y el vacío, con sus placeres fugaces (pero placeres) y una noción tan exacta de la contingencia y la caducidad, que produce una serena euforia liberadora.
 
En una oda escribe, dirigiéndose a Caeiro: "Maestro, son plácidas / todas las horas / que nosotros perdemos, / si en el perderlas, / cual en un jarrón, / ponemos flores. // No hay tristezas / ni alegrías / en nuestra vida. / Sepamos así, / sabios incautos, / no vivirla, // sino pasar por ella, / tranquilos, plácidos [...]". Y la última estrofa: "Girasoles siempre / mirando al sol, / de la vida nos iremos / tranquilos, teniendo / ni el remordimiento / de haber vivido". Otra oda empieza: "Sigue tu destino, / riega tus plantas, / ama tus rosas. / El resto es la sombra / de árboles ajenos". Y termina: "Mas serenamente / imita al Olimpo / en tu corazón. / Los dioses son dioses / porque no se piensan".
 
No pensarse: truco olímpico. Lucidez y elegancia.
 

* * * 

15.6.25

El Circe de todos los Cerdanes

[Montanoscopia]  
 
1. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros: ninguna de las cerdadas de Cerdán es más corrupta que la ley de amnistía de Sánchez. Que, por otra parte, le negoció Cerdán.  
 
2. En la Odisea, la hechicera Circe transforma en cerdos a los hombres. Sánchez, nuestro Circe, los transforma en Cerdanes. ¡Qué mano tiene! Por obra suya, están las instituciones llenas de ellos: Conde-Pumpido, el Cerdán del Tribunal Constitucional; García Ortiz, el Cerdán de la Fiscalía General del Estado; Armengol, la Cerdán de la presidencia del Congreso; Intxaurrondo, Fortes, Cintora y Ruiz, los Cerdanes de las noticias; Broncano, el Cerdán del humor; García Montero, el Cerdán del Cervantes; Tezanos, el Cerdán del CIS; Puente, el Cerdán de los trenes; etc., etc. Además del propio Cerdán, el Cerdán del PSOE.  
 
3. Visto lo visto, el proyecto de reforma de la Justicia del ministro Bolaños podría ser bautizado, técnicamente, como Fuga de Alcatraz.  
 
4. El que todo esto le haya pillado dentro a Idafe es más bello que la Victoria de Samotracia. 
 
5. El perdón truculento del autócrata es un clásico, así como la emocionada felicitación que le prodigan sus esbirros. Hay un poema de Mario Benedetti, quizá el más repugnante de los suyos (y abunda en ellos), que se titula Hombre que mira sin sus anteojos. Es, increíblemente, un canto a las anteojeras ideológicas, sin las cuales todo está desenfocado. En un momento escribe: "el hombre político que en un acto / de incalculable amor / dijo a un millón de pueblo la culpa es mía / y el pueblo empezó a susurrar fidel fidel". El miércoles la que empezó a susurrar "sánchez sánchez" después de que pidiera perdón fue Palomera.  
 
6. Como en las postrimerías del franquismo, de pronto algunos columnistas que se han pasado el sanchismo callados tratan de forjarse a empujones una trayectoria de "antisanchistas de toda la vida". (Solo hay una ciencia social sólida: la antropología.) 
 
7. Qué insondable pereza cuando Feijóo promete ejemplaridad. Ejemplaridad a cargo del partido de la Gürtel, cuya falta de ejemplaridad propició la llegada del PSOE, que prometió ejemplaridad y cuya falta de ejemplaridad propiciará el retorno del PP. Y de este ping-pong abyecto no salimos.  
 
8. La lucha contra la corrupción fue una mera excusa tanto para Sánchez como para sus socios. Lo de estos lo prueba que van a seguir apoyando a Sánchez pese a la corrupción. Siempre se trató de otra cosa. Para Sánchez, de llegar al poder. Para los otros, de socavar la nación y el Estado de derecho; de acabar con el pluralismo; de hacer del sistema político español un régimen ideológico en el que no quepan todos, a diferencia de lo que ocurre con el que llaman despectivamente "régimen del 78". Llevan conseguido mucho. Y a partir de ahora, sosteniendo al Gobierno, conseguirán más aún. Todo lo que va mal les va bien. Así que todo irá peor.  
 
9. Los que tenemos letras, refugiémonos en las letras. He leído un buen libro de poemas, Nuevo en la ciudad nueva, de Juan Antonio González Iglesias (Visor). Me lo recomendó Ignacio Jáuregui, autor del libro de viajes Venecia. Un asedio en espiral (Athenaica) y buen conocedor también de Nápoles, que es la ciudad nueva. Me despido con algunos versos de dos poemas. "Sé / que no debo poner mi corazón / en nada transitorio, pero aquí / todo se muestra suavemente eterno". "Por la preservación de lo sagrado / doy gracias, por las cosas que dispone / el ser humano cuando es humano, / por cada arista de cada columna / tan gentilmente dórica, doy gracias / y por el sol final, que distribuye / oro y serenidad sobre la tierra". 
 
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13.6.25

Minioda a Ábalos

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 01:48
 
Buenas noches. Sin desmerecer a Cerdán, dueño de mi segundo apellido favorito (el primero es Pichardo), mi debilidad es Ábalos. Me terminó de conquistar con sus declaraciones en camiseta gris en el portal de su pisito de Valencia que registraba la UCO. Fui a decírselo personalmente, pero resulta que me tenía bloqueado en Twitter. ¿En qué momento le soltaría yo una fresca cuando gobernaba? Pero ya no gobierna y quisiera hacerle aquí una minioda. Los amantes de la palabra no tenemos más remedio que reconocer que Ábalos es el único político español que habla bien y tiene una dicción perfecta; el único que enlaza directamente con nuestro teatro del Siglo de Oro. El cerebro de Ábalos se asienta en la gramática española y el paso de la sangre por sus venas es sintáctico. Esto no ocurre ni con los escritores españoles, a los que supera en habla y dicción. Además, en su pisito hay "un arsenal de libros". Ya es mala suerte (¿o buena suerte?) que este exponente máximo de la palabra sea también (presuntamente) un corrupto. Me ha recordado a cuando Ernst Jünger recomienda en Radiaciones la lectura de Léon Bloy advirtiendo: "Igual que la luz, tampoco la verdad cae siempre en el lugar agradable". Así, la palabra ha venido a arraigar, en esta su menguada época, en un individuo como Ábalos. Por otra parte, qué espléndido uso le dio al dinero (presuntamente) apañado: ¡mujeres y vidorra, como en los viejos tiempos hedonistas, en que no primaba la predicación sino el disfrute! Y qué cumbre biográfica, según se cuenta, lo de destrozar una habitación de parador nacional con drogas y orgías, como un rolling stone. Solo un artista es capaz de tales explosiones, porque la palabra es un fuego que busca salir como un volcán. ¡A sus pies, maestro!

Popurrí libresco

Popurrí libresco, ahora que está la Feria del Libro de Madrid, que no pienso pisar pero que espío por internet, mareantemente. El año pasado me tocó firmar (¡por única vez!) el peor día de mi vida: aparezco en la foto como velando un cadáver, mi propio cadáver. Pero ha pasado un año y aquí sigo. Eso sí, de lejos.
 
Lo más divertido es que hayan coincidido en Madrid Vivian Solnit y Rebecca Gornick (¿o Vivian Gornick y Rebecca Solnit?), que es como coincidir en una fiesta con el mismo vestido. Son dos autoras que me interesaban en principio. Aunque no las he leído, los elogios que se les prodigaba me las hacían apetecibles. Me ha bastado una hora con cada, la de sus respectivos streamings, para que en mi cráneo rebotara, cuervescamente: ¡Nunca más! Qué soporíferas son, con la adocenada beatería que predican. La beatería del momento, claro está: ¡la de lo woke! Gornick hizo un canto a la política "que emerge de las emociones". Ni se daba cuenta de que estaba cantando de paso el trumpismo, por no decir el nazismo. En cuanto a Solnit, escuchaba embobada a su presentadora Marta Peirano cuando le contaba que con el apagón los españoles volvimos a ser niños. ¡Toma, como con Franco! ¡Nostalgia por la preilustrada minoría de edad!
 
También debió de ser divertida, aunque no la pillé, la charla entre Sergio del Molino y Guillermo Altares sobre "la amenaza autoritaria". Sospecho que hablarían a favor, puesto que son dos verdugos voluntarios de Sánchez (Del Molino, verdugo por omisión; Altares, verdugo por acción).
 
Los de Jot Down, por su parte, denuncian que la directora de la Feria, Eva Orúe, mandó retirar sus revistas de la caseta. Según la normativa, solo se pueden exponer "productos" con ISBN, el identificador que llevan los libros y no las revistas. Pero resulta que Jot Down edita además libros (¡entre ellos mi Inspiración para leer!) y los números de la revista Jot Down suelen contener más calidad literaria que el 95% de los "productos" con ISBN.
 
He tenido una corresponsal a pie de obra: mi amiga Dolores. De entre las historias de la Feria que me cuenta, me decanto por la del dependiente que intentó encasquetarle un libro de las Sinsombrero. Ella que no, y él venga insistir. Y fue que no, claro. Le hago la bromita de que los del 98 deberían ser conocidos, equivalentemente, como los Sinsostén y los del 27 como los Simbragas (aquí me viene un chistecillo, pero no quiero que se me echen encima Gornick y Solnit). Me quedo pensando en el triste destino de las Sinsombrero: han pasado del ostracismo a la saturación sin un minuto siquiera de normalidad.
 
Igual que Manuel Chaves Nogales, por cierto, que es el foco de una polémica tremenda a cuenta de la publicación en la editorial El Paseo, a cargo de Yolanda Morató, de sus llamados (el título es una de las disputas) Diarios de la Segunda Guerra Mundial. Han participado, que yo sepa, Juan Bonilla, Abelardo Linares, Andrés Trapiello y Ángel L. Fernández; en las páginas de Abc, El Mundo, Zenda y Jot Down. En todos los artículos que he leído se omite un parentesco importante: caballerosamente, pero hurtándole un dato supongo que decisivo al lector. Yo lo omito también (¡no voy a meterme en el fregao, para una vez que escapo a una polémica!). A lo que no me resisto es a transcribir el wasap que le mandé a un amigo sevillano (el gran Carlos Mármol): "¡Cómo vuelan las navajas en la Tercera España, quiyo! ¡La siguiente guerra civil la desatará Chaves Nogales!".
 
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8.6.25

Entre los españoles y yo hay algo personal

[Montanoscopia]  
 
1. Me comen los demonios cuando se intenta exculpar al electorado español con el argumento de que la ley de amnistía no estaba en el programa del PSOE. Lo que sí estaba era el Sánchezprinzip: la certeza de que Sánchez haría cualquier cosa por mantenerse en el poder, incluso aquellas que aseguró que no haría. Como ocurrió en la legislatura que se juzgaba el 23-J y que el electorado español absolvió. 
 
2. Los españoles solo recobrarán la dignidad si pasokizan al PSOE. Obviamente, no lo van a hacer. 
 
3. Digo "los españoles" y no "los votantes del PSOE" porque me refiero al cuerpo social que no expulsó a un elemento como Sánchez masivamente: sin tener que recurrir a sumitas o restitas. 
 
4. Si hay algo inexorable es que el libro de Leire Díez va a existir, para justificar su excusa. Han hecho el chiste de que ya está en ello la amanuense de Sánchez Lozano; chiste la mar de realista. Leo, por cierto, que Lozano ha arruinado la Casa Árabe, cuya dirección le dieron. Siempre me pregunté por qué la enchufaron justo ahí. Caigo en que sería por asociación con el Cide Hamete Benengeli del Quijote, verdadero autor del libro de Cervantes, según Cervantes. Si Lozano es aquel árabe, ¡entonces Sánchez es Cervantes! Eso debió de pensar el que la colocó. Lamentablemente, mi especulación no es realista: implicaría que alguien en el sanchismo ha leído el Quijote
 
5. Bueno, Muñoz Molina sí ha leído y releído el Quijote. Vi la presentación de El verano de Cervantes, que acaba de publicar, y me reconcilié un poco con él. Al final se abrazaron él y su esposa Lindo, con amor. Percibí fragilidad y ternura. ¡Soy un sentimental! No se ha equivocado quien ha dicho: "Montano: convencido de no acabar nunca con ese corazón, pomo de su puerta".  
 
6. Qué entrañables el politólogo y la politóloga de los domingos en El País. Gracias a Trump han vuelto a ejercitar sus herramientas epistemológicas sobre el peligro iliberal, que con Sánchez las tenían oxidadas. En realidad él, que tiene nivel, sí ha hablado en los dos o tres momentos clave (y solo en ellos). Ella, en cambio, se ha limitado a ser siempre cheerleader.  
 
7. Y de pronto cambian al director de El País: Pepa por Jan; o Bueno por Ahrens. El previsible aflojamiento de las riendas les facilitará a los misceláneos lo que les angustiaba: ir preparándose para la llegada del PP, con el que tampoco debe faltarles prosperidad. "¡Vamos a hacernos una foto para la prosperidad!", decía Carmen Sevilla, aquella Melody (Latorre dixit) avant la lettre.  
 
8. La desgracia de las, así llamadas, lenguas cooficiales son sus nacionalistas, que las embadurnan de pestilencia. Lo que de atractivo y seductor puedan tener, por el habla cotidiana y sus poetas (¡y sus locutores del Giro!), los nacionalistas lo arruinan. Si aún se hicieran alegorías medievales, el Catalán, el Gallego y el Euskera (y el Bable y la Fabla, y el Andalú y el Silbo Gomero y el Castúo), se erigirían como gigantes a apalear a sus nacionalistas y limpiarse así la porquería que les ha caído encima con ellos, su genuina amenaza, su aniquilación. 
 
9. No estoy de acuerdo con que se adelanten las elecciones, como piden el PP y Page. Yo quiero que Sánchez agote la legislatura y que los españoles se cuezan todavía más en Sánchez. Y, a ser posible, en la siguiente legislatura también. Y así durante cuarenta años sanchistas, medida que conocen bien los españoles. Les deseo ya lo peor a los españoles. ¡Entre esos tipos y yo hay algo personal! 
 
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5.6.25

Tsevan Rabtan, caballero en la estepa legal

Cuando Tsevan Rabtan, nuestro mongol ilustrado, guardia civil de la lógica, publicó su primer libro, Atlas del bien y del mal (GeoPlaneta), que era un catálogo de anomalías históricas, monstruosidades, violencia y caos, escribí: "Yo encuentro una coherencia estricta entre esto y su pasión por la ley, de la que el abogado Tsevan Rabtan es su mayor defensor. La ley, al cabo, intenta contener, ordenar un poco esa realidad que sin ella sería –justamente– más monstruosa, caótica y violenta". En su nuevo libro, Anatomía de la ley (Deusto), se ocupa de esa pasión suya, con igual perspicacia e inteligencia. Y con la misma regocijada erudición: entre sus razonamientos introduce ejemplos apetitosos de todo el mundo, del Ártico a la China o la India, pasando por Grecia, Roma, Egipto y Bizancio.

Tiene gracia que ahora utilice su nombre artístico o de guerra no para correrías aberrantes sino para su contención. Posee un encanto doble, porque el caudillo mongol va esta vez por la estepa como un caballero andante en defensa de la ley. En el Nickjournal donde lo conocimos, por cierto, tuvo un semejante que también combinaba la barbarie con la Ilustración: el inolvidable Gengis Kant. Otro amigo de entonces, Manuel Toscano, escribe el prólogo de Anatomía de la ley: tan bueno, que el libro va con la mejor reseña incorporada. Al comentarista le queda poco más que recomendar el libro y recomendar el prólogo.

Añadiré, sin embargo, algunas palabras de actualidad. La pertinencia de Anatomía de la ley se ha vuelto acuciante estos días. Menciono dos muestras. Al término de mi lectura del libro el pasado fin de semana, se filtró ya que la ponencia del Tribunal Constitucional avalará la ley de amnistía, lo que estaba cantado porque se trata de un Tribunal de parte. La noticia, con el libro fresco, resultaba para el Estado de derecho aún más catastrófica.

Por su lado, Luis García Montero escribía en El País: "Más que en los partidos, el problema está en los jueces que se salen de su decencia profesional para sustituir a la voluntad del pueblo encarnada en la política. […] Si este tipo de jueces consigue convertir su soberbia en costumbre jurídica, un poder judicial autopoderoso se convertirá en el problema más grave de la democracia. Después de que el CGPJ quedara bloqueado, el único contrapoder que puede enfrentarse a la soberbia judicial es la Fiscalía. Ahora comprendo por qué soportamos en España una desmedida persecución mediática contra el fiscal general. Hay quien no quiere justicia, sino soberbia sin límites dispuesta a borrar cualquier otro tipo de poder democrático". Este la fontanería la hace al aire libre, su cloaca es a campo abierto; y con un embadurne relamido que nos recuerda que, en fin de cuentas, es poeta.

El lector de Anatomía de la ley no dejará de percibir la aberración que supone esa queja de que "los jueces" sustituyan (¡sustituyan!) "a la voluntad del pueblo encarnada en la política". Como afirma Tsevan Rabtan, sin ley sencillamente no hay democracia. Hay, todo lo más, "democracia plebiscitaria": expresión que en La emboscadura de Ernst Jünger aparece como sinónimo de dictadura.

Tsevan Rabtan rastrea las razones históricas del derecho y la ley, y las argumenta con una claridad que no excluye el zigzagueo del ensayo. Analiza la situación de la administración de justicia en España (comatoso). Y proyecta el pensamiento hacia el futuro, en que la Justicia tendrá que vérselas con la IA. Aunque el presente sea malo, ya sabemos que podría ser peor. Tsevan Rabtan aboga por que no decaiga el intento. Termina el libro con Maquiavelo, con su célebre distinción entre la virtù (o esfuerzo) y la fortuna. A pesar de todo, hay que hacer algo: porque la fortuna "muestra su poder donde no se han tomado medidas para resistirla y dirige su furia hacia donde sabe que no se han hecho diques ni barreras para contenerla".

Antes de leer está ya imprescindible Anatomía de la ley, recomiendo la entrevista que le hizo Ricardo Cayuela al autor aquí

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1.6.25

Pecado de fontanería


[Montanoscopia] 

1. Con el primer párpado que abro el sábado, a veces, como ayer, de madrugada, leo el artículo de Antonio Muñoz Molina en El País. Es un vicio que he pillado. No lo leo con el párpado, claro, sino con el ojo, pegajoso de párpado. Son artículos estupendos (AMM es un estupendo articulista, fundamental en mi formación/deformación), pero están como encapsulados en un país que no es España. El Gobierno no aparece nunca. Sí, de tarde en tarde, la oposición. Ayer puso una listilla de gobernantes aquejados de "masculinidad dañina": Trump, Musk, Orbán, Milei, Maduro, Putin, Bolsonaro, Netanyahu. Ya ven quién falta. En Babelia le premian por su buena conducta y lo sacan en portada por su nuevo libro, El verano de Cervantes. No siempre fue así. Hubo un tiempo en que era un poco díscolo. Y se lo hacían saber: no le dedicaban portadas, lo excluían de la lista de los 100 libros del año. Pero AMM se porta bien ahora. Cada sábado es más divertido. Un amigo me dice que sus artículos los escribe ya para mí. 

2. Son deprimentes las inquisioncillas cotidianas en el mundo de la cultura, el insidioso cuelgue de etiquetas. En cuanto uno se desvía un poquito, está perdido. Luego cuesta mucho remontar, si es que se consigue. Queda el regocijo íntimo (también entre la minoría afín): estos ufanos psocialistas y demás son los herederos directísimos de la mediocridad católica española. 

3. A propósito de la fontanera del PSOE Leire Díez, me acuerdo estos días de la maravillosa Cluny Brown. Esta (Jennifer Jones) incurre en "pecado de fontanería" en la película de Lubitsch El pecado de Cluny Brown. En cuanto oye gorgoteos en una tubería, se arremanga y se pone manos a la obra. Por esto pierde a su prometido burgués, cuya madre le censura a Cluny la afición fontanera. Pero hacia el final de la película está una de las más encantadoras (¡y emocionantes!) declaraciones de amor de la historia del cine. El nuevo pretendiente (Charles Boyer), al conocer lo que le sucedió con el anterior, le dice a Cluny que le construirá una casa llena de tuberías, que convocará a la alta sociedad y le dirá: "Señoras y señores, ahora mi esposa va hacer unos trabajos de fontanería". Es tan bonito que no quiero atar la equivalencia con lo que pasa en nuestra política. Le dejo la (fontanera) tarea al lector. 

4. Pongo en el buscador del periódico "UCO" y me señala, además de las noticias sobre la UCO, la noticia sobre el cayuco volcado en la costa de El Hierro, en el que murieron cuatro mujeres y tres niñas. Rimas desoladoras de la actualidad. 

5. La manifestación que ha convocado Feijóo para el 8-J no es contra el Gobierno, sino contra el electorado español. Ese electorado que, sabiendo ya perfectamente quién era Sánchez, no lo expulsó de la vida pública el 23-J de 2023. Como ha escrito Arias Maldonado, al final el electorado que tiene que conquistar el PP es el mismo que consintió y consiente a Sánchez. Ninguna dignidad, pues, si quiere conquistarlo. Esto último sí es alentador para nuestra derecha (no para mí, que persisto en la izquierda): que se le exigiera dignidad sería lo complicado. 

6. Anuncia Renfe billetes a 9 euros para el verano. Ya está The Puentete, el Fu Manchú de los trenes, atrayéndose víctimas. 

7. ¡Le he cogido manía a todo el mundo! No soporto las jetillas de los escritores anunciando sus firmas en la Feria del Libro. El acto surrealista supremo sería ir de caseta en caseta disparándoles con una pistola de agua. 

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30.5.25

Los ozorianos sobrevenidos

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:08

Buenas noches. La muerte de Mariano Ozores ha vuelto a desencadenar un fenómeno entrañable: el de los que se ponen a realzarlo como si fuese Ingmar Bergman. Es cierto que se ha menospreciado al director de Manolo la Nuit, Los bingueros o ¡Que vienen los socialistas!, y está bien que se le defienda con tino como ha hecho nuestro José Ignacio Wert. Pero hay otros defensores a los que se les va la mano y no se contentan con reivindicarlo, divertirse con sus películas o simplemente resaltar su valor sociológico: desde el antiintelectualismo que suelen profesar adoptan la misma pose que sus detestados intelectuales, y pontifican sobre El liguero mágico como si se tratase de El séptimo sello. O sea, que dan pesadísimamente la brasa con Ozores como otros la dan con Godard o Dreyer. Como sucede tantas veces, incurren en lo que critican en los otros. A estos les presuponen postureo, y no conciben que puedan ver una película de Mizoguchi si no es para adornarse. Pero ahora son los ozorianos los que se adornan con Ozores. Se ha recordado que Pilar Miró lo desdeñó diciendo que hacía "cine para fontaneros" (¡o sea, que su filmografía debe de tenerla trillada la hoy famosa fontanera del PSOE!) y por aquella frase los ozorianos dogmáticos están atacando a Pilar Miró. Pero pocas mujeres me han dado tanto placer. Placer cinéfilo, se entiende. Cuando Pilar Miró estuvo de directora de Radiotelevisión Española nos proporcionó un disfrute máximo a los amantes del cine con su fastuosa programación. Porque de eso se trata: de disfrutar. Y si a mí me gusta Rohmer no es por postureo, ni por adornarme, ni mucho menos por elitismo. Es porque sencillamente me lo paso pipa con las películas de Rohmer. Algo que los ozorianos sobrevenidos no parecen comprender.

29.5.25

Todo Bernhard en 'Andar'

La novela corta Andar, de Thomas Bernhard, estaba sepultada en el volumen Relatos que editó Alianza Tres en 1987 (no confundir con el posterior Relatos de bolsillo, 2009 y 2017), con canónica traducción de Miguel Sáenz. La editorial Contraseña ha tenido el acierto de rescatarla ahora en libro aparte, tal como se publicó en alemán en 1971. Y con traducción nueva de Virginia Maza, quien dice en el epílogo que "estas páginas parecen condensar los fundamentos de la prosa de Bernhard". Tiene razón: está todo Bernhard en Andar.

Los bernhardianos españoles somos sáenzianos españoles e instintivamente rechazamos toda traducción que no sea de Sáenz. Se ha escrito que una de las ventajas de Bernhard en español es que su obra (casi) completa tiene un mismo traductor, por lo que hay continuidad estilística en ese Bernhard para españoles de Sáenz. Durante mucho tiempo rechacé Los comebarato (Cátedra) porque era lo único que no había traducido Sáenz, sino Carlos Fortea. Pero mis recientes relecturas de Los comebarato me han reconciliado con esa traducción. Es un Bernhard que no dice "en fin de cuentas" sino "a fin de cuentas", pero la novelita es tan buena que lo doy por bueno. Con el Andar de Maza me ha pasado igual: su Bernhard no dice "deprimición" sino "deprimencia". Pero Andar es una obra maestra y la traducción nueva es magnífica también.

Bernhard escribe Andar en su plenitud, entre dos de sus novelas mayores, La Calera y Corrección, y entre sus dos primeras obras de teatro, Una fiesta para Boris y El ignorante y el demente, junto con otros escritos. Tiene la profundidad y densidad de tales novelas mayores, pero además asoma la ligereza. Y asoma el humor, y de qué manera: hay una serie de páginas cómicas que parecen de los hermanos Marx, con el personaje Karrer (que justo ahí va a volverse loco) empeñado en que el dependiente de una tienda de pantalones le ponga al trasluz pantalón tras pantalón para ver si clarean, porque está convencido de que no son de tela inglesa, como asegura el dependiente, sino de "saldos checoslovacos". La repetición desaforada de esta expresión, "saldos checoslovacos", desencadena la hilaridad lectora.

Al neófito siempre le intimidan las páginas compactas de Bernhard, esos lingotes de prosa sin puntos y aparte. En las cien páginas de Andar hay tres, pero como si no los hubiera: son puntos y aparte sin espacio en blanco intercalado. El habituado a Bernhard, en cambio, sabe que esa aparente muralla no carece de asideros: cuando uno se introduce en la lectura, fluye a la perfección. La escritura de Bernhard es compleja, intrincada, pero en todo momento con sentido; si se sintoniza con ella, se descubre su admirable simplicidad esencial. Tiene que ver con su música, y con la contundente claridad con que traza un mundo. Es por este motivo por el que su dificultad inicial suele derivar, como dice Sáenz, en adicción.

La trama de Andar es mínima (el narrador salía a caminar los miércoles con Oehler y los lunes con Karrer, pero este se ha vuelto loco y ahora los dos días sale a caminar con Oehler, quien le cuenta qué pasó con Karrer), pero está llena de acciones y, sobre todo, de palabras. Unas y otras en un entramado de capas discursivas con un virtuosismo entre mareante y descacharrante. Un ejemplo: "como dice usted, Karrer, dijo Rustenschacher, en palabras de Oehler a Scherrer". La dificultad de asir la realidad con palabras ("todo lo que se dice es cita", decía Karrer y repite Oehler, narra el narrador) se manifiesta en estas emisiones verbales indirectas, que en el fondo asedian un vacío.

Todo Bernhard está en Andar porque, además de las repeticiones, no falta ni uno de sus recursos: la exageraciones y generalizaciones, las estructuras distributivas ("Oehler tiene un sombrero negro y de ala ancha, y yo, uno gris y de ala estrecha"), los "así llamados", la artificiosidad retórica, los paréntesis, las cursivas, las digresiones, la sentenciosidad. Ni faltan sus temas: enfermedad, asfixia, obsesión, pensamiento desquiciado, locura, Naturaleza, Wittgenstein, muerte, suicidio, denostación del Estado austriaco, sacrificio del genio. Sobre estos tres últimos: "Si una cabeza austriaca es extraordinaria, dice Oehler, no hay que esperar mucho para que se mate, solo es cuestión de tiempo y el Estado cuenta con ello".

Está igualmente la execración del nacimiento (y de la “tentación de existir” de Cioran, en la línea de Schopenhauer): "Toda la vida me he negado a hacer un niño, dice Oehler que decía Karrer, a meter a un nuevo ser humano con el ser humano que soy y que está en la prisión más espantosa que se pueda imaginar y que la ciencia califica sin consideración de naturaleza humana". Así como la autoconciencia paralizante: "No debemos hacer de lo que hacemos el objeto de nuestro pensamiento porque en primer lugar caeríamos en la duda fatal y al final en la desesperación fatal".

Andar es también pensar: "Andar y pensar están en una incesante relación de intimidad recíproca, dice Oehler. En el fondo, la ciencia del andar y la ciencia del pensar son una única ciencia". Naturalmente, el pensamiento puede desembocar de pronto en la locura: "Hay un instante, dice Oehler, en que entra la locura. Es un solo instante en que la persona en cuestión está loca de repente". La clave está en detenerse (en detener el pensamiento) justo antes.

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25.5.25

Escalada hacia la desfachatez

[Montanoscopia] 

1. Sánchez en Valencia, siete meses después de las inundaciones. Dice que no había vuelto desde su primera visita para no politizar y que ha estado trabajando en la sombra. Es su estilo, claro. No politizar. Trabajar. En la sombra. 

2. Creo que fue David Mejía el que dijo en La Brújula que la carrera del dirigente del PSOE extremeño Gallardo para aforarse no exhibe precisamente una pulcritud formal que despeje las sospechas de que haya sido capaz de enchufar a alguien en un puesto público. Con la jugarreta de Gallardo ("¿qué Gallardo?" "cualquier Gallardo") culmina, me temo que no de un modo irrebasable, la escalada de nuestros políticos hacia la desfachatez, retomada tras el breve lapso compungido, falso como ellos solos, de no hace ni diez años. 

3. Una de las subtramas apasionantes de la tertulia de Alsina en Onda Cero es la de esos tertulianos (por lo general, tertulianas) que se toman la temporada como unas oposiciones para la Ser. En septiembre se ve el resultado. La postulante del curso pasado, Pilar Velasco, asombrosamente no lo consiguió. Este ha seguido con Alsina, redoblando sus esfuerzos: más meritorios conforme se va incrementando la podredumbre gubernamental. La Ser no puede permanecer insensible a su demanda. 

4. En La Cultureta, ese conciliábulo de parloteadores (¡que, sin embargo, no me pierdo jamás!), entrevistan a Manuel Vicent. En diez minutos cuenta cien anécdotas, enlazándolas una detrás de otra, con incuestionable brillantez. Están, sin duda, muy rodadas. Hasta hace nada yo lo hubiera disfrutado como el que más. Pero ya no lo soporto. Desprecio a su generación. Esa generación que se ha tragado a Sánchez sin chistar. Eso es todo. 

5. "¿Por qué nos odian tanto?", clama Patxi López. Para empezar, porque no es odio sino crítica y a la crítica la llamáis odio. En la crítica se me cuela el desprecio, lo reconozco, pero es ante todo crítica: una crítica muy limpia. Y muy justificada. La respuesta a Patxi podría ser como aquella de La vida de Brian a "¿Qué han hecho por nosotros los romanos?". Siéntate, Patxi, que te lo voy a desmenuzar. (Bueno, no ahora, qué pereza.) 

6. Feijóo ha encontrado por fin la fórmula mágica para derrotar a Sánchez en las próximas elecciones: ¡prometerles 600 euros a los celíacos! La desesperación lleva a eso: a las, así llamadas, soluciones imaginativas. 

7. Mi cita anual con el euskera: la retransmisión del Giro por Euskal Telebista, única cadena en la que lo puedo ver. Acostumbrado todo el año al euskera escupido por nacionalistas y proetarras (ese "vuestro ingrato euskera" que se decía en un poema de Jon Juaristi), siempre me gusta recordar que es un idioma dulce. Con el Giro va fenomenal, por los estupendos locutores y porque está trufado de nombres de lugares italianos y ciclistas, y palabras como ciclamino o maglia rosa. ¡Hasta tengo la sensación de que lo entiendo!, le digo a mi amiga vasca Txani Rodríguez. 

8. Qué bonito cruce en la prensa, sucede a veces. Son dos textos bellísimos. Javier Gomá escribe en El Mundo que un ser humano no tiene definición sino historia, la de su vida, y que cuando esta acaba se desprende su esencia: su esencia aromática. "Esencia como perfume". Y Daniel Gascón evoca en El País a una amiga que acaba de morir y con la que estuvo saliendo: "Han pasado casi treinta años: a veces me quedo parado en la calle sin saber por qué y luego caigo en que me he cruzado con alguien que llevaba su perfume". Hay otros perfumes que se pierden para siempre, aunque la persona esté viva. 

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