31.12.09

Historia secreta

He tenido un intercambio de correos con Daniel Capó a propósito de su artículo de Frontera D sobre la estancia de Ernst Jünger en Mallorca en 1931, que ya recomendé aquí: "Un sol ártico". Entresaco nuestras frases referidas al mismo:
Capó: Hay algo también triste en esa imagen del padre y su hijo Ernstel condenado a ser tiroteado por la espalda —un SS— en el frente de Carrara. No sé si se ve algo de eso en la fotografía, me imagino que no, quizás sólo un aura, la evidencia de que el futuro constantemente re-escribe el pasado.

Montano: En cuanto a la foto: desde luego, creo que la miramos ya así por la tragedia consumada. En efecto, el futuro re-escribe el pasado; y la muerte tensa el trayecto de la vida, que queda ya fijado desde ahí, y puede contemplarse en su plenitud...

Capó: También es posible que la muerte al tensar la vida, la destroze, la fragmente aún más. Quizá la búsqueda de la plenitud —o del sentido— en la fragmentación es una de las necesidades de nuestro tiempo. No lo sé.

Montano: Me estaba acordando de La tijera de Jünger, que se refiere a la tijera que corta el hilo de la vida. Hubo otra tijera al principio: la que cortó el cordón umbilical. Entre ambos tijeretazos está la vida. También me he acordado del título de la autobiografía de Preston Sturges, que es humorístico y vale para cualquier biografía: Los acontecimientos que condujeron a mi muerte. Yo creo que la muerte realmente tensa la vida y consolida su historia: aunque en un sentido metafísico, jüngeriano. Otra cosa es lo que queda de esa vida para los otros: sólo fragmentos, en efecto. Fragmentos que además se van desvaneciendo.

Capó: La tijera, qué hermoso libro, creo que el penúltimo de EJ, o al menos uno de los últimos. En un sentido metafísico, jüngeriano, estoy contigo. Luego está el papel de la memoria que es un sentido más judío, también occidental, que va desapareciendo. O que al menos ha entrado en crisis y esa es también la tijera, claro.

Montano: Sí, claro, el sentido metafísico a lo Jünger es antiguo. Hoy el vigente, y el que palpamos queramos o no, es el de la memoria y la fragmentación. La historia total del individuo se queda como "historia secreta", incluso para él; salvo que sea eso lo que aparece en los famosos veinte segundos finales...
Después he buscado la cita de La tijera que puse aquí en febrero. Venía perfecta para estas reflexiones. Pero además guarda relación con el final de otro artículo de Capó, "Warren Buffett, el titán tranquilo". ¿Qué has hecho con tu vida? ¿Qué has hecho con ella? Es la pregunda ideal para el último día del año. (Aunque la respuesta puede que también sea secreta.)

* * *
Ya tenía escrito lo anterior, cuando leo el hermoso artículo de Eduardo Jordá "El tordo en el crepúsculo", que lo completa. El título es el del poema de Thomas Hardy, "The darkling thrush". Así termina Jordá su artículo, y yo esta entrada, y este año:
En su poema, Hardy hablaba del canto de un pájaro en el crepúsculo, en el que resonaba "una bendita esperanza, que él conocía, pero que para mí era desconocida". Les dejo con esa bendita esperanza, resonando en algún sitio, ahora que empieza un año nuevo.

30.12.09

Baroja y Marvin Gaye



Fin del año lector. He estado unos días con El árbol de la ciencia, de Pío Baroja, y mañana repasaré el nuevo número (10) de la revista Zut. No está mal terminar con la zeta. En cuanto a discos: What's going on, de Marvin Gaye. Casualidad de las cubiertas: las solapas oscuras, para el embozamiento. Leí por primera vez El árbol de la ciencia en el instituto; volví a leerla en la universidad. Esta tercera lectura ha sido aún mejor que las anteriores. Qué bueno es Baroja: la novela es moderna, limpia, implacable. Y, contra lo que se dice, está muy bien escrita. Andrés Hurtado: sus peripecias, sus decepciones, sus pensamientos. Las conversaciones filosóficas con su tío Iturrioz; cuya azotea (me he fijado ahora) está en Argüelles. Fue escrita en 1911. Va a hacer cien años. De algún modo, combinaba bien con Marvin Gaye. Emocionante esa suite que componen los seis primeros temas de What's going on. Pongo el quinto y el sexto (más el instrumental de I want you, que he escuchado también estos días):








29.12.09

Mientras haya luz



Tarjeta de felicitación de Chema Cobo y Rosa, su mujer. Hasta el 24 de enero sigue su exposición en el CAC Málaga. Yo la he visitado ya varias veces. El efecto de la familiaridad creciente con los cuadros, que se despliegan, cada vez más, cada vez mejor, como una novela. Los pueblan las sombras, los reflejos, los destellos. La condición paradójica de los últimos: luces que son sombras. Sombras hechas de luz. (Así tambien, las proyecciones de Año Nuevo.)

28.12.09

El Rey, el Papa y Mario Conde

Yo trabajaba de guionista en Antena 3 TV cuando la cadena pertenecía a Mario Conde. La consigna era que en nuestros sketches (nombre cosmopolita que les dábamos a nuestros sainetes y astracanadas) podíamos meternos con todo el mundo, “salvo con el Rey, el Papa y Mario Conde”. Bien mirado, era una selección impecable: el máximo representante estatal, el máximo representante religioso y el dueño de la empresa. En el transcurso de aquella temporada, un 28 de diciembre como hoy, cayó Conde, y a vuelta de vacaciones preguntamos si ya podíamos meternos también con él. No recuerdo la respuesta, pero sí que tuvimos piedad: no terminamos haciendo leña del dueño caído.

Han pasado dieciséis años y los tres han tenido su peripecia. Mario Conde ha experimentado la cárcel y ha salido de ella transformado en una mezcla de Paulo Coelho y el Lute. El anterior Papa murió y su hábito (aunque más cortito, y con zapatos rojos) lo ocupa otra persona. Por su parte, el Rey se ha ido desvaneciendo en su trono y han empezado a crecerle los enanos republicanos (el guionista chusco que sigo llevando dentro me empuja a precisar que nuestro primer antimonárquico de facto, Jiménez Losantos, es la excepción que no crece; a él, por cierto, Mario Conde lo echó de su radio, igual que ahora los representantes españoles del Papa).

Puede apreciarse que, a partir de la llegada de Zapatero al poder y de la muerte de Juan Pablo II, ha decrecido la presencia mediática del Rey y el (nuevo) Papa. Benedicto XVI, sin duda, es menos mediático que su predecesor; y menos mediático también que él mismo en su versión Ratzinger. La gran sorpresa de este papado (el gran milagro, podríamos decir) ha sido ver la sonrisilla bondadosa que el Guardián de la Fe ocultaba. En tal sentido, le ha pasado lo mismo que a Pepiño Blanco, que ahora es un hombre feliz como ministro de Fomento. En cuanto al Rey, le ha sucedido que el actual presidente del Gobierno tiende a ocupar su espacio mediático, exhibiéndose con el lirismo del viento y con ese atributo que la Constitución le reservaba al monarca: la irresponsabilidad.

Esta Navidad, sin embargo, el Rey y el Papa han sido noticia: el Rey, porque por primera vez se ha emitido su discurso por la televisión autonómica vasca; y el Papa, porque una perturbada lo tiró al suelo en la Misa del Gallo. Por su parte, Mario Conde vende como rosquillas sus Memorias de un preso, que se habrá regalado en abundancia. Mario Conde era un hombre serio y se ha convertido en un hombre más serio (puede apreciarse en la espléndida entrevista que le hizo mi compañero Jabois). Vale para simbolizar lo que ha pasado en estos años: de la tríada, se ha abierto la veda humorística con el Rey y el Papa; pero con los Mario Conde de turno, es decir, los dueños, se bromea menos que nunca.

Sobre lo primero, no conviene engañarse. Me parece higiénico que hayan proliferado los chistes sobre el Rey y el Papa (incluso cuando los hace el cargante Wyoming); pero sus respectivas vacantes han sido ocupadas por otros tabúes: la estatal, por el pesado imperio de la corrección política; y la religiosa, por el Islam (o el miedo al Islam). Algo de ambos se ha incorporado también a los dueños. Lo que en principio es mera propiedad, mero negocio, se ha ungido de ideología; de modo que el sectarismo que padecemos es una escenificación ideológica del reparto del pastel.

[Publicado en Frontera D]

27.12.09

Nietzsche y las mujeres

Cuando se habla de la misoginia de Nietzsche, no se tiene en cuenta que él, al fin y al cabo, se enamoró de la mujer más inteligente y libre que conoció. La misma —Lou Salomé— a la que las feministas han tomado como modelo, en vez de a las otras de su época; realizando la exacta operación selectiva del filósofo.

Nietzsche, por otra parte, es el único filósofo que ha estado en la posición de un Dante o un Petrarca. Los ha habido solteros, mujeriegos y sosamente casados; pero no con el destino sentimental de Nietzsche. El que se le aproxima es Kierkegaard. Y, en un sentido diferente, también Abelardo, al que le cortaron las pelotas. Ese nervio (el de Nietzsche y Kierkegaard, no el de Abelardo) se transmite a sus filosofías.

Ferré, por cierto, hizo una buena observación sobre Nietzsche: que más le hubiera valido enamorarse de una Molly Bloom. Es verdad. Molly Bloom era la que más nietzscheanamente encarnaba el .

26.12.09

El mundo se concentra en llover

Llueve, y por sacarle un poco de provecho (estético) a este coñazo me pongo a Satie. A mí, que la melancolía la tengo hasta con sol, lo que me faltaba era la lluvia. Ayer no pude ni pisar la calle para quemar un poco de turrón en la caldera de mi estómago. Ahí seguirá, con el jamón y los langostinos. Por fortuna, tengo trabajo. La fortuna es que me mantendrá ocupado, hasta reventar, en estos últimos días de 2009. Ha sido un año plomizo, que podía haberme ahorrado. Está bien que se vaya con lluvia.

25.12.09

La sombra del 'mainstream'

Hay algo que me molesta más que el mainstream: el modo en que muchos indies dicen mainstream. (El modo en que hacen del indie un mini-mainstream.)

22.12.09

Un hombre es lo que hace

Querido Arcadi:

Yo le recomendaría al amigo Harkaitz Mendia que no se sulfurase tanto. Un hombre es lo que hace. Lo que hizo Patxi López entonces fue infecto. No nos equivocamos al juzgar sus acciones. Sí nos equivocamos, sin duda, con el juicio hacia lo que había detrás: que es justo lo que nos ha sido revelado con las acciones de ahora. Los juicios hay que irlos emitiendo al hilo de la realidad; es decir, de lo que se manifiesta. No juzgamos intenciones, sino hechos. Y son los hechos de ahora los que celebramos y agradecemos. Pidiendo excusas, eso sí, por nuestras extrapolaciones de entonces. (Por otro lado, quizá haya que tener en cuenta también el efecto “corrector” del denostado PP. Sin esa corrección, ya hemos visto en Cataluña de qué son capaces los socialistas…)

Un abrazo,
J. A.

* * *
Han mandado también sus correspondencias los amigos Tse y Desierto Polaco. La ocasión es perfecta para enlazar el último artículo de Félix de Azúa.

* * *
(23-XII) Me ha respondido Harkaitz Mendia. A lo que he replicado lo siguiente:

Le agradezco al amigo Mendia su contestación. Reconozco el valor y el mérito de Patxi López, naturalmente: ahora y antes. Pero eso no impide que sus acciones políticas puedan ser enjuiciadas. Una cosa es la comprensión hacia su persona y otra el juicio político que sus actuaciones nos puedan merecer. Ocurría lo mismo, por poner dos ejemplos políticamente contrapuetos, con Francisco José Alcaraz y Pilar Manjón. La condición de víctima no tiene por qué otorgar clarividencia política. Por otro lado, no creo que el hecho de vivir en el País Vasco otorgue un plus de comprensión. De la avalancha de opiniones que nos llegan desde allí, hay algunas lúcidas; pero también bastantes insensatas. En mi caso particular: sé muy bien que hablo desde la comodidad, no me engaño. Si viviera allí, probablemente sería un cobarde; no lo sé. Pero procuro atender a la verdad, en la medida de mis posibilidades. Por lo demás, estas son reflexiones sobre el pasado: celebro la situación actual. Y me alegra que, con su actuación presente, Patxi López me haya callado la boca.

21.12.09

¡Autor, autor!

No sé cómo se las ha apañado la SGAE para tener una imagen tan nefasta. Su tarea es cobrar, y los cobradores siempre resultan antipáticos; pero quizá resulten particularmente antipáticos si tienen la cara de Ramoncín. La SGAE, para su desgracia, ha terminado siendo identificada con Ramoncín y su troupe de autores sin talento y con dinero. El público ignora que por detrás hay otros muchos con talento y sin dinero, a los que la SGAE les salva la vida. Yo estoy (¡excusadme!) entre estos últimos. La SGAE es como mi madre, y cuando me acerco a su sede de pastel por la calle Fernando VI, se me caen los lagrimones. Qué calorcito desprende ese edificio espantoso. Uno entra allí como un mendigo y sale como un príncipe. Un príncipe provisional, naturalmente: hasta que la dura existencia del artista lo deje otra vez en calzoncillos.

Los artistas, pues, tienen (¡tenemos!) razón: hay que pagar. Yo me aprovecho de la piratería, como todo el mundo. Es lo más cómodo, es lo más barato. Pero sé que ése es el beso de la muerte. Todo el despliegue de Roma o Deadwood, por ejemplo, no me ha costado ni un céntimo. Horas y horas de felicidad absolutamente gratis. La consecuencia es que en el futuro no habrá más Romas ni Deadwoods. Ambas, de hecho, con ser dos de las series más entretenidas de los últimos tiempos, se dejaron de rodar porque no resultaban rentables. Quien piratee, que al menos lo sepa.

En cuanto a las modalidades del cobro, reconozco que me extravío en los procedimientos. No sé qué es lo justo, no sé qué se debe hacer. Ignoro cómo ha de ser la ley. Por su parte, la tendencia propiciada por la tecnología parece irreversible. Lo que sí observo, al margen de las argumentaciones, es que en las cabecitas de nuestros conciudadanos existe el sustrato de que el autor carece de relevancia. No ya de relevancia social, que es otro asunto, sino de relevancia como artífice mismo de su obra. Se piensa que las obras surgen solas; no se tiene conciencia del trabajo. Esto pudo apreciarse claramente el pasado verano con las manifestaciones de los catetos de Fuenteovejuna, convencidos de que era Lope de Vega quien se lo debía todo a ellos...

Resulta instructiva, a propósito, la anécdota de Santiago Rusiñol que contaba Vallejo-Nágera en Locos egregios. El pintor y un amigo sacaban cada día unas sillas al campo y se sentaban a ver el atardecer. En cuanto el sol se ponía, ellos se levantaban a aplaudir enfervorizados, gritando: “¡Autor, autor!”. El crepúsculo es un ejemplo estupendo de espectáculo por el que no hay que pagar, pues la obra del Altísimo es gratis. El problema es que a los seres humanos no suele bastarles el entretenimiento a pelo con la Naturaleza, sino que necesitan algo más elaborado. Para lo cual ya se requiere a un artista: alguien que, a diferencia del Altísimo, tiene la enojosa costumbre de comer.

[Publicado en Frontera D]

19.12.09

El héroe chejoviano

Pensaba poner esto la semana que viene, a modo de regalo navideño; pero no sirvo para la paciencia. Es demasiado bueno y quiero entregarlo ya. Son dos textos que me ha mandado, en exclusiva para El aprendiz al sol, mi fan Lindo. Los ha traducido ella del libro de Janet Malcolm Reading Chekhov: A Critical Journey. El primero es una caracterización hecha por Vladimir Nabokov del "héroe chejoviano":
Esa rara y patética criatura que es poco conocida fuera y que definitivamente no puede existir en la Rusia de los Soviets. Combina la más profunda decencia de la que un hombre puede ser capaz con una casi ridícula incapacidad para poner sus ideales y sus principios en acción. Sabiendo exactamente lo que es bueno, aquello por lo que merece la pena vivir, pero al mismo tiempo hundiéndose más y más profundamente en el fango de una liosa existencia, infeliz en el amor, desesperadamente ineficiente en todo: un buen hombre que no puede hacerlo bien.
El segundo es un escrito del propio Antón Chéjov. Se trata de una carta de marzo de 1886 dirigida a su hermano Nicolai, un dibujante de mucho talento malogrado por el alcoholismo. Me explica mi fan Lindo: "Hay que tener en cuenta al leer la carta que Nicolai es uno de sus hermanos mayores. Siendo él el tercero enseguida se convirtió en el cabeza de familia, se hizo responsable del resto y trató de ayudar a estos dos elementos que nunca consiguieron verdaderamente salir del alcoholismo y el desastre vital. Lo digo porque cuando hace referencia a que hay que acostarse limpio, tener la casa aseada y no ofrecer un aspecto grosero es porque sus hermanos se acostaban borrachos. Me alegro de que te haya gustado. Es a la vez discreta y directa. Y muchos de esos consejos podemos traducirlos a nuestra vida diaria". Muchas gracias, Elvira. Habla Chéjov:
A menudo te me quejas de que “la gente no te entiende”. Goethe y Newton no se quejaban de eso. Sólo Jesucristo se quejó, pero Él estaba hablando de su Su doctrina y no de SÍ mismo. La gente te entiende a la perfección. Si tú no te entiendes a ti mismo, no es culpa de nadie.

Yo te garantizo como hermano y como amigo que te entiendo y te aprecio con todo mi corazón. Conozco tus grandes cualidades como conozco la palma de mi mano; las valoro y las respeto profundamente… Tú eres bueno hasta la dulzura, magnánimo, nada egoísta, dispuesto a compartir hasta tu último céntimo; tú no envidias ni odias, eres un alma sencilla, tienes piedad de los hombres y los animales, eres confiado, sin mala idea ni rencor, se te olvida el mal que te hacen. Posees un don del cielo que otras personas no tienen: el talento. Este talento te sitúa por encima de millones de hombres, en esta tierra sólo un hombre de cada dos millones es un artista. Tu talento te distingue: si tú fueras un sapo o una tarántula, incluso entonces, la gente te respetaría. Al talento todo se le perdona.

Sólo tienes un fallo y tanto la inseguridad de tu posición, como tu infelicidad y tu estreñimiento son debidos a él. Es tu completa falta de cultura. Perdóname, por favor, pero veritas magis amicitia. Mira, la vida tiene sus condiciones. Para sentirte bien entre gente educada, sentirte a gusto y feliz con ella, uno debe tener cierta cultura.

La gente culta debe, en mi opinión, cumplir las siguientes condiciones:

1. La gente culta respeta al ser humano, y por lo tanto, son siempre amables, gentiles, educados y están dispuestos a ceder ante los demás. No montan un escándalo por culpa de un martillo o de una pieza extraviada de goma… Ellos toleran el ruido y el frío, la carne desabrida, las agudezas y la presencia de extraños en sus casas.

2. Tienen simpatía no sólo por los mendigos y los gatos; sus corazones sufren también por lo que el ojo no ve…

3. Respetan la propiedad de los demás, y por lo tanto, pagan sus deudas.

4. Son sinceros y les horroriza la mentira tanto como el fuego. Ni tan siquiera mienten en las pequeñas cosas. Una mentira es insultante para el que la escucha y lo coloca en una posición inferior al que la cuenta. Ellos no son afectados, se comportan en la calle como lo hacen en su casa; no se pavonean ante colegas más humildes. No son dados a balbucear ni fuerzan a los otros a escuchar confidencias no requeridas. Por respeto a los oídos de los demás a menudo prefieren mantenerse en silencio antes que hablar.

5. No se menosprecian a sí mismos para despertar compasión. No juegan con la fibra sensible del corazón de la gente para que suspiren y los tengan en alta opinión. No dicen “soy un incomprendido” o “soy un segundón”, porque todo eso no es más que esforzarse en buscar un efecto vulgar, barato, rancio, falso…

6. No son vanidosos ni superficiales. No se preocupan del falso mérito de codearse con gente célebre… Si hacen un dinerillo no se envanecen como si hubieran ganado un capital y no presumen de haber entrado donde otros no son admitidos… Los realmente talentosos siempre se mantienen en la oscuridad entre la multitud, tan lejos como les es posible de hacerse visibles…

7. Si tienen talento serán respetados. Y lo sacrificarán al descanso, a las mujeres, al vino, a la vanidad…

8. Desarrollan un sentimiento estético en ellos mismos. No pueden irse a dormir con las ropas de calle, ver agujeros en las paredes llenos de parásitos, respirar aire insalubre, caminar por el suelo sobre el que han escupido, cocinar sus comidas en hornillas grasientas. Ellos persiguen tanto como les es posible sujetar y ennoblecer el instinto sexual. Lo que ellos buscan en una mujer es algo más que una compañera de cama… Quieren, especialmente si son artistas, su frescura, su bondad, elegancia y la capacidad de ser madres…

Y etcétera. Así es cómo la gente cultivada se comporta. Para ser cultivado y no situarse más bajo del nivel de los que te rodean no es suficiente haber leído “The Pickwick Papers” y aprenderse un monólogo de “Fausto”.

Lo que se necesita es trabajo constante, día y noche, lectura continuada, estudio, voluntad… Debes dejar de lado tu vanidad, ya no eres un niño… pronto cumplirás treinta años. ¡Es el momento!

Yo lo espero de ti. Todos los esperamos de ti.

Antonsha

18.12.09

Escena matritense

Por cierto asunto madrileño, mi amigo el Marqués de Cubaslibres mencionó la otra noche el Toni2, el piano bar de la calle Almirante. Conté una curiosidad: la primera vez que asistí a una quedada, en febrero de 2002, acabamos allí. Una de las amigas, una señora aventurera y elegante (su elegancia, le decíamos, era muy Camel Trophy), nos llevó al Toni después de la cena, que fue en un restaurante de Recoletos. Era un sitio indescriptible. Nos adentramos hasta donde estaba el piano propiamente dicho y aquello era la polla en vinagre: gente archicasposa cantando zarzuelas. Salimos a la primera dependencia, la más próxima a la entrada, y nos acomodamos en los asientos de terciopelo rojo. No se estaba mal, aunque se oía el piano y los cantos horrísonos del interior. Allí, mientras tomaba mis whiskis con las chicas, me fijé en que en la barra estaba José Luis Coll bebiendo vino tinto, triste. En el sofá de al lado, una imagen enternecedora: una pareja de cincuentones (todos eran cincuentones) roncaban, él y ella, apoyados el uno en el otro. Aquel abandono físico me dio envidia. Componían una estampa fea, pero el abandono mutuo de los dos cuerpos me pareció prodigioso. Eran obviamente amantes, echando una canita furtiva. Más allá de las estólidas zarzuelas, allí había vicio, y amor. No he vuelto a entrar nunca. Aunque siempre que he pasado por la calle Almirante de madrugada, me ha gustado abrir la puerta un segundo y echar un vistazo.

14.12.09

Historia personal del 'boom'

Siempre he tenido ganas de leer Historia personal del ‘boom’, de José Donoso, pero nunca lo he encontrado. Lo comenté en el blog de mi amigo Josepepe y se ofreció a mandarme un ejemplar. Josepepe es chileno y su blog ejemplifica la maravillosa definición que en ese mismo libro da Donoso de Chile: “país ordenado e irónico”.

Qué buena tarde del sábado pasé leyéndolo. Hacía meses, además, que no leía varias horas seguidas. Ha sido un año de pasar demasiado tiempo en la pantalla, deambulando por internet. De esas jornadas sale uno estragado; internet produce un chisporroteo eléctrico que resulta estimulante, pero que se disipa rápido. En cambio, la lectura prolongada le da densidad a la cabeza. De ella se sale feliz, con algo benéfico enraizado; y con la sensación de no haber tirado los minutos. Con este libro, encima, tal disposición se acoplaba al tema, porque me traía a la memoria (cerebral y corporal) las largas sesiones dedicadas en su día a leer a los autores hispanoamericanos. Ellos fueron los maestros literarios en nuestro idioma para los españoles de mi generación: la nacida justo en la década del boom, la de 1960. Así, lo que sucede en sus páginas es algo que iba a determinar nuestras vidas: mientras jugábamos de niños, los autores latinoamericanos estaban escribiendo las obras que íbamos a devorar en la adolescencia y en la primera juventud.

Donoso lo cuenta estupendamente. Me ha interesado la época previa a la explosión, por las penurias, el aislamiento, el horizonte inconcebible del triunfo internacional; y por el mensaje involuntario que se desliza para la España actual de los particularismos (retrógrados, asfixiantes, artificiosos):
Mientras el mundo de los jóvenes se expandía mediante lecturas y compromisos que tendían sobre todo a borrar las fronteras, los criollistas, regionalistas y costumbristas, atareados como hormigas, intentaban al contrario reforzar esas fronteras entre región y región, entre país y país, de hacerlas inexpugnables, herméticas, para que así nuestra identidad, que evidentemente ellos veían como algo frágil o borroso, no se quebrara o se escurriera.
Pero triunfó el cosmopolitismo, y la literatura se enriqueció. Como cuenta Donoso, lo fundamental no era ser fiel a las regiones, sino, aun hablando de ellas, elaborar obras lo suficientemente potentes desde el punto de vista literario como para que pudieran leerse fuera: fuera de cada país hispanoamericano, y también en España y en el resto del mundo. Curiosamente, España desempeñó un papel importante en el conocimiento de los diferentes autores entre sí, por medio de la editorial Seix Barral, dirigida por Carlos Barral, que los publicó y los prestigió con el premio Biblioteca Breve. Como bien señala Donoso, el beneficio fue mutuo: también esos autores prestigiaron a la editorial, en especial Vargas Llosa, con el primer Biblioteca Breve, el de 1962, que fue para La ciudad y los perros. Hay un comentario llamativo sobre la supuesta estrategia de los miembros catalanes del jurado del Biblioteca Breve, que eran nada menos que Castellet, Clotas, Azúa y el propio Barral:
(...) intentaron disolver la novela castellana premiando una y otra vez a las novelas latinoamericanas escritas a veces en variantes bastante curiosas del castellano, para eliminar definitivamente la tiranía del castellano de Valladolid y las novelas escritas en ese odiado idioma.
Si eso es cierto, el gran damnificado en mi experiencia particular de lector fue el barcelonés Juan Goytisolo, de quien leí Señas de identidad entre un autor latinoamericano y otro autor latinoamericano, y cuya escritura apenas pude digerir, por pedregosa, al tener en el paladar la colorida y líquida de los otros.

El gran elemento aunador, según Donoso, fue el apoyo a la revolución cubana. Y las disensiones a raíz del caso Padilla, en 1971, marcaron el fin del boom como movimiento. También a mí como lector, qué le voy a hacer, me ha terminado afectando el tema. Con el tiempo, se me han atravesado los autores castristas del boom. A García Márquez, por ejemplo, no lo soporto ya; pese a que con él descubrí la literatura. Mis favoritos son Vargas Llosa y Cabrera Infante. A Carlos Fuentes no lo he leído. Con Cortázar tengo intermitencias. Lo sigo apreciando (por sus cuentos y por El perseguidor, nunca por Rayuela), pero no puedo con el personaje cuando leo cosas como esta que viene en "El 'boom' doméstico", el apéndice escrito por la mujer de Donoso, María Pilar Serrano:
Políticamente Cortázar es un apasionado que como los caballos con anteojeras no quiere ver más que el camino que tiene por delante. En Polonia una vez, su traductora, que volvía de Praga donde había presenciado la entrada de los tanques rusos, se lo comentó dolorida. Él se negó a escucharla porque, le dijo, necesitaba mantener su fe revolucionaria pura ‘para poder vivir’.
Hay otro castrista, en cambio, al que sí perdono: Bryce Echenique, porque escribió La vida exagerada de Martín Romaña. También (¡al final son varios!) a Ribeyro y a Monterroso. Y aparte está uno cuyo castrismo hay que comerse con patatas, porque es un genio: Juan Rulfo. En realidad, una vez que se ha atenuado el boom, me parece que son mayores, más sólidos, más profundos, con más esencia, algunos autores de antes. Los del boom brillaron y abrieron las puertas con su brillantez, y son por lo general buenos. Pero los de verdad grandes son Rulfo, Onetti y, por supuesto, Borges.

[Publicado en Frontera D]

11.12.09

La vida de André Breton

No había caído en la semejanza de los títulos: La vida de Montano, La vida de André Breton. Es el momento de recomendarla (¡pese al precio!). Yo estoy haciendo ahora trabajos de corrección para la editorial Turner, pero no la recomiendo por eso: la recomiendo porque me parece un gran libro. Por su lectura escribí aquí hace unas semanas tres textos bretonianos: "La región del tiempo", "El aire de lo eventual" y "El muro surrealista". La reseña que hizo Juan Malpartida en el ABCD este sábado, "André Breton, a medias", me pareció exacta; aunque le faltó hacer una valoración: justamente esa faceta oscura de Breton (depresiva, nihilista) es la que nos faltaba para completar su retrato. Hasta ahora habían sido demasiado luminosos. Incluso los que le criticaban como "papa negro", no hacían sino enaltecer su figura ad contrarium. En la biografía de Mark Polizzotti, en cambio, sí se habla del Breton vacío. Que convivía con el Breton repleto, rebosante —del que también se habla. El librito apologético de Breton que más me gusta es Breton según Breton, de Serane Alexandrian (Ed. Laia, 1974). Yo creo que teniendo esta exaltación presente (que es, por lo demás, la exaltación de cualquier bretoniano), la lectura de La vida de André Breton es una gozada. Está muy bien descrito el trazo de su biografía. Se ofrece por primera vez noticia de la infancia de Breton, de su relación con sus padres, de sus amores (¡se cuenta con detalle su historia con Nadja!), de sus trabajos (¡durante unos meses fue secretario de Proust!), de sus amigos (¡memorables páginas sobre Jacques Vaché!), de sus días con Trotski en México, naturalmente del dadaísmo y del surrealismo, y hasta de cosas extravagantes como sus retiros campestres y su paternidad. El biógrafo ha tenido acceso, por permiso de los herederos, a la correspondencia inédita de Breton, que según cláusula testamentaria sólo podrá publicarse a los cincuenta años de su muerte, que será justo en el famoso 2016 de nuestras capitalidades (del dolor, del hedor). Hasta ahora, además de la reseña mencionada, han dado buena noticia del libro en ABC y La Razón, con títulos espléndidos: "Un hombre cortado en dos" y "El macho alfa del surrealismo".

8.12.09

Mala suerte histórica

La mala suerte histórica del escritor malagueño con las generaciones. Así Prados y Altolaguirre con el 27. Y así Ferré, que al llegar a monarca, su pueblo se le dispersa.

* * *
He visto que se había quedado mi nombre en un comentario que hice en el blog de Vicente Luis Mora y que ya no está. No fue censura de él: lo borré yo mismo. Lo que no me sacó fue la gracieta sobre las generaciones, que escribí unos días después. Al verlo fue cuando eliminé también lo otro. Lo recupero aquí:

J. A. Montano dijo...
Hace justo ahora cuatro años, en diciembre de 2005, leí "Construcción" y me pareció una obra maestra. Empecé a frecuentar este blog a partir de entonces. Aquí me enteré del movimiento nocilla/mutante. Lo he venido siguiendo con una cierta distancia irónica, en la que no han faltado bromitas; pero también con atención y con agradecimiento, porque los estímulos (a favor y en contra) siempre son de agradecer. A mí lo del "grupo" nunca me convenció del todo, pero a la vez considero que fue útil como elemento de fuerza, como concentración de fuerza. Creo también que ha perjudicado un poco a vuestra literatura en la medida en que ésta se ha *abandonado* a ser programática (se ha abandonado a ese énfasis, quiero decir: era un abandono esforzado). Me parece que es un buen momento para soltar amarras y que cada cual se las apañe como pueda. Los mejores sobrevivirán, como siempre. Y los demás les resultarán muy útiles a los profesores para rellenar sus catálogos generacionales. Buena suerte. [miércoles, 2-XII-2009, 1:48:00 AM]

7.12.09

Acabemos con esta charlotada

Cuando a una Constitución se le ha perdido el respeto, ya no hay nada que hacer. Los dos jóvenes del vídeo, el larguirucho supuestamente de derechas y el de las gafitas supuestamente de izquierdas, la usan como papel higiénico. Naturalmente, sólo imitan lo que vienen viendo hacer a sus mayores. Esa vicepresidenta del Gobierno regañando en público a la presidenta del Tribunal Constitucional. Ese Tribunal Constitucional que no se respeta a sí mismo. Esos políticos pinchando y cortando y presionando sin pausa. Esos Estatutos barrocos, horteras y, sí, digan lo que digan los amanuenses, dudosamente constitucionales. El viernes se murió Jordi Solé Tura. Es el segundo “padre de la Constitución” que nos deja. Al ver juntos, el sábado, los nombres de los demás, me dio la impresión de que estaban en una de esas películas de miedo, en que la van palmando uno tras otro. ¿Quién será el siguiente? Pero ahora se añade un elemento de intriga: a alguno a lo mejor le toca ver cómo la palma antes la propia Constitución. Yo he sido siempre, desde mis catorce años, constitucionalista. Es normal: la primera vez que me fijé en la política fue a raíz del golpe del 23-F. Los primeros periódicos que compré fueron los de los días que siguieron. La proclama, la consigna, era la defensa de la Constitución. Me volví sensible a aquella retórica, a aquella épica. Me volví un puntilloso del, así llamado, formalismo democrático. Mis primeras broncas políticas fueron contra los niñatos tejeristas del instituto. Luego también me tocó abroncarme con algún trotskista. Yo me consideraba de izquierdas, pero mi convicción más arraigada, que mantengo, es que lo fundamental son las formas: el sistema democrático. Si impera verdaderamente el estado de derecho, da un poco igual el partido que gobierne. Podrán ser mejores o peores entre ellos, pero ninguno, por bueno que sea, puede dar más libertad (¡ni decencia!) que el que ofrece el marco democrático en sí mismo. No es la mayoría lo esencial de la democracia: eso es lo segundo más importante. Lo primero es la preservación de los derechos y de la legalidad. En una palabra: la limitación del poder; incluso del poder de las mayorías. Éstas, si quieren hacer algo, ha de ser sin violar los derechos; y ateniéndose estrictamente a la ley. Por eso me dan ganas de vomitar cuando ahora no hago más que oír hablar de mayorías (¡y de mayorías sentimentales, encima!) que “no pueden” ser “ignoradas” por el Tribunal Constitucional. De pronto, muchos de nuestros políticos y muchísimos de nuestros periodistas (¡y hasta algún que otro constitucionalista!) parecen no haber leído jamás a Montesquieu. Qué bien les vendría seguir un curso intensivo (¡forzoso!) de Educación para la Ciudadanía. Esas mayorías, si de verdad son tales, lo único que pueden hacer, constitucionalmente, es cambiar la Constitución. O incluso derogarla entera. Es algo legítimo: pero ha emprenderse por los cauces constitucionales. Por los cauces constitucionales, y de manera explícita. Si se cambia la Constitución, que se sepa que se ha cambiado. Lo que no se puede es mantenerla de nombre, pero desvirtuándola en la práctica. Eso sería lo peor; y eso (lo peor) es justo lo que nos está empezando a pasar y hacia donde, me temo, nos dirigimos desaforadamente. Si se tiene que cambiar, que se cambie. Y si no se cambia, que se cumpla. Pero ya está bien, por favor. Acabemos con esta charlotada. [Publicado en Frontera D]

6.12.09

Nombres de bebé: Montano



Esta sí que es buena. En una página de nombres de bebé me encuentro esto (¡ojito a la interpretación metafórica!):
Montano era en la antigüedad un apellido romano que significaba "montañés, montano". Procede del latín mons, "monte". En una interpretación metafórica es el hombre que sobresale sobre el resto, aquel que se sitúa en lo alto, el que destaca física y moralmente.
Hace unos meses encontré otra cosa que se me pasó traer. En la edición francesa de los Cahiers de Cioran, busqué si había alguna anotación en el día de mi nacimiento. La había. En las de 1966:
19 mai Ascension. Que le cafard ait un substrat organique, il faudrait être fou pour le nier; ou, il faudrait ne jamais avoir éprouvé vraiment le cafard. Le plus souvent le cafard est une fatigue qui s'ignore. Le plus souvent le cafard est le beau nom d'une fatigue qui s'ignore.
Habla de depresión, pero lo interesante es lo de Ascensión. Mi madre me había dicho que yo nací el día de la Ascensión; pero nunca lo había visto escrito en ninguna parte, ni lo había buscado. Esa de Cioran ha sido, pues, la primera prueba externa.

5.12.09

Bye bye, Peloponeso

Al final no voy a leer la Historia de la Guerra del Peloponeso —al menos, no por ahora— y puede que tampoco viaje a Hamburgo. Ni es necesario ya que lo haga. A veces a uno le basta pensar que va a viajar a Hamburgo o que va a leer o ha empezado a leer la Historia de la Guerra del Peloponeso. Con pensarlo y tenerlo en la cabeza un tiempo basta para que se abra el horizonte. Y, una vez que se ha abierto el horizonte, ya no hay que leer la Historia de la Guerra del Peloponeso, ni hay que viajar a Hamburgo.

3.12.09

Sapiencia acumulada

Sigo con las conferencias de la Fundación Juan March: el festín es inagotable. Me zampé las del ciclo sobre autobiografía; volví a escuchar, ahora que estoy con Tucídides, la de Tucídides; y ahora he empezado las de españoles eminentes. El otro día, una amiga me dijo: "Tendrás ya mucha sapiencia acumulada". En absoluto. Lo que me entra por un oído me sale por otro. Mejor dicho, me sale por el mismo: en cuanto quito el tapón de los auriculares.

Por cierto, que mi amigo Douglas me ha pasado este enlace excelso de cursos y conferencias en inglés. [Otra de audios y vídeos que me soplan: TED.]

2.12.09

José Emilio Pacheco y los periódicos

Entre las excelencias del primer Factual, abundantísimas, me desagradó la pregunta sobre el nuevo ganador del Premio Cervantes: "¿Quién era José Emilio Pacheco en España antes de 2009?". Era, le respondo a la autora, un poeta muy leído. Muy leído, naturalmente, por los pocos que leen poesía. Ahora le llegan los premios. El artículo se ríe de ellos y yo celebro esa risa: los premios son risibles —la política, las componendas que los acompañan. Pero José Emilio Pacheco no los necesitó para que lo leyéramos. Yo empecé a hacerlo pronto: en la segunda mitad de los ochenta. Teníamos la biografía-antología de la editorial Júcar, preparada por Luis Antonio de Villena, y la antología para Alianza Editorial que hizo José María Guelbenzu: Alta traición. En Cátedra se editó entero su mejor libro hasta la fecha: Los trabajos del mar. Y en Montesinos salió su novelita Las batallas en el desierto (que tenía algo de Los cachorros de Vargas Llosa; y también de La tía Julia y el escribidor). Luego se publicaron más antologías y libros en España, pero yo ya paré porque me había comprado su poesía completa, Tarde o temprano (FCE), en la librería México de Madrid. En todos estos años, siempre que he hablado de poesía con un lector de poesía español, conocía o había leído a José Emilio Pacheco; y con frecuencia era admirador de su obra. Me gustaba que fuese mexicano, y es el poeta mexicano que prefiero junto con Octavio Paz y Ramón López Velarde. Lo leí mucho durante bastantes años. Como decía Villena en su prólogo, para el lector español José Emilio Pacheco venía a ser una mezcla de poeta de los cincuenta y de novísimo. La combinación, en él, funcionaba.

Pero ahora resalto un aspecto que me ha hecho gracia, por la coincidencia. Ya he empezado a escribir en Frontera D y espero empezar a hacerlo pronto en Factual: serían mis dos primeras colaboraciones periodísticas. Yo he sido siempre lector de periódicos, pero también he sido detestador y desdeñador de periódicos. Cuando me matriculé en Periodismo, como ya he contado alguna vez, anoté en mi carnet de estudiante esta frase de Valle-Inclán: "La Prensa avillana el estilo y empequeñece todo ideal estético". Pues resulta que mi relación estética con la prensa, que hoy es mejor que la que mantengo con Valle-Inclán, comenzó a cambiar precisamente por este poema de José Emilio Pacheco, uno de sus clásicos:

Conversación romana

En Roma aquel poeta me decía:
—No sabes cuánto me entristece verte
escribir prosa efímera en periódicos.

Hay matorrales en el Foro. El viento
unge de polvo el polen.

Ante el gran sol de mármol Roma pasa
del ocre al amarillo,
el sepia, el bronce.

Algo se está quebrando en todas partes.
Se agrieta nuestra edad.

Es el verano
y no se puede caminar por Roma.
Tanta grandeza avasallada. Cargan
los coches contra el hombre y las ciudades.
Centurias y falanges y legiones,
proyectiles o féretros,
chatarra,
ruinas que serán ruinas.

Hay hierbas,
adventicias semillas en el mármol.
Y basura en las calles sin memoria:
plásticos y botellas y hojalata.
Círculo del consumo: la abundancia
se mide en la basura.

Hace calor. Seguimos caminando.
No quiero responder
ni preguntarme
si algo escrito hoy
dejará huellas
más profundas que el polen en las ruinas.

Acaso nuestros versos duren tanto
como el modelo Ford 69
(y muchísimo menos que el Volkswagen).

1.12.09

Nace 'Factual'

Bueno, y con el nacimiento ayer de Factual termina esta ronda de nacimientos. ¡Larga vida a la criatura!



Me permito copiar el primer editorial, "El contrato":
El objeto de Factual serán los hechos actuales.

Factual explicará lo que sabe, y cómo lo sabe; y también lo que no sabe. El qué, el quién, el cuándo, el cómo y el dónde de una noticia serán todo su porqué.

Factual demostrará que es posible contar la verdad de los hechos con independencia de las convicciones personales del que la cuente. Y sólo incluirá las diferentes versiones de un hecho en el caso de que no se haya podido establecer la verdadera.

Factual declara que, sobre todo, mostrará.

Factual describirá el mal en todos sus aspectos relevantes; es decir se ocupará de los hechos del psicópata y muy tangencialmente de su discurso.

Factual no mentirá, ni siquiera entre comillas.

Factual distinguirá entre los hechos y las opiniones; pero entendiendo que la defensa de la libertad es un hecho. Debatirá con tanta ferocidad sobre las ideas que extenuado por el combate dejará siempre indemne a sus portadores.

Factual aplicará el método científico al relato del crimen, de la política, de la economía, del espectáculo y hasta de la literatura. Y lo que es más grave: al propio relato de la ciencia.

Los periodistas de Factual narrarán los hechos que merecen narrarse en una lengua clara, exacta y sobria. Describirán el mundo con las palabras que los políticos, los economistas, los poetas, los deportistas o los enfermos utilizan para hablar de lo que no es su oficio o su circunstancia. Y respetarán la gramática española en la medida en que no se oponga a la vida.

Factual sabe que la comprensión de las noticias pasa por conocer su trazabilidad.

Factual será razonablemente dependiente de la verdad. Y transparente con sus intereses empresariales para que el lector pueda juzgar si influyen o no en su tratamiento de la realidad.

Los periodistas de Factual escudriñarán por el ojo de la cerradura cuando sea necesario; pero no fabricarán ningún suceso en la habitación a fin de poder luego narrarlo.

Factual no ignora que los medios de comunicación forman parte de la realidad y por lo tanto se aplicará a la crítica detallada de sus mensajes y estrategias.

Factual considera que internet, la mejor oportunidad de diseminación del conocimiento desde la invención de imprenta, es un canal de comunicación y no una logia. La información fluye por él, como la electricidad, a lo largo del día; pero cada noche el periódico de Factual activará el interruptor para iluminarla.

Factual incorporará a la trama digital la experiencia de dos siglos de periodismo moderno, en especial por lo que se refiere a la selección y al distinto valor de cada noticia.

Factual aspira a ser un objeto: bello, singular y cálido.

Nos esforzaremos en organizar una comunidad orgullosa de haber fundado un periódico y dispuesta a mejorarlo día a día. Seremos polémicos: favorables a la ciencia, hostiles a las manifestaciones intelectuales y políticas del romanticismo y marcadamente antitotalitarios. Y recordaremos, aun en medio de la más apasionada vorágine, que el mundo llegó a este punto sin nosotros y que probablemente seguirá su curso indiferente después de nosotros.

30.11.09

Conciencia de lunes

Hoy ha empezado Conciencia de lunes, mi colaboración semanal en Frontera D. El primer articulito me ha salido flojo; habrá que esperar al próximo lunes.

* * *
La batalla de la realidad

La gran frase de la semana la dijo mi amigo Curro. Lo vi el jueves, día del editorial conjunto de la prensa catalana del movimiento, y me soltó: “¡La realidad es una batalla perdida!”. Se acababa de comprar un libro de Étienne Gilson, El espíritu de la Edad Media, con la intención de refugiarse en él y pasar del resto. Me pareció un plan encomiable; pero esta derrota de la realidad en todos los frentes es un espectáculo mucho más divertido. Lo pienso seguir desde aquí en primera fila. El ser humano es un bicho prodigioso: con lo sencillitas que son las cosas, y en los líos que se mete. Definitivamente, le va la marcha. (Con respecto a los famosos doce periódicos, lo risible no fue la conjunción, claro, sino la obediencia; esa sonrisita agradecida de Montilla.)

Quiero mezclar en esta página el jolgorio y la adustez. A eso responde el título. Lo he tomado de una autodefinición de Wallace Stevens que hizo suya Jaime Gil de Biedma: “Soy un poeta de domingo con conciencia de lunes”. Yo seré un articulista (un bloguero) de domingo con conciencia de lunes. El efecto inmediato de mi nueva obligación será arruinarme el fin de semana; pero lo doy por bueno. Si, como dijo el propio Gil de Biedma, “tienen razón los días laborables”, esa razón se extenderá a mis domingos.

Lo que observo es que predomina la tendencia opuesta: el espíritu festivo que se desborda por el lunes y llega al viernes, convirtiendo la semana entera en una ondulación insensata. La población trabaja (salvo la que está en el paro), pero detecto unas generalizadas vacaciones mentales.

Detecto también un exceso de buena conciencia. Todo el mundo parece satisfechísimo de lo que es y de lo que hace. Se ha perdido la figura del hombre apesadumbrado. Sobre todo, se ha perdido la figura del hombre apesadumbrado de izquierdas. Aquel tic moral tan saludable, la mala conciencia, ha desaparecido por completo. El resultado es que el personal se exhibe sin ningún pudor.

Debe de estar bien El espíritu de la Edad Media. Aunque yo tampoco me quedo manco en lecturas. He empezado la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, que no es una evasión de la realidad sino todo lo contrario. Menudas perlas: “Muchos fueron los horrores que sufrieron las ciudades en las revoluciones, horrores que suceden y sucederán siempre, mientras sea la misma la naturaleza humana”. Sí, me temo que por el momento la naturaleza humana seguirá siendo la misma. El espectáculo está garantizado.

29.11.09

El periodismo no se vende

Además de con Tucídides, estoy ahora con Hölderlin. Y Hölderlin, en su poema "Patmos", dice los famosos versos: Wo aber Gefahr ist, wächst / Das Rettende auch. "Donde crece el peligro, crece también lo que nos salva." Quizá no sea azaroso que en el momento más adocenado de la prensa española de papel, surjan dos prometedoras publicaciones digitales: Frontera D, que arrancó anteayer viernes, y Factual, que lo hará mañana lunes. Me da muchísima alegría colaborar en las dos.

En esta última quincena, Factual, que dirige Arcadi Espada, ha lanzado a la red cuatro atractivos anuncios con el lema "El periodismo se compra". En el cuarto convoca a los lectores a asistir al nacimiento en directo: será a las 20:00, pero desde dos horas antes habrá un chat/vídeo con la redacción.

Un buen amigo de Arcadi Espada, nuestro añorado Félix Bayón, lo hubiera celebrado. El jueves, con el espectáculo de la prensa (catalana) del movimiento, me acordé de él. No propiamente con el editorial conjunto, sino por la noche: cuando vi en el telediario al president Montilla dando las gracias y, por primera vez que yo recuerde, emitiendo una sonrisa. El 19 de diciembre de 2005 apareció en los diarios del Grupo Joly un artículo de Bayón que trata justo de ese otro periodismo: el que se vende; o, al menos, el que se deja acariciar. Lo copio para saludar la ocasión:
El aguinaldo

Desde hace tiempo, el presidente de la Junta de Andalucía viene escogiendo estas fechas, tan entrañables, para entregar los Premios Andalucía de Periodismo. Diciembre, inevitablemente, transforma cualquier agasajo en aguinaldo. Además, la proliferación de comidas navideñas de empresa le da a cualquier distinción un considerable tufazo a premio al empleado del año. Aun así, en unas semanas en las que todo se tiñe de bondad obligatoria es razonable que la Junta premie, casi en exclusiva, a medios y periodistas afines. Son días de paz. También es cierto que no creo que haya muchos periodistas críticos —valga la redundancia, porque sin crítica no existe periodismo— que consideren adecuado aceptar premios del poder. En este caso, 12.000 euros, un aguinaldo de lujo.

El presidente de la Junta, Manuel Chaves, suele transformar el acto de entrega de estos premios en lecciones morales. A veces, incluso, olvida que, además de presidente del PSOE y de la Junta, él es, a través de los medios públicos, el principal empresario del sector de la comunicación en Andalucía. Así, hace dos años, pidió que los medios cuidaran la imagen de nuestra región, sin caer en la cuenta de que la que da Canal Sur no es especialmente positiva.

El viernes, en la entrega de los últimos premios, pidió algo insólito: que los medios hagan labor de arbitraje, mediando entre las partes en conflicto y vigilando el cumplimiento de las reglas del juego. Pide demasiado el presidente Chaves. Los periodistas ya tenemos bastante con informar, analizar, criticar y, eventualmente, entretener. Ahora, con los sueldos tan encogidos, es demasiado pedir que nos convirtamos además en cascos azules. Eso no está ni en los contratos ni en la tradición del oficio.

Chaves recordaba una encuesta en la que el 21 por ciento de los españoles pensaba que los medios de comunicación tienen culpa de la crispación política. Es cierto que una de las características curiosas de buena parte de la prensa española es el abandono del modelo de periodismo de empresa, instituido a comienzos del siglo XX, para retroceder hacia el modelo decimonónico de periodismo de partido.

Es por eso por lo que buena parte de la prensa se ve contagiada por la crispación política, expresión un tanto alarmista que viene a describir el juego duro que se produce cuando la oposición se ve con posibilidades de alcanzar el poder. No es un fenómeno novedoso, aunque a los españoles nos lo pueda parecer porque no se produjo durante casi una década, entre 1982 y 1991, cuando no existía oposición verosímil a las mayorías absolutas del PSOE. Desde entonces, crispa el que se ve con posibilidades de llegar al poder. Nada que Chaves deba criticar, porque el partido que preside también crispa cuando le toca. Como es natural.

Eso sí, Chaves dijo que el periodismo andaluz goza de “buena salud”. Enhorabuena a los premiados.

28.11.09

Cuelga al dj

Mi amigo Hervás también tiene blog en Frontera D. Se titula Cuelga al dj y escribirá sus entradas los sábados. Ha empezado hoy. Su idea es poner cada día una canción y escribir sobre ella y/o a partir de ella. La primera ha sido una de Radio Futura: "La vida en la frontera". Hervás recomienda que se oiga la canción mientras se lee su entrada, en la que enlaza el audio. Yo la tengo puesta ahora mientras escribo. De pronto, la evocación: aquel disco, De un país en llamas, era uno de los que sonaban cuando llegamos a Madrid. Lo hicimos al mismo tiempo, él desde Córdoba, yo desde Málaga, y nos conocimos en el colegio mayor: aquel Johnny del jazz. Hervás comparte conmigo el fetichismo de las fechas, y nos lo pasamos pipa (o de miedo) hablando de plazos y propósitos. Hoy su canción nos recuerda algo que hemos venido aprendiendo: "La vida en la frontera no espera. / Es todo lo que debes saber".

27.11.09

Nace 'Frontera D'

Hoy nace Frontera D, revista digital creada por el periodista Alfonso Armada. Tiene el propósito de ser "una web en español para estimular la inteligencia". Copio el inicio de la presentación:
No somos una página de noticias más, Frontera D es un sitio web que no está obsesionado por la actualidad instantánea sino por hacer periodismo de verdad, riguroso y apasionado, con una escritura y unas imágenes que alimenten la curiosidad de los lectores. Incorporamos en nuestra revista el reportaje radiofónico, formato casi inexistente en las cadenas de radio españolas. Nuestro objetivo son los hechos analizados desde todas las perspectivas, no las opiniones.

Un grupo de periodistas insatisfechos con la oferta informativa actual nos hemos lanzado a una aventura. Hemos creado Frontera D, una revista semanal que combina la tradición de las grandes revistas en papel y los elementos más innovadores de internet.
Los contenidos informativos se renovarán los jueves; pero cada día habrá una entrada nueva de cinco de los blogueros que formamos la sección "Mientras tanto". En el mío, Conciencia de lunes, escribiré los lunes. Como yo soy sólo un colaborador que no ha participado en la creación de Frontera D, puedo felicitar a Alfonso Armada y a su equipo por este hermoso proyecto. ¡Suerte en la singladura!

25.11.09

El libro sobre Poe



Acaba de publicarse el libro colectivo sobre Edgar Allan Poe en el que participo con mi artículo "La muerte en Poe". Se titula Misterio e imaginación: Edgar Allan Poe, de la literatura al cine, lo edita el Cedma junto con la Universidad de Málaga y el Festival de Cine Fantástico, y lo han coordinado Juan Antonio Perles Rochel y Sara Robles Ávila. Los autores, además de los coordinadores y de mí mismo, son: Antonio Nadales, Lorenzo Silva, Juan Antonio Vigar, Jean-Pierre Castellani, Antonio Ballesteros, Alicia Hernández, Eduardo Jordá, Raquel Ruiz, Miguel Ángel Oeste y Álvaro García. Ayer lo presentamos en el Rectorado y después tuvimos una agradable cena. Eso de hablar en público lo voy sobrellevando: es cuestión de rodaje. Pero lo cierto es que, baudelerianamente, dije una cosa que me había propuesto no decir, y no dije algunas otras que me había propuesto decir. Además, me alargué un poco. Queda el libro, de hermosa factura. Las ilustraciones de cubierta y contracubierta se han hecho a partir del daguerrotipo "Última Thule", con duplicación simétrica de cada lado del rostro: salen dos Poes. Les confesaré que una de las gracias de mi ensayito –que, por lo demás, me resultó un tanto penoso de escribir– fue el empleo de las notas al pie, bibliográficas, un recurso que no es de mi predilección pero en el que me apliqué en esta ocasión para no desentonar en el carnaval universitario.

24.11.09

Las ciudades con mar



Ventaja de las ciudades con mar: tienen dos cielos.

(Pero el mar es también un olor: un cielo que huele.)

23.11.09

En serio

Ya que estamos con las melancolías, les contaré otra historia. Sucedió hace algún tiempo, durante unos meses oscuros. Una tarde quedé con un amigo en su club de ajedrez para ir a dar una vuelta. Cuando llegué, estaba a punto de empezar un torneíllo de partidas rápidas y mi amigo quería disputarlo. No tardaría mucho: una hora a lo sumo. Para entretener la espera, me apunté también. Yo de ajedrez no sé nada: mover las piezas y poco más. Por entonces solía jugar partidas de dos minutos por internet, pero compulsivamente, sin conocimiento. Con un ajedrecista de verdad, no tenía nada que hacer. En el sorteo de la primera eliminatoria, me tocó justo con el dueño del club. Era un tipo del norte, de unos cuarenta y cuatro años, delgado, altito. Yo lo había estado observando otras veces y me caía mal. Lo encontraba seco y sin humor, y siempre estaba imponiendo normas. No creo que existiese en Málaga un local más reglamentado que el suyo. Además, me parecía absurdo que hubiera venido a montar un club de ajedrez aquí, para todos esos frikis del ajedrecismo malagueño. Empezó la partida. Con mis primeros movimientos, él ya se debió de dar cuenta de que yo no tenía ni idea y de que su triunfo era seguro. Por eso me molestó que me descalificara por una minucia. Yo había hecho un movimiento en falso, devolví la pieza a su casilla (todo muy rápido: un arrepentimiento súbito), y él paró ahí el reloj. Me levanté maldiciendo entre dientes. Me pareció patético por su parte. Él sabía que me iba a ganar de todas formas. Y también que yo me estaba iniciando. Su puntillosidad se había impuesto incluso sobre sus intereses de comerciante: ¿y si con su pejiguera había perdido a un cliente nuevo? Me pareció tan idiota, que me pasé días despotricando contra él, cada vez que aparecía en la conversación. Transcurrió medio año y una noche, mientras caminábamos por el paseo marítimo, mi amigo me dijo que aquel tipo se había muerto. Por lo visto estaba ya enfermo cuando llegó a Málaga. De pronto tuvo una complicación, y se murió. Yo me puse a despotricar de nuevo contra él, más por retomar el teatro que por otra cosa. Pero mientras despotricaba, se fue configurando en mi mente la conciencia de algo que me dejó aturdido. Me tuve que sentar en un banco, con una ahogante sensación de bochorno, de vergüenza. Cuando pude hablar, le dije a mi amigo: "Puede que ese tipo haya sido la única persona que me ha tomado en serio en todos estos meses".

22.11.09

Me salvará el Peloponeso

Me he dejado de tonterías y he empezado a leer la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides: ¡me salvará el Peloponeso! También me he puesto a seguir un cursillo de alemán que tenía en cintas. No aprenderé (¡ni estudiaré!) alemán, pero quiero saber algunas frases en alemán y tener algunas nociones de alemán. Una amiga me ha invitado a pasar unos meses en Hamburgo y a lo mejor me voy a Hamburgo en enero. Hamburgo: ciudad schopenhaueriana y ciudad bernhardiana. En Mis premios Bernhard dice que Hamburgo es su ciudad alemana favorita: "todavía hoy no conozco en Alemania ninguna otra por la que deambule con tanta despreocupación y feliz naturalidad". Mi amiga vive ahora allí y me acoge en su apartamento, con todos los gastos pagados. Así pues: el Peloponeso y Hamburgo. El Peloponeso y Hamburgo. ¡Hamburgo y el Peloponeso!

21.11.09

La última vez

La última vez que pensé que sí, que la cosa podía marchar. Fue en Asilah, el año pasado, cuando volví a finales de agosto. Me encontré sin luz en la casa y apuré el día en la calle. Paseé, leí, fumé en el malecón. Asistí al crepúsculo en Krikiya. Cené en el café de la Medina, en la plaza, demorándome con el té y el purito. Regresé al apartamento, escribí un rato en el moleskine a la luz de una vela y me acosté. Alumbrándome con una linterna, empecé a leer el segundo tomo de En busca del tiempo perdido. Llevaba unas cuantas páginas, cuando de pronto fui consciente de mi felicidad. No sé qué me pasó. Quizá me vi épico. (Épico, naturalmente, en la extremación del lirismo.) El caso es que, por primera vez en muchísimo tiempo, sentí que iba por el camino adecuado. Pero entonces golpearon la puerta. Serían las once y pico de la noche. Era Fátima, la chica marroquí encargada de los asuntos domésticos. Cuando llegué al mediodía y vi que no había electricidad, la telefoneé. Me dijo que estaba en Tánger pasando unos días de vacaciones. Le dije que no se preocupara, que se quedara allí el tiempo que tuviera previsto y que viniese a la casa a su regreso. Pero aquella misma noche ya estaba allí. Abajo, en el portal, tenía a un electricista. Fátima me dijo que un vecino había desviado la conexión, en mis semanas de ausencia, y que lo iban a reparar. Bajó y yo ni siquiera tuve que acompañarla. A los pocos minutos gritó desde abajo: "¿Ya?". Le di al interruptor y la luz se encendió. "Ya", grité por el hueco de las escaleras. Grité también gracias. Cerré la puerta. Y hasta hoy.

16.11.09

Almacén platónico



Mi fan Lindo publicó ayer uno de los artículos más hermosos que he leído jamás: "Mujeres desnudas". Como la noche antes vi En la ciudad de Sylvia, en mi percepción el artículo ha prolongado la película, y de algún modo la ha completado: a las chicas vestidas de las calles de Estrasburgo, de una belleza etérea, idealizada, han seguido las mujeres desnudas del vestuario de Nueva York, en su rotunda carnalidad. Juntas conforman una suerte de almacén platónico, donde se guarda y se genera el eterno femenino. En la película de Guerín, por cierto, el motor parece duchampiano: el de las ubicuas bicicletas, con su sonido de timbres y ruedas de bicicletas. Son también las ruecas de las Hilanderas; los hilos de las Madres.


15.11.09

El amor es el lugar del excremento



Ahora suelo llevarme el Cancionero de Petrarca al retrete, para ir leyéndolo en el transcurso de mis deposiciones. Funciona. Caen dos poemas por sesión, si son sonetos. Mi favorito sigue siendo el XII:
Si del tormento áspero mi vida
puede guardarse, y de los desengaños,
tanto que vea en los postreros años
la luz de vuestros ojos extinguida,

la áurea melena en plata convertida,
dejar guirnaldas y vistosos paños,
y ajarse el bello rostro que, en mis daños,
me hace lento el lamento y me intimida:

al fin me dará Amor tanta osadía
que podré de mis penas descubriros
cuáles fueron el año y hora y día;

y aunque la edad me impida conseguiros,
que llegue al menos a la angustia mía
un socorro de ya tardos suspiros.
* * *
He visto además, al fin, dos años después, En la ciudad de Sylvia: película luminosa (¡de luz excremental!). Entiendo que a nuestros críticos no les gustara: es de esas obras que seleccionan a sus degustadores. Y para degustar En la ciudad de Sylvia hay que haber leído filosofía y poesía (¡hay que haber leído a Platón, hay que haber leído a Petrarca!). No es una película para los que están todo el día en el cine y lo único que saben hacer ya es ver imágenes masticadas por el cine. Es una película para los que están todo el día en la calle, observando con frescura y con profundidad (¡con profundidad la superficie, naturalmente!). El que está todo el día en la calle no se aburre con esta película, porque ofrece el espectáculo de la calle más algunos extras: los de Petrarca y Platón; y también el de Botticelli; y el de un Baudelaire solar. Uno se imagina a esos críticos deglutidores (¡y defecadores!) de películas y comprende perfectamente que esta maravilla de José Luis Guerín, que exige no sólo paciencia, sino refinamiento espiritual y estar, en cierto modo, fuera de este mundo, les resbale y aburra. Es perfectamente comprensible, hasta el punto de que si una película tan gloriosa como En la ciudad de Sylvia les hubiera gustado a esos, sería para preocuparse seriamente; sería el signo del más estrepitoso de los fracasos.

14.11.09

Señales

Creo que el mundo habla, pero no nos habla. El mundo, de hecho, lo dice todo; pero no a nosotros. Es una fuerza, un idioma, impersonal. Las señales que aparecen son ininteligibles. Lo que sí podemos es tomarlas poéticamente, jugar con ellas. A mí me gusta jugar con ellas.

Ayer recibí tres. Cuando bajaba las escaleras del portal después de comer, para dar un paseo, encontré una carta del Joker; estaba en la caja del extintor, en la ranura del cristal. Después, en la calle, fui a tirar un kleenex a una papelera y vi que dentro, encima de la basura, había el cadáver de una paloma. Cuando regresaba a casa, ya al anochecer, recogí de la acera la pieza de un juego de construcción, tipo tente o lego, pero sin marca; era gris. Se puede elaborar una historia con estas señales. Yo la he elaborado ya.

13.11.09

Ping-pong

El magnífico artículo que publica hoy Jabois (¡nuestro Camba!) desde Pontevedra, me ha hecho pensar en la relación que mantengo con Madrid, que es de ping-pong: fui, volví, fui, volví, fui, volví y en este último volver estoy (aunque con un paréntesis de dos meses, hace dos años). Madrid es la ciudad que prefiero para vivir y, si pudiera, mañana mismo me iría (¡qué digo mañana: esta tarde!). Uno de los efectos más curiosos de cuando vivo en Madrid es que dejo de odiar a Málaga. Cuando vivo en Madrid, vengo a Málaga encantado; e incluso puedo pasarme meses en Málaga. Pero cuando vivo en Málaga, odio a Málaga. En Málaga, de hecho, he conocido el odio. Como en Madrid conocí el amor.

12.11.09

Nichos

No hay nada más pesado que un escritor dócil en su nicho: Juan Manuel de Prada, por ejemplo, en su nicho reaccionario-católico; o Isaac Rosa en su nicho revolucionario-comunista. ¡Qué calentito se debe de estar ahí! Da igual qué nicho sea: lo importante es que sea un nicho. Una vez acomodado dentro, se operan milagros: los milagros de la temperatura y la simplificación. Así, el católico De Prada adquiere ademanes firmes de subsecretario del PCUS; y el comunista Rosa, feliz sonrisilla de obispo. En cambio, yo voy vagando por ahí, cual zombie ideológico, sin meterme en ninguna tumba: todas me repelen.

(Soy antinacionalista, antifascista, antirreligioso, antitotalitario y, por supuestísimo, anticomunista: me defino por estar fuera, pisando el cementerio y a veces meando y cagando en las lápidas. Tengo frío, pero me siento limpio, me siento bien.)

10.11.09

Balance

Una diferencia entre comunismo y fascismo es que en el comunismo ha habido buenas personas. Eso desde el punto de vista de la moral; desde el punto de vista de los hechos: el comunismo ha matado más que el fascismo.

Conclusión: la bondad ha matado más que la maldad.

9.11.09

Mejor el fuego

[Cuelgo aquí el artículo que, como anuncié, he publicado en la revista Boronía, dirigida por mi amigo Hervás. Ya he tenido ocasión de verla en papel: espléndida. Me ha emocionado ver mi texto impreso; aunque he tenido la sensación de que funcionaba peor que en pantalla. Por otra parte, caigo ahora en que, en esa condición, podría verse físicamente presa del fuego mencionado. Lo escribí a principios de septiembre.]

* * *
No sé cuánto llevan con la matraca del 2016 en Málaga, mi ciudad; pero cuando Hervás me invitó a participar en Boronía, pensé que una venganza perfecta sería defender la capitalidad cultural de Córdoba. Al fin y al cabo, la matraca cordobesa no me toca a mí. Y si le dan la capitalidad a Córdoba, es algo de lo que nos habremos librado los malagueños. Málaga, por lo demás, no debería permitirse lujos culturales: todo excedente presupuestario tendría que destinarlo en exclusiva a la contratación de barrenderos y basureros; más barrenderos y basureros. No hay ciudad más sucia que Málaga. Si merece un título, es el de capital europea de la basura (y, ya puestos, también de los escombros).

En ésas estaba, recreándome en el juego de la traición, cuando una amiga segoviana me dijo que Segovia optaba a su vez a la capitalidad cultural del 2016. Divertido, se lo conté a una amiga asturiana, quien me indicó que Asturias se presentaba igualmente, con una candidatura conjunta de Gijón, Oviedo y Avilés. No me lo podía creer. Fui al Google para confirmarlo, ¡y salieron diez más: Alcalá de Henares, Burgos, Cáceres, Cuenca, Palma de Mallorca, Pamplona, San Sebastián, Santander, Tarragona y Zaragoza! Esto era el camarote de los hermanos Marx de las capitalidades culturales...

El asunto, pese a lo risible, dejaba de ser una broma: se ponía en verdad interesante. Para empezar, lo obvio: el espectáculo grotesco de que casi todas las ciudades del país más cazurro de Europa (el de los bajísimos índices de lectura y el desastre educativo) se postulen como capitales europeas de la cultura... Con esto está dicho todo, pero se puede decir más. De puertas para adentro, nos encontramos ante un síntoma gordo de uno de nuestros males crecientes: el localismo. Había catorce candidaturas, pero yo sólo conocía dos: las que me pillaban más cerca; y si conocí otras dos, fue por boca de amigas de esas ciudades. Lo de la “capitalidad europea de la cultura”, por lo tanto, con lo cosmopolita que suena, es principalmente un ropaje para el consumo interno, para la autopropaganda local. Cada ciudad se repite a sí misma que merece ser la capital cultural de Europa, siquiera por la temporada asignada. Se echa mano de lo que se tiene —Picassos, Mezquitas, Acueductos— para ensalzarlo hasta la extenuación, en una suerte de apoteosis del narcisismo provinciano.

Está además el impagable espectáculo de las firmas. Las webs habilitadas, los pliegos. Es una invitación, naturalmente: sólo que, por unánime y ubicua, resulta intimidatoria (“una oferta que no se podrá rechazar”). No se llega al extremo de las amenazas (la cultura no da para tanto), pero, por ejemplo, conozco el caso de que a los participantes en un acto celebrado en una de las ciudades candidatas, se les pasó el pliego de firmas antes de serles entregados los cheques que les correspondían por su intervención. Es algo así de suave, sin violencia; y por supuesto que uno firma: ¿por qué no iba a hacerlo? Pero es en estas ocasiones amables donde mejor puede apreciarse la coacción. Una coacción que, por otra parte, resulta innecesaria: los artistas y “gentes de la cultura” de cada ciudad apoyan sin fisuras su 2016, por si les cae algo (que seguramente les caerá). Es un interés legítimo, aunque estéticamente un tanto deplorable. Y la ausencia de crítica hace que la propuesta se convierta en dogma.

Al final, no nos engañemos, el invento de la capitalidad cultural no es más que la construcción de un escenario al que el político se aupará para exhibirse. De ahí el énfasis, y de ahí lo arriesgado de la disidencia. Cuando vemos que hay cosas necesarias que no se hacen, mientras que hay otras innecesarias que sí se hacen, el criterio que suele aclararlo todo es el de la posibilidad que ofrecen para el lucimiento del político. El dinero que se va a gastar en la capitalidad cultural del 2016 resultaría mucho más provechoso, desde el punto de vista estrictamente cultural, si se destinase a la construcción de bibliotecas, o a becas, o al simple adecentamiento de las escuelas: pero daría para menos fotos. Cada año, cuando llegan los incendios, se repite la misma lamentación: “los incendios del verano empiezan a apagarse en el invierno”. Es en los trabajos poco lucidos del invierno donde está la clave: pero no se ejecutan, porque no son glamourosos. Siempre me acuerdo de lo que decía Félix Bayón: que lo más útil para prevenir el fuego son los rebaños de cabras por el monte, para que se coman los rastrojos; y que una de las causas de la proliferación de los incendios es que los políticos no se ven inaugurando rebaños de cabras...

Los incendios, la cultura. Las imágenes de este verano del fuego cercando la Acrópolis de Atenas. Precisamente esos días escuchaba yo conferencias sobre la Grecia clásica, de las que hay disponibles en la web (maravillosa) de la Fundación Juan March. Los conferenciantes, Rodríguez Adrados, García Gual, Lledó, insisten todos en lo mismo: que el fundamento de la democracia ateniense era la educación, la paideia. Sin paideia, literalmente, no hay democracia. La metáfora es fácil, pero exacta: la Acrópolis a punto de arder porque se ha descuidado lo esencial, el trabajo oscuro del invierno. Sin paideia, las capitalidades culturales son un mero festejo de verano: una pantomima.

La cultura, los incendios. Quizá lo que se merece una cultura que ha abandonado la educación y que, en consecuencia, se ha convertido en hojarasca, es eso: arder. Escribe Jünger: “La etapa museística es la etapa previa al mundo del fuego”. Las capitalidades culturales como algo esencialmente museístico. En su poema “Limbo” , Luis Cernuda cuenta la visita a una casa burguesa donde diletantes adinerados hablan y presumen entre obras de arte ya desactivadas. El poeta se siente extraño, aborrecido, y reflexiona sobre el artista que las creó: “Su vida ya puede excusarse, / Porque ha muerto del todo; / Su trabajo ahora cuenta, / Domesticado para el mundo de ellos, / Como otro objeto vano, / Otro ornamento inútil”. Me da la impresión de que el 2016, sea cual sea la ciudad elegida, va a ser eso: otro ornamento inútil. Como la Semana Santa, la Feria o los Juegos Olímpicos que se celebrarán ese mismo año y que otro político anhela como escenario para su exhibicionismo faraónico. El poema de Cernuda termina con este verso memorable: “Mejor la destrucción, el fuego”. No se trata de quemar ningún museo, ni ninguna ciudad convertida en museo: entre otras cosas, porque la quema de museos (el vanguardismo mecánico) es ya también un acto museístico. Pero queda el anhelo, la imaginación purificadora. Sólo en mi mente: sí, mejor el fuego.